|07|

54 12 0
                                    

— ¡Oh, mierda!— vociferó Taehyung al ver como el autobús que solía llevarlo hacia el instituto pasaba frente a sus narices, dejándole claro que había llegado apenas un minuto tarde a la parada.

Se había pasado todo el fin de semana en vela, pensando una y otra vez en las palabras de su mejor amigo, dándole vueltas al asunto y, por si fuera poco, pasando las horas muertas frente a la videoconsola.

No le quedaría otra opción que ir a pie, a pesar de que el camino se hiciera más largo y solitario, pero en un principio no le importó, al fin y al cabo eso es lo que le gustaba: estar solo, rodeado de sus pensamientos y las casi inentendibles voces que rondaban por su ajetreada cabeza continuamente.

— ¡Hyung!— escuchó a lo lejos, sacudiendo su cabeza para volver a la realidad.

— ¿Jungkook? ¿Qué haces aquí?— el castaño frunció su ceño, para después abrir ligeramente sus ojos, expresando cierta sorpresa.

— Pues... Después de pasar la parada donde esperas siempre, me he dado cuenta de que no habías subido al bus, así que he empezado a sentirme bastante solo y aburrido— explicó— Decidí bajarme y buscarte por el atajo que siempre sueles tomar cuando no consigues alcanzar el autobús— sonrió dulcemente, sintiéndose totalmente orgulloso por haberlo encontrado, tal y como se propuso.

— Espera. ¿Has bajado del autobús y has caminado durante todo este tiempo sólo para estar conmigo, aun sabiendo que había muchas más probabilidades de no encontrarme y llegar tarde?

Lo miró atónito, casi boquiabierto. Jamás había conocido a alguien que hubiera hecho algo así por él. Generalmente desconfiaba con facilidad de las personas y su gran egocentrismo. Nadie había sido tan amable por voluntad propia para hacerle creer lo contrario.

— Así es— el pelinegro agachó su cabeza, ahora más avergonzado que orgulloso de su acto.

— Pero yo... tú... ¿por qué?— preguntó, embobado con la tierna imagen del menor.

— Porque me importas, Taehyung— respondió sin dudar, regalándole una tímida sonrisa al nombrado.

El mayor quiso contestar a eso, pero, en cambio, su cuerpo no quería responder. Cada vez que intentaba decir algo, abría y cerraba la boca de forma nerviosa, sin entender por qué las palabras no salían de ésta y, en su último intento por pronunciar una mísera oración, resultó que ambos ya habían llegado al instituto.

— ¿Estás bien?— Jungkook soltó una risa nerviosa, sin obtener contestación alguna— Bueno, hablamos luego. Ya me dirás— se despidió cuando el timbre resonó por los alrededores, corriendo por el pasillo en dirección a su aula, dejando al castañito totalmente solo y anonadado.

— Adiós— balbuceó, mirando en dirección al chico que ahora ingresaba a su clase con total tranquilidad.

No como él, que nada más sentarse en su pupitre empezó a pensar en todo lo que le rondaba por la cabeza desde ese peculiar pero emocionante fin de semana, donde no hizo más que darle vueltas al asunto de Jungkook. No lograba comprender por qué el pelinegro le provocaba todas esas incomprensibles sensaciones que recorrían su cuerpo a cada palabra, gesto o movimiento suyo. Seguía rumiando la posibilidad de que estuviera hechizándolo, o que tal vez lo manipulaba con una mística magia negra.

Durante las siguientes dos horas buscó una razón más lógica, alguna respuesta con algo más de peso y argumento, pero no se le ocurría nada mejor; hasta que recordó las palabras de Jungkook aquel día: «Lo hace por amor, hyung. ¿Nunca has experimentado algo semejante? Ya sabes, ese sentimiento tan cálido que te inunda el pecho cuando ves a esa persona, como tu corazón se acelera al sentirla cerca y lo feliz que te hace el hecho de tenerla en tu vida, hasta tal punto que lo darías todo por ese alguien» y, nuevamente, el rubor se hizo presente en su rostro.

Schizophrenia | TAEKOOKWhere stories live. Discover now