Capítulo 44

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ー¿Candy, estás bien? ーle preguntó la hermana Lane, desde el otro lado de la puerta.

ー¡Ah, hermana! Sí... estoy bien ーdijo ella, levantándose de la cama para abrir.

ー¿No quieres venir a cenar? La señorita Pony y yo no quisimos molestarte, pero no has dejado tu cuarto desde que el señor Ardlay se fue y ya es hora de la cena.

ー¿De verdad? ¿Tan tarde es? No he sentido el pasar del tiempo... y, en realidad, tampoco tengo hambre...

ーPero tienes que comer algo, no puedes irte a la cama sin cenar.

ーEstá bien, ya voy... gracias.

Candy dejó su recamara unos minutos después y se dirigió al comedor, todos los niños y sus maestras estaban ya sentados esperándola. Aún se sentía como en un sueño, le parecía que veía todo como a través de un cristal; a pesar de estar ahí, sentía que su corazón estaba en otro lugar... y creía saber bien en dónde.

ーSeñorita Pony, siento mucho no haberles ayudado, el tiempo se me pasó sin sentir y...

ーNo te preocupes Candy, pensamos que muy posiblemente necesitabas estar a solas. Los niños mayores nos pueden ayudar, y ahora que tenemos ayuda extra con Christine nos la arreglamos bastante bien ーcontestó la afable mujer.

Durante la cena, Candy se forzó a sí misma a entablar conversación con todos y como ya era costumbre, ayudó a llevar a los niños más pequeños a sus camas una vez que terminaron de cenar. Cuando ya todo estaba en orden, se excusó dando las buenas noches y regresó a su habitación. Su recámara no era grande, pero era solo suya, y quizás nunca había estado tan agradecida como esa noche de tener un lugar propio en el Hogar de Pony para dormir, o más bien, para no dormir... El día había estado lleno de acontecimientos dignos de repensar y revivir y aún se sentía flotar y temblar de la emoción.

Le parecía como si Albert quisiera matarla de un ataque al corazón con tantas maravillosas revelaciones. Cuando descubrió que él era el tío abuelo le pareció envejecer de golpe, no solo por la preocupación y angustia que había pasado al desconocer su paradero, sino porque el verlo ahí en el solario, bañado en esa luz cegadora, la había trastornado por completo.

Pero todo eso que había sentido en aquel entonces parecía haber sido opacado con la nueva revelación. Albert era su príncipe de la colina... y la amaba... ¡Su príncipe la amaba!

De solo volverlo a pensar se le aceleraba el corazón y se le nublaban los ojos... había sido incapaz de contener sus lágrimas de felicidad mientras escribía esas cartas. Aunque solo una era para su príncipe, la que había escrito para Archie también estaba cargada de emociones. 

¡Qué feliz se pondría Annie cuando por fin Archie le pidiera matrimonio! Hubiera deseado escribirle también a ella pero no quería estropearle la sorpresa. Al final de cuentas no había podido preguntarle nada a Albert sobre el compromiso, o cómo era que la familia había dado su consentimiento después de tal oposición, el momento no se había prestado y después la emoción, el compromiso había pasado a segundo plano. Solo le quedaba esperar con ansias la llegada de la invitación.

********

ーWilliam, buenas noticias, he recibido información sobre la ubicación de los caballos.

ー¡Excelente George!... ¡Sabía que podía confiar en ti para que los encontraras, eres extremadamente eficiente! Y ¿qué te dijeron del precio? ーpreguntó William, interesado. 

ーEstoy en negociaciones, cuando tenga algo más certero te informaré. Pero debes de tener en cuenta que encima del precio que estés dispuesto a pagar por adquirirlos, tendrás también que pagar su transporte hasta Chicago.

Siempre te esperéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora