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— Tener un niño inmortal representa un gran peligro para los vampiros, nuestra identidad sería descubierta con facilidad si los niños corretearan por ahí a su antojo. Si los Volturi creen que la niña es inmortal, no irán únicamente a tomar el té.

— Lo que quieres decir es que están buscando gente para luchar.

Nahuel negó.

— No, quieren testigos, testigos que los ayuden a explicarle la situación y condición de la niña, que los ayuden a mantenerla con vida.

— ¿Y cual es el problema? Podemos testificar, tanto tú como mi hija o yo.

El híbrido sonrió con incomodidad.

— Xanthe... ¿quieres que te diga el nombre de la vampiresa que nos explicó todo?

Xanthe lo miró confusa y asintió:— Obviamente.

Un suspiro pesado se escuchó por parte del varón.

— Su nombre es Alice Cullen.

Xanthe paró en seco, sus ojos se quedaron estáticos observando el rostro del contrario en busca de algún rastro de broma en ellos. Nada. La pelinegra movió la cabeza en negación.

— No—negó—, no, no, no. No. ¡No!

— Xanthe, tranquilízate, por favor.

— ¡No!

La vampiresa se giró, pateando el árbol tras de sí y rompiéndolo en mil pedazos. El ruido alarmó al resto de vampiros en la tribu, incluyendo a su hija y Keon.

— Nahuel, quédate con Aithne—gritó el castaño.

Keon se acercó a Xanthe tras dejar a la niña a salvo con el híbrido. Xanthe había comenzado a desintegrar los restos del árbol con furia. El más alto intentó detenerla, más el golpe que recibió lo mandó metros más atrás.

— Xanthe, por favor, contrólate—suplicó Huilen, quien había llegado tras el alboroto.

La pelinegra no paró, no se detuvo hasta que el árbol desapareció por completo. Sus hombros temblaban ante la cólera que sentía, quien la había ayudado a reunirse con Edward alegando que él la buscaba a ella y llamaba por su nombre, ahora estaba buscando testigos para proteger a lo que estaba segura que era la hija de Edward y su hermana.

— Mamá...

La vampiresa pareció volver en sí, girándose hacia su hija y abriendo los brazos la llamó para que se acercara.

— Lo siento por asustarte.

La pequeña negó.

— No te disculpes, Keon lleva diciendo desde hace tiempo que tu carácter es malo.

— ¿Keon dijo qué?

El nombrado dio un paso atrás cuando los rojizos ojos de la mayor se clavaron en él.

— Xanthe, mi tía Huilen y yo iremos. Le hemos prometido que iríamos, no podemos dejar que una pobre híbrida muera por una razón así.

— Lo suponía, y lo entiendo, el drama familiar no os involucra a ustedes—dijo Xanthe con cierta dificultad.

— Pero no somos los únicos que quieren ayudar.

— ¿Qué?—soltó Xanthe.

Sus ojos inmediatamente se dirigieron al rostro lloroso de su hija, aquellos verdosos e impotentes ojos.

— Mamá, yo quiero ayudar a Renesmee, no quiero que alguien como yo o Nahuel muera, encima ella es más pequeña que yo.

— Aithne, no.

— Mamá, por favor, no es necesario que tú vayas, Keon puede ir con nosotros. No quiero que alguien muera si puedo ayudar a evitarlo.

Xanthe estaba evitando ver los brillantes ojos de su hija, no quería verla, no podía verla sufrir por quien era fruto del abandono a ellas dos.

— Aithne, por favor, no hagas esto.

— Mamá... es lo único que quiero hacer, déjame salvar una vida como Nahuel salvó la nuestra.

Keon se movió cerca de Nahuel y susurró en su oído:— Eso es chantaje emocional.

Nahuel adoptó la misma posición para responder.

— Xanthe hace lo mismo cuando no la dejamos elegir al humano que quiere.

La pelinegra se enderezó, observando de reojo la mirada de su hija. La pequeña niña no tenía la culpa, en eso su hija tenía razón, pero por otro lado esa niña significaba una traición que hacía sentir a Xanthe la mayor de las rabias. Los presentes la observaban, Xanthe estuvo callada alrededor de cinco minutos antes de volver en sí.

— Keon—llamó la pelinegra, el nombrado de acercó hacia ella con el rostro serio—, confío en que cuidarás de ella.

El castaño se sorprendió.

— ¿No irás?

Xanthe negó.

— ¿Cuándo partiréis?—preguntó hacia Huilen.

— Mañana al atardecer.

Xanthe asintió antes de alejarse de la tribu, silenciosa y cabizbaja. Nahuel detuvo a Keon cuando éste intentó seguirla, alegando que la dejara sola para ordenar sus pensamientos. Ambos hombres volvieron a sus cabañas para darle de cenar a Aithne y prepararse para su viaje al día siguiente.

La pelinegra había avanzado varios kilómetros y se hallaba en un claro bastante iluminado por la luz de la luna, su risa inundó el lugar y una escalofriante sonrisa de apoderó de su rostro.

— No me creo que te vayas a quedar aquí—habló una voz junto a ella.

La vampiresa que había conocido el primer día que pisó la tribu, aquella que había perdido a su bebé y miraba siempre a Aithne con nostalgia de encontraba detrás de ella. Había descubierto no hacía mucho que su nombre era Lianne. Xanthe la miró con gracia.

— Obviamente no me voy a quedar aquí. Dime, Lianne, ¿de qué sirve tener un don si no puedo utilizarlo para destruir la felicidad de quienes me destruyeron?

DESIRES; edward cullenWhere stories live. Discover now