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Cuando cumplió quince años, recuerda haber sentido un dolor inmenso en su pecho. La vestimenta negra que su madre le había obligado a usar para el velorio de su padre no le hacía honor a todo el sufrimiento que sentía. No era la clase de dolor que un niño de esa edad con la pérdida de su progenitor podía sentir; era mucho más que eso. Min Yoongi, de solo quince años, había presenciado lo que sería el principio de lo que creía que iba a ser el resto de su vida.

Una noche antes del entierro de su padre, había llegado un hombre a casa con seguidores tan grandes e intimidantes como podía verlos. Amenazaron a su madre con matarle si no le pagaba toda la deuda que hasta ese momento, les era difícil de creer. Pues su padre nunca había dado indicio alguno de ser un apostador compulsivo.

Y aunque su madre demostró una fuerte y segura actitud frente a él, no le fue de ayuda cuando aquellos hombres decidieron darle la peor golpiza de su vida. Yoongi intentó defenderle, intentó golpear a esos hombres para que soltaran el flacucho cuerpo de su madre, pero bastó un solo golpe para que cayera desmayado al suelo. Dejando a su suerte a la mujer.

Cuando despertó, solo le dolía el lazo izquierdo del rostro y un latente bombeo en su cabeza, que por supuesto, no se comparaba ni de cerca con el dolor corporal que sufría su madre. Ni siquiera podía levantar un vaso sin sentir que su extremidad fuera a salir de su cuerpo.

Fue en ese momento, cuando estuvo parado frente a las pocas personas que llegaron al funeral de su padre, que vio como podían darle la espalda a una indefensa mujer con su hijo de quince años. Fue en ese momento, que Yoongi se sintió abatido, derrotado, avergonzado y furioso de no poder ser más fuerte, de no haber podido ayudar a su madre.

No volvió a sentirse así de impotente hasta la muerte de Yeonsoo. No volvió a sentirse así de desorientado y dolido hasta ahora, teniéndole en frente.

Yoongi cierra los ojos con fuerza sacudiendo la cabeza. No puede ser ella, no otra vez. El dolor en su pecho se intensifica con cada respiración. Las náuseas vuelven y lo único que puede hacer es apretar los puños con fuerza y pedirle a todos los seres del universo que detengan su frustración.

—¿Qué haces? —susurra divertida.

Su voz. Es ella.

Aquél sonido lo estremece, su corazón siente calor y una ola pesada de sentimientos encontrados lo invade de golpe.

—No eres real —murmura para sí mismo.

—Si tú lo dices. —Ella juguetea con los palillos sobre las sobras de comida que él dejo el día anterior—. Sigues acumulando comida que termina por pudrirse.

Abre los ojos. La ve. Es ella. Es ella y está frente a él.

La comisura de sus labios pelean por subir en muestra de una sonrisa aliviada.

Pero no es real.

Yoongi respira profundo. Visualiza el cajón detrás de ella. En él se encuentran las pastillas que su psiquiatra le recetó y a menos que quiera vivir con la alucinación de Yeonsoo permanente en su cabeza, debe llegar a él y tomar su dosis antes de perderse por completo.

Decide fingir hacer caso omiso a su presencia, comienza a caminar a la cocina solo para tomar agua, las pastillas e irse a la cama. Cómo lo haría si ella no estuviera sentada ahí.

Yeonsoo lo sigue con la mirada, divertida y juguetona, como si desorientarlo así fuera su deporte favorito. El, tembloroso, toma el vaso de agua y comienza a tragar con ruido y molestia. Las lágrimas no tardan en llegar a sus ojos, y a pesar de que pestañea con rapidez, no puede deshacerse de ellas.

El dolor apremiante en su pecho crece con furia, llevándose el aire.

Abre el cajón donde sus pastillas le esperan y como si fuera una mala broma, se cae el frasco justo a un lado de ella. Yoongi traga duro y se apresura a levantarlo sin tocarle. «Como si pudiera tocar una alucinación».

𝙴𝚏𝚎𝚌𝚝𝚘 𝙼𝚊𝚛𝚒𝚙𝚘𝚜𝚊 © » ᴹⁱⁿ ʸᵒᵒⁿᵍⁱ; BTSWhere stories live. Discover now