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Pasaron dos días hasta que los tres vampiros y la pequeña híbrida llegaron a la tribu de Huilen

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Pasaron dos días hasta que los tres vampiros y la pequeña híbrida llegaron a la tribu de Huilen. El viaje había sido algo tedioso, más aún porque Xanthe no había decidido un nombre para la menor y la seguía llamando esfera, según ella porque era redonda como una. De igual forma, la delicadeza con la que la pelinegra tomaba a su hija era prácticamente nula, Huilen temía que de un momento a otro intentara hacerla botar cual balón en el suelo.

— No rebota—aseguró Huilen por décima vez, su tono de voz ya cansado.

— ¿Quién me impide comprobarlo?—refunfuñó Xanthe.

Nahuel ocultaba su risa, sabía que la pelinegra había desarrollado con rapidez una especie de forma de molestar a su tía, y aquello la mantenía distraída. La bebé era bastante activa y ya había intentado morder a su madre varías veces, causando que Xanthe terminara discutiendo con un bebé que, de momento, no le iba a contestar. Tal imagen parecía ser un mal sketch humorístico.

Su tribu no era grande, se conformaba por su tía, él y seis o siete vampiros que se habían unido a ellos hacia unos cincuenta años. Ambos no obligaban a usar sus mismas ropas tradicionales o seguir sus creencias, por lo que la diversidad se vio proyectada ante los ojos de la pelinegra en cuanto pisó aquella llanura verdosa.

La sonrisa que abarcó el rostro de Xanthe fue contagiosa para su hija, la infantil risa de la menor llegó hasta los oídos del más alejado vampiro. En unos segundos, Xanthe se encontraba rodeada de algunos vampiros que ansiaban ver a la niña, entre ellos había una vampiresa que aparentaba estar en sus cuarenta, su rostro demostraba la mayor de las nostalgias.

— Perdió a su bebé poco antes de cruzarse en la vida de un vampiro—susurró Huilen a su lado.

Xanthe asintió, comprendiendo.

Nahuel guió a ambas hacia una pequeña cabaña vacía situada junto a la suya, el varón sabía que su tía insistiría en cuidar de ambas féminas sin dejar que se negaran.

— Puedes dejar a la bebé aquí—sugirió el vampiro, terminando de organizar una pequeña cama hecha de paja y piel de animal.

Xanthe se quedó sola tras dar un asentimiento al contrario. No negaba que lo ocurrido días atrás la podría haber hecho volver loca, sin embargo, su mente parecía haber querido desconectar y evitar pensar en ello. La pelinegra tenía frente a ella a una persona que la necesitaría, daba igual si estaba loca o no, la menor dependía de ella ahora. Cruzó sus piernas y adoptó la forma de loto frente a la bebé, no podía negar el gran parecido a él que portaba la menor.

Xanthe cerró los ojos y relajó sus hombros, podía notar la pequeña mirada de la niña en ella. Sonrió. Con los ojos aún cerrados, estiró su pálida y fría mano y esperó, unos segundos después sintió como la cálida y diminuta mano rodeaba uno de sus dedos. Una suave y alegre risa se escuchó por la estancia.

— Tendría que odiarte...—los rojos ojos se abrieron y observaron el verde de la menor, madre e hija se miraban fijamente— pero eres lo único bueno que obtuve en mucho tiempo. Ojalá fuera posible que mi padre te conociera.

La pesadez en el pecho de la joven neófita de hizo presente, quería gritar hasta que su garganta se desgarrara. Quería ver a Charlie, quería ir a decirle que estaba bien, Xanthe estaba completamente segura de que Charlie era el único que alguna vez se había preocupado por ella realmente, nunca la había despreciado como su madre había hecho, nunca se había intentado deshacer de ella como hizo Isabella, y nunca la abandonó como hizo Edward.

Fue Xanthe quien lo abandonó por ir detrás de alguien que no dudó en abandonarla a ella.

— Tiene gracia—habló en voz alta, la niña se parecía calmar al escuchar la voz de su madre—, me merezco todo esto por no haber sido capaz de ignorar la maldad de mi hermana hacia mí—Xanthe rió con ganas—. Sabes, cuando crezcas te enseñaré a matar así podremos ir a buscar a tu tía.

La bebé levantó sus cortos bracitos y cerró los puños una y otra vez. La pelinegra no tardó en tomarla en brazos, aún quería ver si rebotaba contra el suelo pero la intentaba tratar con la mayor delicadeza, Huilen decía que no tenía cuidado alguno pero tampoco podía culparla, la neófita aún no controlaba su cuerpo al completo. No lo hacía intencionalmente.

» No te voy a perdonar que tomaran mi chaqueta para taparte—la pelinegra sacó la lengua hacia la carita de la bebé—, era mi favorita.

Xanthe desconocía si la híbrida la entendía, solo sabía que se reía a menudo y amaba tomar sus manos.

Le había costado cerca de una hora hacerla dormir tras darle de comer, se hallaba de pie con ella en brazos y meciéndola con (lo que Xanthe creía) delicadeza y lentitud. Para su desgracia, un revuelo comenzó a formarse en el exterior, se escuchaban los pasos de los animales corriendo de un lado a otro y a Huilen maldiciendo a lo lejos. La bebé hizo una pedorreta con su pequeña boca en señal de desaprobación. A Xanthe no le quedó otra que salir a ver lo que ocurría.

Fuera de la cabaña se encontraba el grupo de vampiros que había conocido horas atrás, en el centro de ellos se hallaba un rostro desconocido para la neófita. Un vampiro alto y delgado miraba en su dirección, su castaño cabello oscuro algo despeinado por el viento que soplaba en aquel momento, de marcadas facciones y potentes ojos escarlata que la miraban con una sonrisa.

— ¡Veo que me habéis conseguido una novia!—exclamó el desconocido.

— Keon, no empieces—suspiró Huilen.

Xanthe miraba la escena con una ceja alzada, su rostro se puso serio cuando vio al contrario acercarse a ella. La neófita apretó con delicadeza a la bebé contra su pecho en señal de protección.

— Debes de ser la nueva, ¿Xanthe?—preguntó, su voz grave y ronca—, soy Keon Blaine, tu futuro novio.

Nahuel tapaba su rostro con ambas manos, nunca habían conseguido que aquel vampiro no reclamara a cualquier chica de buenos rasgos que le presentaran.

— ¿Futuro novio?—preguntó Xanthe tras su realización. El contrario asintió—. Eso es perfecto, tu entrada triunfal me despertó a la bebé.

El rostro confuso de la pelinegra se había transformado en uno serio y molesto. Incluso el llamado Keon se espantó. Xanthe tomó el brazo del vampiro y lo estiro para colocar a la menor en el pecho del contrario.

Huilen disfrutaba la escena, aún así estaba completamente atenta a cualquier imprevisto que pudiera surgir.

— Hazla dormir—indicó Xanthe.

La híbrida soltó una risa y estiró una de sus manos para golpear con ligera fuerza el rostro del castaño. La pelinegra sonrió ante el golpe infantil de su hija al vampiro.

Nahuel se acercó al recién llegado, intentando no reírse en su cara. Keon no se esperaba que aquello sucediera.

— Deberías dejar de reclamar cada cosa que encuentres por ahí—palmeó su hombro y con tono burlón dijo:— Disfruta de la paternidad.

DESIRES; edward cullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora