-La Corte de las Hadas pide su misericordia -dijo Kaelie, juntando las manos delgadas en frente a ella-. Los términos que se han establecido son demasiado duros. Las Hadas siempre han tenido su propia soberanía, nuestros reyes y reinas. Siempre hemos tenido guerreros. Somos un pueblo antiguo. Lo que nos pide nos aplastará completamente.

Un murmullo corrió por la habitación. No era un ruido del ambiente. Jia cogió el periódico de la mesa delante de ella.

-¿Deberíamos revisarlo? -preguntó-. Pedimos que la Corte de las Hadas acepté toda responsabilidad por la pérdida de vidas y los daños sufridos por los Cazadores de Sombras y los Subterráneos de la Guerra Oscura. El Pueblo de la Hadas será responsable de los costos de la reconstrucción de las salas rotas, para el restablecimiento del Praetor Lupus en Long Island, y la reconstrucción de lo que ha sido destruido en Alicante. Usaréis vuestras propias riquezas para ello. Tanto como Cazadores de Sombras nos han sido arrebatados...

-Si te refieres a Mark Blackthorn, fue tomado por La Caza Salvaje -dijo Kaelie-. Nosotros no tenemos jurisdicción sobre ellos. Tendrán que negociar con ellos mismos, aunque no vamos a impedirlo.

-Él no es todo lo que nos fue arrebatado -dijo Jia-. Para aquellos que no pueden volver a respirar... la pérdida de la vida sostenida por los Cazadores de Sombras y los hombres lobo en la batalla, aquellos que nos fueron arrancados por la Copa Infernal.

-Ese fue Sebastian Morgenstern, no la Corte... -protestó Kaelie-. Él era un Cazador de Sombras.

-Y es por eso que no os estamos castigando con una guerra que les haría perder -dijo Jia con frialdad-. En vez de eso insistimos simplemente en que disuelvan sus ejércitos. No más Guerreros del Pueblo de las Hadas. Ya no pueden llevar armas. Cualquier Hada que lleve un arma sin una dispensa de la Clave se le matara en el acto.

-Las condiciones son muy graves -protestó Kaelie-. El Pueblo de las Hadas no las soportará. ¡Si estamos sin armas, no podemos defendernos!-Vamos a ponerlo a votación, entonces -dijo Jia, poniendo el papel hacia abajo-. Cualquiera que no esté a favor de los términos establecidos por las Hadas, por favor, que hable ahora.

Hubo un largo silencio. Emma pudo ver los ojos de Helen escanear la sala, con la boca muriéndose en los lados, Aline estaba sosteniendo su muñeca con fuerza. Finalmente se oyó el ruido de una silla rascando la espalda, haciendo eco en el silencio, y una figura solitaria se puso en pie.

Magnus Bane. Todavía estaba pálido por su terrible experiencia en la guerra, pero sus ojos de verde-dorados quemaban con una intensidad que Emma podía ver desde el otro lado de la habitación.

-Sé que lo mundano de la historia no es de enorme interés para la mayoría de los Cazadores de Sombras -dijo-. Pero hubo un tiempo antes de los Nefilim. Un tiempo en que Roma luchó contra la ciudad de Cartago, y en el transcurso de muchas guerras salió victorioso. Después de una de las guerras, Roma exigió un pago a Cartago, un tributo, que Cartago abandonara su ejército, y que en la tierra de Cartago se le echara sal. El historiador Tácito dijo de los romanos que hacen un desierto y lo llaman paz. -Se volvió hacia Jia-. Los cartagineses nunca lo olvidaron. Su odio por Roma provocó otra guerra al final, y la guerra terminó en la muerte y la esclavitud. Eso no era la paz. Esto no es paz.

En ese momento, hubo silbidos de la asamblea.

-¡Tal vez no queremos la paz, brujo! -gritó alguien.

-¿Cuál es tu solución, entonces? -gritó alguien más.

-La cooperación, -dijo Magnus-.El Pueblo de las Hadas ha odiado a los Nefilim por su dureza. ¡Muestrenles algo que no sea dureza, y recibiréis algo aparte de odiar a cambio!

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneKde žijí příběhy. Začni objevovat