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¿Acaso su hermana y su novio podían ser más aburridos?

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¿Acaso su hermana y su novio podían ser más aburridos?

Xanthe creía que estaba en un funeral, nadie hablaba y el silencio incómodo que los rodeaba la estaba sofocando. El motor del coche era lo único que se podía escuchar, la pelinegra estaba cruzada de brazos, jugueteando con el cordón de su chaqueta.

Su hermana y ella iban sentadas atrás, mientras que los varones iban en el asiento del conductor y copiloto. El sitio le daba a la menor un perfecto ángulo de la nuca y perfil del cobrizo. Su nariz recta le daba un toque fino, su mandíbula y pómulos altos le daba un toque hermoso que consiguió dejar sin aliento a la joven en cuanto lo vio. Su pelo estaba algo desordenado, adaptándose bastante bien al aspecto del chico, sus extrañamente dorados ojos miraban al frente, ligeramente entrecerrados. Sus carnosos labios, ligeramente abiertos.

Xanthe Swan se quedó bastante tiempo observando ese último rasgo del adolescente, su mente viajó desde sus labios hasta su mandíbula, seguido por su cuello hasta volver nuevamente a su labios.

Su mente comenzó a divagar, creando distintos escenarios en tan solo unos segundos que estaban consiguiendo subir la temperatura de su cuerpo, acelerando su corazón en el proceso.

«¿Podrá su boca hacer...»

Los ojos de Edward se abrieron de golpe, girando la cabeza con rapidez e intentando ignorar los pensamientos de la nueva integrante de la familia Swan que había llegado a Forks. El viejo vampiro estaba entrando en pánico, ¿cómo podía tener tales pensamientos una chica tan joven? Las obscenidades que pasaban por la mente de la humana se estaban clavando en la suya como dagas directas. Su propia mente, inconscientemente, estaba recreando esas escenas, y lo peor es que ni siquiera las creaba con Isabella, su novia, sino con la hermana de ésta.

Cullen notaba desde su lugar como la temperatura corporal de la menor comenzaba a subir cada vez más, y aquello lo estaba abrumando de una forma indescriptible. Por primera vez desde que Bella y él salían, no sabía cómo reaccionar ante la familia de ella.

Los pensamientos de Xanthe se desviaron hacia la llegada a la casa en donde viviría cuando sintió el coche detenerse, el ambiente incómodo se suavizó un poco en el momento en el que entraron al hogar.

— Esta casa no ha cambiado nada—comentó la pelinegra.

Sin decir más, subió corriendo a su antigua habitación. El lugar seguía igual, salvo que en lugar de una cama individual ahora había una más grande en el centro de la estancia. El color variaba entre la gama de acromáticos, desde pequeña le habían gustado los objetos de esos colores, y seguía teniendo los mismos pensamientos a día de hoy.

La puerta fue golpeada suavemente y su padre y... cuñado, aparecieron en la habitación.

— ¿Te gusta? —preguntó su padre, admirando la habitación por décima vez.

La pelinegra hizo una leve exclamación, en señal de que estaba pensando su respuesta. La diferencia era que ella estaba observando a cierto chico cobrizo; Edward colocó las maletas a un lado de la habitación, Xanthe pudo admirar como los músculos de su espalda se contraían y nuevamente la abordaron aquellos pensamientos.

El vampiro no sabía dónde meterse, aquello lo estaba superando. Había leído en infinidad de lugares pensamientos así, pero nunca tan directos y dirigidos a su persona.

— Sí, papá, me gusta mucho —su tono de voz era extremadamente bajo y ronco, más el jefe de policía no supo darse cuenta de lo que sucedía detrás de él.

— Bien —dijo girándose—. Date una ducha y baja a comer.

La chica asintió, dejando su vista en el adolescente hasta que ambos hombres desaparecieron de la habitación.

Xanthe abrió la maleta y sacó una bata de seda y un cambio de ropa interior antes de dirigirse al baño. Se despojó de su ropa con rapidez y comenzó a desenredar su cabello mientras la bañera se llenaba a una medida decente. El vapor de agua comenzaba a empañar el cristal de la ventana, y el ambiente ya había tomado cierto calor abrumador.

Cuando tuvo todo listo, la joven se dejó caer en el agua, consiguiendo relajar su cuerpo en cuanto el tibio calor la empapó por completo. Su cuello estaba apoyado contra el borde, en ese momento estaba completamente relajada y los pensamientos que había tenido en su camino hacia la casa volvieron a ella como balas.

La joven dirigió su mano izquierda y la colocó entre sus piernas, sus ojos estaban firmemente cerrados, imaginando el rostro de cierto adolescente que la había calentado en tan poco tiempo. Sus dedos comenzaron a moverse con suavidad contra su parte íntima, pequeños suspiros salían de sus labios y un escalofrío cruzaba desde su espalda hasta su cuero cabelludo. Sus piernas temblaban ligeramente ante el placer que recibía su propio cuerpo, su voz firmemente callada para evitar que alguien la escuchara. Sin embargo, alguien sí la podía oír perfectamente.

Xanthe estaba en medio de autocomplacerse, sin ninguna clase de remordimientos ante nada.

Y Edward Cullen estaba a punto de perder la poca sensatez que tenía tras aquellos pensamientos.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora