Capítulo 21

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ーSeñores, muchas gracias por su tiempo ーdijo George, mientras guiaba a los directivos del Banco de Chicago fuera de su oficina.

La reunión había sido para llegar a un acuerdo sobre la implementación de una mayor seguridad para el inmueble y mejores servicios para los clientes. Los directivos se despidieron con calurosos apretones de mano del presidente y de su asistente, y abandonaron la sala. George volteó con William y tratando de hacer conversación le preguntó:

ー¿Y bien, qué opinas? Esto ayudará mucho más para que el Banco de Chicago se consolide como el mejor de la región, ¿no crees?

ーSí, ciertamente... buen trabajo George, y ahora, si me disculpas... ーle dijo William, dirigiéndose a la puerta.

George se le interpuso bloqueando la salida, y mirándolo con firmeza y compasión a la vez, le dijo:

ーLo siento William, hoy no te disculpo.

ー¿Cómo dices?

ーComo escuchaste, por favor regresa a la sala y desahógate de una vez por todas.

ーGeorge, por si no te habías dado cuenta, el jefe aquí soy yo ーle contestó William, con un dejo de altanería en su voz.

ーNo me importa quien es el jefe y tampoco me importa que tomes esa actitud de adolescente; te conozco demasiado bien y sé que desde hace semanas, algo no anda bien. Me has estado evitando, has sido cortante conmigo, has esquivado mis preguntas, te has negado a ver mi preocupación por ti, ¡pero no más!... ¡Por favor, tienes que hablar de esto con alguien!... ¿Y con quién más lo vas a hacer si no es conmigo, con Poupée?!

William apretó la mandíbula y lo vio directamente a los ojos, con una mirada seca y sin vida; la cual solo hizo que George se enderezara, reforzando su determinación.

William no quería dañar a su amigo y mano derecha, pero tampoco tenía ganas de recordar el dolor que había estado pasando esas últimas semanas. Él era un hombre sin vicios, no usaba el alcohol para entumecer sus sentimientos, él o los enfrentaba de cara o los entumecía con más y más trabajo y ocupaciones, tal como su padre lo había hecho; y eso era precisamente lo que había estado haciendo últimamente.

William había estado trabajando de sol a sol, tomando solo descansos pequeños para comer cuando George lo orillaba a hacerlo y subiendo a dormir al penthouse solo cuando el cansancio era tanto, que no podía controlar el sueño. Aún así, inevitablemente, cuando se tiraba en la cama, siempre terminaba pensando en ella, en el tiempo que habían pasado juntos, en lo que le había hecho, en el dolor que le había causado y en su propio dolor, del cuál no podía escapar. Y por desgracia, cuando eso le pasaba, estiraba la mano a su buró y tomaba de encima de él el diario de Candy para leerlo, acción que tal vez, le estaba ocasionando aún más daño.

William había bajado de peso y sabía que Candy también lo había hecho y se veía cada vez más triste... no porque él la hubiera visto, no, no había salido para nada del penthouse, ni siquiera para visitar a su tía en la mansión. Pero Patrick aún estaba en su puesto como guardaespaldas de Candy y a diario les entregaba su reporte, al grado de que William le había pedido a George que él se encargara de leerlos, y que solo los compartiera con él cuando fuera absolutamente necesario. No era que no quisiera acordarse de ella, era que el acordarse de ella le dolía, lo hacía extrañarla aún más y le impedía cumplir con su trabajo como debía.

William suspiró y bajó la cabeza en señal de derrota, o de resignación... tal vez George tenía razón, tal vez el hablar de su dolor le ayudaría a superarlo más fácilmente. Estaba consciente de que por más que se hubiera sumergido en más y más trabajo, su productividad no era la misma de antes. Así que sin decirle nada, regresó sobre sus pasos y se sentó en el sillón de la antesala.

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