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Una vez más aquel tierno e inocente infante de tan sólo diez años de edad había salido de esa sala que tanto frecuentaba. El pequeño simplemente acataba las órdenes de su madre, que le prometió pedir pizza si se comportaba como era debido con el señor que vestía bata blanca y le atendía cada cierto período de tiempo con gran simpatía.

Como todas las veces anteriores, sus emociones parecían bailar en su interior. Raramente se sentía feliz y cuando era así, minutos más tarde, parecía enfurruñarse con algún motivo aparente, el cual desconocía la mayor parte del tiempo. No era del todo consciente de sus emociones y mucho menos podía controlarlas.

De camino a casa tiró de la manga del abrigo rojo de su progenitora y le dio leves tiones, rogándole por ir a jugar con su mejor y único amigo: Jeon Jungkook, prometiéndole que llegaría pronto a casa, si es que ella accedía. La señora Kim no quería dejar a su hijo campando a sus anchas. No le hacía ninguna gracia dejar a Taehyung sin su supervisión, pero también sabía que ese era el único modo de que quisiera socializar de alguna forma con otros niños.

La mujer, consciente de que ese era el único modo de que su hijo quisiera socializar de alguna forma, asintió, no sin antes pedirle por enésima vez que quería conocer a los padres de dicho niño.

— Mamá, ya te lo he explicado antes, sus padres están de viaje. Él me dijo eso— frunció el ceño, molesto por contarle siempre lo mismo— Además, Kookie es muy tímido— se excusó el castañito, queriendo correr hacia el parque donde se encontraba el otro chico.

— ¿Kookie? ¿Es que ya le has puesto un mote? Si lo conoces desde hace menos de dos semanas, ¿no?

Preguntó ésta entre leves risas, admirando el bello rostro de su hijo, deslumbrando emoción y felicidad, que se juntó con la vergüenza que podía apreciarse gracias a sus rosadas mejillas.

— Está bien, pero espero conocer a sus padres pronto. Te quiero en casa antes de cenar, eh— advirtió, revolviendo el cabello del niño antes de verlo correr en dirección al parque con una enorme sonrisa.

— ¡Hasta luego, mamá!— se despidió una vez llegó a la entrada de aquel lindo lugar, sacudiendo su mano eufórico para después dirigirse hacia los columpios.

Taehyung conocía al muchachito dos años menor que él desde hacía ya poco más de una semana, pero había conseguido hacerse su amigo con una facilidad realmente increíble, a pesar de que el mayor no acostumbraba a llevarse bien con el resto de niños. Él supo desde un principio que aquel azabache era especial y no se equivocó en absoluto.

La primera impresión que tuvo de Jungkook fue distinta a la que tuvo con cualquier otro infante. Cuando sus orbes identificaron a aquel niño de oscura cabellera por primera vez, su corazón se desbocó con tanta rapidez que se asustó por un instante. Aquel chico le resultaba tan extraordinario que creyó que podría ser de otro planeta. Su cabello era oscuro como la noche, al igual que sus destellantes ojos, parecidos a los de Bambi, en los que podía ver reflejados una galaxia entera por la forma en la que estos brillaban. Sus mejillas, que eran algo regordetas, pero en su medida justa, estaban siempre teñidas de un ligero rosado y su nariz era peculiar, pero bonita, al igual que aquella adorable sonrisa que se asemejaba a la de un tierno conejito. Y eran esos pequeños detalles los que lo hacían ver tan encantador y perfecto.

Tras quedarse por unos instantes admirando la bella imagen del joven, quien ahora le saludaba en la lejanía, decidió acercarse para así saludarle también.

Ambos se contaron el uno al otro lo bien que les fue el día antes de corretear por el gran descampado, jugando a mil y una cosas diferentes.

Uno de esos juegos consistía en atrapar al contrario y así sucesivamente, hasta que sus pequeños y enérgicos cuerpos dijeran basta.

— ¡Te atraparé, hyung!— gritaba el pequeño de oscura melena, corriendo tras el mayor.

— ¡Inténtalo si puedes!— contestó él, sintiendo como el ligero y fresco viento chocaba contra su rostro, alegre de al fin poder ganarle al pelinegro en algo, por mínimo que eso fuera.

Y en ese instante, Taehyung tropezó cuando trataba de huir de su amigo, que solía ser más rápido pero le daba cierta ventaja sin que él se percatara de ello y, por tanto, le ahorraba el hecho de hacerle sentir inferior.

Jungkook aceleró su paso para que pudiera apoyarse en él, evitando así su caída y quedando a una distancia bastante reducida entre ellos. Las mejillas de los pequeños se tiñeron de un color durazno. Tardaron unos segundos en reaccionar hasta que volvieron a separarse, adoptando una posición menos comprometedora.

— Perdón, no quise hacerte caer— se disculpó Jungkook, a pesar de que él no tuviera la culpa de que Taehyung estuviera a punto de aterrizar contra el suelo.

— No te disculpes, todo fue culpa de esta estúpida piedra— el castañito resopló, inflando sus ruborizados mofletes mientras le daba una patada a aquella piedra que se cruzó en su camino anteriormente, haciendo que ésta saliera disparada hasta caer en la bonita fuente del parque.

— Que piedra más tonta— añadió el contrario, imitando la acción de su hyung con la primera piedrecita que visualizó, soltando una leve y tímida risita un par de segundos más tarde, lo que también hizo reír a Taehyung.

Finalmente, después de reír por un buen rato, los dos se acostaron en el césped y fue en ese instante donde Tae se percató de que el cielo empezaba a tornarse del mismo color que el de las secas hojas de los árboles, dando a entender que pronto iba a oscurecer y que debía despedirse de su preciado amigo, notando la tristeza evadir su cuerpo de nuevo. Esta vez sí era consciente del cambio brusco de sus emociones, tal y como le sucedió en sus anteriores encuentros. El hecho de despedirse de Jungkook y regresar a su silencioso hogar le parecía una verdadera tortura.

Al llegar a casa le contó la maravillosa y agradable tarde que había pasado junto a su amigo de apenas ocho años, omitiendo la escena en la que sus cuerpos quedaron a escasos centímetros, cosa que le extrañó en él, ya que no solía hablar demasiado con su madre, con nadie, en realidad, a excepción de Jungkook.

— ¿Y ya te ha dicho cuándo conoceré a sus padres?— le preguntó ella insistente, recogiendo los platos sucios de la mesa una vez acabaron de cenar.

— ¡Mamá, qué pesada! Ya te he dicho que no lo sé— se encaró el niño, cruzándose de brazos al mismo tiempo que alzaba su tono de voz con verdadero enojo— ¿¡Por qué siempre tienes que fastidiarlo todo!?

Finalizó con un grito, levantándose de su silla con brusquedad para salir corriendo en dirección hacia su cuarto, donde se quedaría encerrado hasta que se le pasara el enfado.

Al ver que el tiempo transcurría y el pequeño del hogar seguía en su habitación, la mujer decidió subir las escaleras hasta llegar a la puerta cerrada, golpeándola levemente para avisar de su llegada.

— TaeTae, perdóname, no quería ser tan persistente.

Intentó excusarse para así lograr que le dejara pasar y pudieran seguir con aquella animada conversación que su hijo le estaba narrando antes de que se fuera.

— Déjame— pronunció fríamente, aún recostado en su cama, dándole la espalda a la puerta, como si de esa forma su madre pudiera notar su desprecio.

— Está bien, pero no te duermas muy tarde, ya sabes que mañana hay colegio— soltó un desolado suspiro al oír un gruñido tras la puerta en forma de asentimiento.

Taehyung no añadió nada más, simplemente esperó a que su madre se fuera y lo dejara en paz para poder calmarse ante una de esos frecuentes berrinches.

Él sólo quería recordar lo bien que estuvo con Jungkook, intentar abrirse un poco más, como bien le aconsejaron los especialistas, pero algo tenía que estropearlo todo cada vez que lo intentaba y ese algo, a ojos de Taehyung, era su madre. Sin embargo, por mucho que quisiera negarlo, sabía que eso era una excusa más para deshacerse de la culpa por no poder controlar sus emociones. Apenas podía regular la intensidad con la que sentía las cosas, así que, su estabilidad emocional era casi tan corta como la mecha de un explosivo.

Schizophrenia | TAEKOOKWhere stories live. Discover now