Cap.11 "Déjalo ser".

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Brown City, Michigan. Enero, 1993.

La fiesta de fin de año fue mucho más grande que la que se hizo para Navidad. Pero esta vez todos asistimos. El intendente de la ciudad se encargó de poner mesas y sillas a lo largo de todo el centro para que despidiéramos el 1992 de la mejor forma.

Atlas y Brooke estuvieron allí acompañando a Rose en todo momento. Mi familia y yo estuvimos cenando en otra mesa pero claro que me acerqué a saludarlos cuando fueron las doce de la noche. A pesar de que cada tanto sentía la mirada de mi novio sobre mí y le sonreía cuando lo atrapaba.

Al día siguiente tuvieron que volver para 2010, que ahora era enero de 2011. Fue difícil despedirse de Brooke, sabiendo que tal vez sería difícil volver a verla. Ya que tal vez tendría que volver a la universidad y eso traía pocas posibilidades de que se apareciera por aquí. Rose lloró un poco al igual que su nieta cuando se despidieron, pero ella le prometió volver lo más pronto posible. Porque Brooke sabía que este año su abuela debía morir.

Atlas me dijo que seguro volvería en dos o tres días para que su madre no sospechara nada, aunque ahora tenían a su padre de su lado, me había dicho que su madre era algo difícil de engañar y requería de la imaginación de los tres para crear excusas.

Uno de esos días visité a Rose, tomamos té y jugamos dos partidas de ajedrez. Logré ganarle la primera por un mal movimiento de ella pero la segunda se hizo más difícil y terminó derrotándome ella. Me comentaba que extrañaba mucho a sus nietos y que le gustaría que se pudiesen quedar ahí, que los hacía sentir más cerca de su hijo también. Pero el señor Reed en este preciso momento, 1993, está un poco ocupado con su hija Brooke de dos años y su bebé Atlas de cinco meses.

Aún no sabía cómo había hecho para no tener ansiedad por guardar el secreto. Dolía estar frente a ella y saber que en algún momento, moriría. Si Atlas venía a impedirlo, tenía que hacer algo pronto. Porque su padre aún no le había dicho la fecha de su muerte y era algo necesario.

El día anterior Jaxon y Wells me invitaron a tomar un helado a Capricho y accedí porque no tenía otra cosa que hacer hasta que tuviese que entrar en la tienda. Sí, mis amigos eran fan numero uno del helado en pleno invierno y la fan numero tres no estaba allí porque su madre la dejó a cargo de su hermano menor.

Ambos se encargaron de alegrar mi tarde y distraerme un poco, hasta que preguntaron por Atlas. Tuve que inventar que estaba ocupado poniéndose al día con las tareas que no había hecho por faltar tanto la semana anterior a las fiestas.

Preparaba mi informe de Egipto pero solo podía observar frente a mí el título "El triángulo dorado", lo que seguía pareciendo una mala idea pero mi cerebro no tenía otra opción. Los dos libros que había pedido prestados de la biblioteca estaban abierto de par en par sobre mi cama, uno solo tenía textos e información mientras que el otro estaba lleno de imágenes. Tenía que unir los puntos para crear esto.

—Maldición —dije tirándome hacia atrás.

Lo dejé a un lado porque ya hacia media hora que intentaba avanzar con esto pero claramente no era el mejor día. Me sentía agotada de tener que hacer esto en los primeros días del año pero el lunes ya debíamos volver a la escuela.

Tomé mi chaqueta para colocármela sobre el sweater y mi walkman, sin importar que cassette hubiese dentro. Bajé las escaleras colocándome los auriculares y mamá me habló cuando tomé las llaves.

—Hija, ten cuidado. Ya está oscureciendo y hay mucha nieve —me avisó cuidándome.

—Tranquila, no estaré lejos —le respondí con una sonrisa. Ella asintió con la cabeza y siguió recortando papeles de colores.

Nosotros ante todoWhere stories live. Discover now