24. Fotografía

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Las fotografías eran el mejor medio que Adrien tenía para recordar a su madre. Le transportaban a una época en la que había sido inmensamente feliz y que desgraciadamente en esos momentos veía muy lejana.

La mayoría de las fotografías que tenía eran digitales, pero había imprimido sus favoritas por puro gusto. Había sido Plagg quien le había pedido verlas, deseando hacer otra cosa que no fuera escuchar al chico llorar por sus amores perdidos. A Adrien le encantó la idea, por lo que en cuanto llegaron a casa ese día se dispuso a buscar los álbumes entre las estanterías.

–Eras un bebé adorable– Dijo el kwami al ver las fotografías del bebé Adrien –Y tenías rizos en el pelo.

–¿Y esa amabilidad repentina?– Bromeó el chico.

–Eras– Aclaró el kwami –Lástima que has perdido esa dulzura.

Adrien rodó los ojos sin dejar de sonreír. La fotografía que estaba mirando Plagg se la habían realizado en su primera sesión de modelaje, cuando apenas tenía un año. El bebé Adrien aparecía disfrazado de ángel y con un mar de rizos rubios en el cabello. También se veía bastante regordete, lo que potenciaba sus mejillas.

En la siguiente fotografía aparecía con Chloe en una piscina privada. Los dos se veían sonrientes y felices, y por supuesto también estaba ahí el osito de Chloe. Por un momento Adrien sintió nostalgia de aquellos tiempos en que Chloe era una verdadera amiga y no había perdido el rumbo de su vida.

–Chloe también era adorable– Dijo Adrien –Ojalá vuelva a encontrar su camino...

–Eres el único que tiene fe– Murmuró el kwami por lo bajo –Sigamos.

Adrien continuó pasando páginas hasta que otra fotografía le llamó la atención. En ella parecía tener unos tres años y se encontraba en un campo rodeado de flores. No sabía qué lugar era aquel, pero definitivamente no era la mansión en la que vivía.

La fotografía era como otra cualquiera, pero lo que la diferenciaba de las demás, y lo que más llamó su interés, era la imagen de su miniyo sujetando entre sus manos un insecto negro con puntitos rojos. El pequeño Adrien se veía con una enorme sonrisa en su rostro, como si no hubiera visto nunca nada tan bello como aquel bichito.

–Mira, Plagg, creo que debería enseñársela a Ladybug.

–¿Y por qué no la de los rizos? Sales más adorable.

–Porque es fácil reconocerme en esa, pero en esta de aquí aparezco de lado, es imposible saber quién soy– Explicó con felicidad –Y Chat también es rubio, simplemente no sabrá que se la he mandado yo.

–Has perdido la dulzura pero has ganado idiotez– Susurró el kwami más para sí mismo que para su portador.

De repente Plagg sintió como un objeto extraño le daba en la cabeza. Se dio cuenta rápido de que había sido una piedra pequeña.

Se giró con aspecto malhumorado dispuesto a criticar al monstruo que le había lanzado aquello cuando vio un reflejo rosa revoloteando por la ventana.

–Voy a salir un momento, quiero un poco de sol– Informó a Adrien antes de salir volando tras el kwami que había ido en su busca.

La encontró tras los muros de la casa, escondida. Por su mirada de preocupación suponía que habría ocurrido un problema gordo. Y lo peor era que Tikki llevaba los pendientes de Ladybug en sus manos.

–¿Azucarito? ¿Le ha pasado algo a Ladybug?

–No aún, Plagg. Pero está muy mal. Su novio la ha dejado y lo ha tomado peor de lo que esperaba.

Plagg rodó los ojos, pero al menos se sintió aliviado de que solo fuera eso.

–Problemas de mortales– Se quejó –Dale queso, a mí me anima. 

–No es tan sencillo, calcetín apestoso.

–¿Y qué puedo hacer yo? ¿Quieres que lleve a Chat Noir para que la consuele?

–¡No seas idiota, ver a Chat Noir solo lo empeoraría! Tenemos que cambiar los prodigios. Si un akuma se le acerca yo no puedo hacer nada, pero tú podrías destruirlo con solo tocarlo. Yo tengo que estar con Chat Noir por si la situación se descontrola y tenemos que actuar– Dijo con tristeza –Por favor, Plagg, ella es la guardiana.

–Pero estaba viendo fotografías de Adrien de niño...

–¡Plagg!

–De acuerdo, de acuerdo... Pero tú te encargas de explicarle lo que pasa, por una vez eres la que se ha saltado las normas.

–¿Me lo vas a recordar durante la eternidad, verdad?– Se lamentó con un suspiro.

–Por supuesto, azucarito. ¿Piensas contarle a Chat la identidad de Ladybug?

–¡Claro que no! Ladybug se decepcionaría mucho... Solo se lo diré en caso de no tener más alternativa. Pero confío en ti. Y tú tampoco debes decirle nada– Advirtió, señalándolo con una de sus manos –Mi portadora sospecha algo, debes tener cuidado.

–¿Sospecha? Pero si mi portador no ha dado ni una sola pista.

–No tenemos tiempo para hablar de lo descuidados que habéis sido– Rodó los ojos al recordar todas las situaciones en las que kwami y dueño se habían comportado como unos irresponsables –He aprovechado que Mari...Ladybug estaba dormida para quitarle el prodigio. Debes llegar con ella antes de que despierte y la situación empeore.

Regresaron entonces a la habitación de Adrien, quien seguía mirando su foto en el campo de flores con una sonrisa de enamorado. Al ver que Plagg regresaba con Tikki frunció el ceño con preocupación, y más todavía al ver los pendientes en las manos de esta.

–¿Está bien Ladybug?– Se levantó con rapidez para estar frente a los kwamis y exigirles una explicación.

–Sí, Chat Noir. Está perfectamente. Pero ha pedido un cambio de prodigios porque... quería ver a Plagg– Mintió sobre la marcha ante la mirada incrédula del kwami nombrado –Por favor, debes entregarle el anillo, yo me quedaré contigo por el momento. Plagg sabe lo que tiene que hacer– Dijo con una voz más severa que antes –¿Verdad?

–Sí... Solo dame el anillo– Respondió el kwami negro.

Adrien los miró como si no se creyera demasiado aquello, pero si hubiera algún problema Tikki se lo habría dicho, ¿no? Debía confiar en la sabiduría del kwami de Ladybug.

Finalmente le tendió el anillo y Plagg se marchó con rapidez. Después tomó los pendientes de las manos de Tikki y se los colocó.

–¿Quieres ver mis fotografías de niño, Tikki?– Preguntó en un intento de aligerar el tenso ambiente en el que habían quedado tras la marcha de Plagg. Seguía sospechando que pasaba algo más, pero no podía hacer nada hasta que descubriera la identidad de Ladybug –También puedo pedir galletas para ti.

–Sí... me gustaría mucho.

Reto 30 Días - Miraculous LadybugWhere stories live. Discover now