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Días después, Xanthe al fin buscaría a su padre

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Días después, Xanthe al fin buscaría a su padre. Nahuel y Huilen habían vuelto a su tribu un poco antes, ambos se despidieron de madre e hija con un abrazo, con Huilen amenazándolas de que las buscaría si no iban a visitarla.

Hacia tiempo que aquella imagen no se visualizaba frente a sus ojos, su casa seguía igual de silenciosa que siempre. Xanthe tomó la mano de la pequeña y caminó hasta estar frente a la puerta. Los nudillos de la pelinegra se detuvieron a escasos centímetros de tocar la puerta de su antiguo hogar.

— No puedo.

Xanthe se giró hacia Jacob y Keon, quienes observaban escondidos detrás de un coche, los nervios de la joven a flor de piel.

— ¡Hazlo de una vez!—alentó el castaño.

No tenía miedo de ver a su padre, nunca tendría miedo de él, sin embargo, la ansiedad que le producía el verlo tras tantos meses desaparecida la frenaba a golpear la puerta.

— ¡Que no puedo!—susurró en alto.

Ambos varones rodaron los ojos.

— ¡Cobarde!—molestó Jacob.

Aithne quitó la vista de su madre y la centró en el marco de la puerta, divisando un pequeño botón de color blanco. La niña ladeó la cabeza antes de acercarse y pulsarlo sin vacilación, una molesta melodía llegó a los oídos de los tres adultos. Xanthe se giró rápidamente hacia su hija, la menor había tocado el timbre. La pelinegra miró hacia atrás y divisó a Jacob empujando a Keon hacia el bosque para huir, como si hubieran sido ellos quienes tocaron el timbre.

Un ligero traqueteo se escuchó detrás de la puerta y segundos después se dio a conocer el rostro de una pelinegra mujer de ojos negros. Xanthe observó la expresión de sorpresa en Sue Clearwater.

— No puede ser...

Una mueca de instaló en los labios de la vampiresa, Aithne tomó la mano de su madre en señal de apoyo.

— Hola, Sue—saludó.

La mujer intercaló su mirada entre la menor y la joven de intensos ojos rojos que se encontraban parada en el porche. No dudó ni un instante en hacerse a un lado para dejarlas pasar.  Xanthe dudó un instante en su adentrarse o no, no entendía cómo podía sentirse tan cohibida.

— Por favor, toma asiento, sabes que estás en tu casa.

La joven asintió y mandó a su hija a que tomara asiento en el pequeño sofá de la sala.

— ¿Está aquí?

— Volvimos hace unos días de unas mini vacaciones de pesca, tuvo que acercarse al trabajo para ver cómo estaban las cosas.

Xanthe sonrió.

— Típico de papá.

Sue observó a la niña que observaba la estancia con suma cautela, Xanthe se dio cuenta que era la primera vez que su hija estaba en un lugar así.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora