Capítulo 35

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Todo en el Hogar de Pony era algarabía, por unos días la construcción había parado y tanto los niños como las mujeres a su cargo se preparaban para la Navidad. La hermana Lane y los niños decoraban, mientras la señorita Pony envolvía los últimos regalos y Candy se ocupaba de hornear algunos postres para la cena. Esa mañana había comenzado a nevar ligeramente, pero dentro del hogar, el fuego calentaba los corazones de todos.  

William se había despedido temprano de su tía en Chicago, y le había deseado a ella y a la familia Cornwell unas felices fiestas antes de comenzar su largo camino rumbo al Hogar de Pony.

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ー¡Señor Ardlay, bienvenido! ーdijo la señorita Pony al abrirle la puerta.

ーMuchas gracias por recibirme señorita Pony.

ーEs un gusto. ¡Oh, pero por Dios, trae las manos llenas! Permítame ayudarle.

ーGracias, yo puedo, son solo unas cuantas golosinas para compartir. ¿Puedo pasar a dejarlas en la cocina?

ーPor supuesto, Candy está allí preparando algunas cosas para la cena ーcontestó la mujer mientras se hacía a un lado para dejarlo pasar.

William llegó a la cocina y se detuvo bajo el umbral de la puerta a observar un poco, Candy se desenvolvía como pocas veces la había visto hacerlo en la cocina de la Casa Magnolia; ahora se le veía más cómoda, más en ambiente, más segura... aunque no por eso menos atolondrada. 

Estaba tan enfocada en lo que hacía, que ni siquiera se dio cuenta cuando el auto se detuvo  afuera del hogar, ni cuando William tocó la puerta. En lo único que podía pensar era en cuantas tazas de harina había medido ya y si se le había olvidado incluir algún ingrediente en ese bendito pastel de chocolate que estaba preparando, quería que todo le quedara perfecto. No es que fuera la primera vez que ella y Albert pasaban juntos las Navidades, pero ahora todo era diferente; sentía de alguna manera más presión en que todo saliera bien y a la vez quería disfrutar de cada momento.

A pesar de su concentración, al terminar de batir la masa y de vaciarla en el molde, tuvo de repente la sensación de ser observada y sin demora se giró hacia la puerta, en donde encontró a un William que no le quitaba los ojos de encima; y sintió como si de repente su corazón se le fuera a salir del pecho. Se veía guapísimo vistiendo esos pantalones casuales y su abrigo largo de lana negra, rematado en una bufanda gris claro sobre la cual caían desordenados sus cabellos rubios.

Candy no pudo hablar cuando lo vio sonreírle de lado sin dejar de mirarla, quedándose embobada frente a la encimera llena de cáscaras de huevo, harina y demás ingredientes.

Él por su cuenta pensaba que se veía hermosa con sus rizos revueltos detrás de esa diadema que los mantenía fuera de su rostro manchado de harina, y con ese gastado mandil lleno de chocolate y quién sabe qué más ingredientes, que la hacían ver como una verdadera y adorable ama de casa.

ーHola... ーle dijo él con voz suave.

ーEh... Hola ーcontestó ella saliendo de su ensoñación, tratando de recomponerse mientras se limpiaba las manos en el mandilー. No te escuché llegar...

ーMe imagino, estabas completamente enfocada en la cocina, pero no hace mucho que llegué ーle dijo mientras entraba y colocaba los paquetes que traía en sus manos sobre la pesada mesa de madera rústica.

ー¿Qué es todo esto Albert?... ¡Pensé que ya habías dejado aquí los regalos y mira todo lo que vienes cargando!

ーOh, no es nada, solo unas golosinas que preparó Aila, nuestra cocinera, y que pensé sería bueno compartir con ustedes; no iba a llegar con las manos vacías.

Siempre te esperéTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon