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— ¿Por qué no?

— Porque mi vida ya no es de tu incumbencia.

Edward se recostó contra la pared, Xanthe tomó asiento en su cama y se colocó en forma de loto con su cara mirando al vampiro.

— Tu hermana se fue—confesó Edward.

— Volverá, mi abuela solía decir que es muy complicado matar a una cucaracha.

— Renesmee no ha dejado de llorar—volvió a hablar.

— ¿Y qué se supone que deba hacer yo? ¿Acaso me ves cara de payaso?

La vampiresa se sentía mal por la niña, sí, pero qué culpa tenía ella en que su madre se haya ido sin ni siquiera preocuparse por ella.

— ¿Crees... que pueda ser posible que Aithne y ella se vean?

— Únicamente si son Jacob, Esme o Keon los que están con ellas.

— ¿Ese es su nombre? ¿Keon?—preguntó nuevamente sobre el castaño.

Xanthe rodó los ojos y soltó un grito frustrado.

— ¡Agh, no te soporto!

— ¡Sólo quiero saberlo!

— ¡Y yo no quiero que lo sepas!

— ¿Sabes que puedo leer mentes?

— ¿Ah, si? Pues lee esto.

Xanthe se quedó callada, segundos después llegó a la mente del cobrizo una única palabra.

«Imbécil»

— Deja de insultarme.

— Agradece que esté siendo suave.

El familiar rugir del coche de policía se escuchó desde lejos, interrumpiendo la conversación y haciendo que los nervios de Xanthe volvieran a su cuerpo como mil cuchillos. Los rápidos y pequeños pasos se escucharon por las escaleras y un minuto después el delicado rostro infantil de su hija se mostró ante ambos vampiros. La niña observó la escena con confusión antes de ignorar al varón y dirigirse con contagioso entusiasmo hacia su madre.

— Mamá, mamá, el abuelo ha llegado, vamos, quiero conocerlo—exclamó la menor mientras tiraba de la ropa de su madre.

— De acuerdo, no seas tan brusca, ve despacio—dijo con suavidad. Su vista se dirigió al Cullen—. Creo que es hora de que te vayas, sé que nos volveremos a ver pronto porque no me queda otra opción, pero por ahora solo vete.

— No, Xanthe, ¡espera!

Un casi inaudible golpe se escuchó en la ventana, el conocido rostro de su amigo se hizo presente.

— Creo que te ha dicho que te vayas, Cullen.

Xanthe asintió en señal de agradecimiento, recibiendo un rápido guiño por parte de Keon.

— No rompáis nada o le daré vuestras cabezas a los lobos.

La joven cerró la puerta tras de sí y avanzó temblorosa escaleras abajo, podía escuchar con claridad la voz de su padre desde el salón. Sue estaba con él, escuchaba como la mayor le pedía que mantuviera la calma y una mente abierta tal y como lo había hecho con Renesmee.

La ansiedad crecía por momentos, cada paso que daba era como una piedra más en la imaginaria mochila en su espalda. Xanthe estaba nerviosa, quería salir corriendo pero a su vez lanzarse a los brazos de su padre como hacía cuando era pequeña.

— Pequeña, ¿puedes ir tu primero?—preguntó a su hija—. Necesito un minuto para calmarme.

La mayor pudo ver el rostro preocupado de su hija, causando que una cálida sonrisa cruzara. La amaba intensamente.

— ¿No quieres que me quede contigo?

— No hace falta, Sue te presentará—contestó—. Además, ¿qué es lo que te digo siempre?

— A los lugares se debe llegar con dramatismo.

— Exacto. Venga, ve.

La niña desapareció de su vista, dejándola sola mientras calmaba el remolino de sentimientos que se había formado en su interior.

La voz de su padre se escuchó y un sentimiento de familiarización llenó su muerto corazón.

— ¿Quién es ésta preciosa niña?—si bien era terriblemente malo con los adolescentes, su padre era bueno con los niños y sabía como tratarlos.

— ¿Recuerdas que te pedí que tuvieras la mente abierta como cuando conociste a Renesmee, no?

— Claro.

— Charlie, ella es Aithne Swan, tu nieta.

El silencio mortal hizo que la menor de las hermanas quisiera salir corriendo en aquel momento.

— ¿Bella tiene otra niña?

Xanthe cerró los ojos y se mentalizó antes de dejarse ver en el marco de la puerta, su padre se encontraba de espaldas a ella. La joven notó como varias canas habían aparecido es su cabello, seguía con su tan conocido uniforme.

— No, Charlie—negó Sue—. Mira detrás de ti.

El hombre con la confusión rodeándolo se giró, sus marrones ojos chocaron con los escarlata de Xanthe. Charlie Swan se paralizó, frente a él se encontraba una sana pelinegra que miraba hacia su progenitor con cariño.

— Hola, papá.

Esas fueron las únicas palabras que pudo pronunciar, su voz se atascó en cuanto vio las lágrimas brotar de los ojos de su padre. En sus dieciocho años nunca lo había visto llorar; Charlie se acercó a su hija y la rodeó con sus brazos, el hombre estaba temblando y Xanthe no pudo hacer otra cosa más que acomodarse en el abrazo del mayor. Lo había extrañado muchísimo.

— Estás viva—susurró el mayor—, estás viva, estás aquí.

La pelinegra asintió sin soltarse.

— Estoy viva, estoy aquí contigo, papá.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora