Anabeth sonrió un poco ante la ironía. Esos pequeños detalles que lucían insignificantes a simple vista, eran los que más apreciaba del pelirrojo.

Negó con la cabeza, desplazando esos pensamientos de su mente. No iba a permitir que el sentimentalismo nublara su juicio. 

"Pero verlo ahora sería contraproducente." Razonó con frialdad. 

Aun no estaba del todo lista para ocultar su pesar. Hablar por teléfono era una cosa, pero plasmar una sonrisa en su rostro y pretender que todo estaba bien era algo completamente diferente.

"Y Mycroft podría verlo al instante."

No quería que su amigo la dedujera apenas la viera, sacando sus propias conclusiones. Deseaba ser ella misma quien se lo dijera... a él y a sus amigas. Pero para eso, primero tendría que asimilarlo por completo.

Solo cuando se sintiera lista podría dar a conocer la verdad, sin derrumbarse en el intento.

***

Las vacaciones pasaron más rápido de lo deseado.

La castaña aferró con fuerza las correas de su mochila mientras caminaba por el pasillo atestado de estudiantes.

Se detuvo frente a la puerta del salón. Tomó una profunda bocanada de aire, juntando fuerzas, y entró. 

Sus ojos hicieron un recorrido visual, observando a sus compañeros de clase. Vio las mismas caras de siempre, acompañadas de los mismos murmullos, las mismas risas, los mismos golpes de banco. Los chicos del fondo hacían sus tonterías mientras que las chicas murmuraban quien sabe qué nuevo cotilleo de la semana. Nada había cambiado.

"Y, sin embargo, todo se siente diferente."

Sin perder el tiempo, Anabeth se adentró en el aula, dejando la mochila en su banco. Era temprano, por lo que Erika y Clara aún no habían llegado. Ante la ausencia de sus amigas, la castaña decidió hacer un buen uso de su tiempo y fue a saludar a cierto pelirrojo.

Mycroft estaba sentado, como de costumbre, al frente de la clase. Se encontraba tan sumido en su lectura, que no reparó en Anabeth hasta que ella se le echó literalmente encima.

— Buen día. —canturreó sobre su espalda—. ¿Cómo se encuentra mi genio favorito?

El joven agachó la cabeza, cerró los ojos e inhaló profundamente, armándose de paciencia.

— Estaba bien hasta que llegaste.

— Ajá... —una sonrisa ladeada se formó en su rostro—. De seguro me extrañabas.

— Por supuesto que no.

— Claro que sí. ¿Qué sería de tu vida sin alguien que te moleste? Aburrida, seguramente. —pasó su mano por los cabellos de su amigo, desordenándolos un poco solo para hacerlo enojar.

Mycroft rehuyó al contacto y se giró sobre su asiento, viendo por primera vez esos ojos color miel que lo miraban con diversión.

— No sé de dónde sacaste ese disparate. —dirigiéndole una mirada molesta—. Pero es completamente erróneo.

— Ay, ay, ay, Holmes. —se separó de él y enderezó su postura—. ¿Cuándo dejarás de mentirte a ti mismo?

— El día en que dejes de ser tan irritable. Lo cual nunca pasará, me temo.

Anabeth entrecerró los ojos, en un breve intercambio de miradas desafiantes. En esta ocasión, fue ella quien finalmente dio el brazo a torcer.

— ¡Bueno! —exclamó con entusiasmo—. Ya te molesté. Mi maldad del día está hecha. Me regreso a mi lugar. 

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now