Cuando estaba a punto de dejar la sala, la profesora llamó su atención.

El joven maldijo para sus adentros y regresó sobre sus pasos, sacando a relucir su mejor cara.

¿Me ha llamado, profesora?

Ah, Myc. Quédate un segundo, quería darte esto. —rebuscó entre su bolso hasta encontrar la última copia del programa—. Eras el que me faltaba. —se lo tendió.

"Mi nombre es Mycroft, no Myc. ¿Cuántas veces deberé repetírtelo?"

Le agradezco, pero eso no será necesario. Conozco los horarios. —habló con cortesía, manteniendo su actitud condescendiente.

Es para que invites a tus familiares y amigos. —le volvió a tender el folleto—. De seguro ellos estarán ansiosos por verte.

El pelirrojo tomó el trozo de papel de mala gana. Levantó la mirada y, con una sonrisa forzada, saludó cordialmente a su profesora. Sin perder más tiempo salió del lugar a grandes zancadas. >>

Fin del flashback.

Mycroft leyó la información de ese panfleto por tercera vez en lo que iba de la mañana.

Su familia vendría a verlo. No porque él lo deseara precisamente. En realidad, su asistencia a la función no tenía mucha relevancia. Él no mejoraría ni empeoraría su desempeño arriba del escenario tan solo porque ellos estuvieran allí presentes. Pero a pesar de sus argumentos, su madre se había mostrado firme y prometió sentarse en primera fila. Y si ella asistiría, por fuerza su padre y Sherlock también lo harían.

Al dar ese asunto por concluido, solo quedaba una pregunta rondando en su cabeza.

"¿Debería invitar a Anabeth?"

Desde un inicio, él no estaba interesado en participar en la obra. Mucho menos que fueran a verlo. Los ensayos habían sido tortuosos, al igual que las interacciones forzosas con el resto de sus compañeros. Por lo tanto, no había un motivo real para que Anabeth fuera a verlo. ¿Por qué tendría ella que presenciar una obra que ni él mismo consideraba relevante? Era absurdo y completamente irracional.

Y ahí estaba su conflicto.

Se imaginó a su amiga sentada entre el público. Lo observaría y aplaudiría, incluso si su actuación no era la mejor del mundo. Ella permanecería ahí.  

"Creo que eso... sería de mi agrado." Se dijo para sus adentros. 

Un chillido agudo sacó a Mycroft de sus pensamientos. Instintivamente levantó la cabeza, intentando descubrir la procedencia del grito. Solo se encontró a Anabeth platicando con sus amigas.

Las voces de las chicas, que antes se oían como un ruido blanco en el fondo de su mente, ahora cobraron nitidez.

— ¡Anne! ¿¡Por qué no me lo dijiste?! —Clara volvió a chillar de la emoción.

"¿Qué le sucede?" Pensó el pelirrojo, extrañado por el comportamiento de la rubia.

— Habla más fuerte, idiota. Creo que en China no te escucharon. —habló la castaña con sarcasmo.

— Pero... ¡Ahh! Sabía que entre ustedes había algo. —exclamó con alegría.

— Dan solo quería verme. No es una cita. Ya cálmate, mujer.

"¿Ricitos de Oro?"

Mycroft apretó los labios con disgusto, manteniendo la vista al frente. Sabía que ese era un asunto que no le concernía, pero aun así sintió un ápice de molestia con la sola mención del nombre.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon