Ambos callaron y siguieron adelante. Por día solo había una pregunta y una respuesta. Luego silencio por el resto del viaje. No tenía caso seguir insistiendo.

Mientras caminaban, Mycroft le echó un vistazo rápido a su amiga. Anabeth, si bien en un inicio se había mostrado molesta, ahora su semblante se había serenado. Su andar era tranquilo y no mostraba señales de tensión o inquietud. 

"Te estas acostumbrando." Dedujo el pelirrojo, con preocupación. "Si te acostumbras a mi presencia, eso sería perjudicial para llevar a cabo mi plan. Ya no verías un propósito en subirte a un autobús si nuestras caminatas dejan de incomodarte. No, me equivoco. No considerarías la propuesta siquiera. Debo realizar un ajuste en la estrategia. ¿Pero qué? ¿Y cómo?"

El joven siente una gota caer sobre su cabeza, sacándolo de su ensimismamiento. Sintió una segunda y tercera gota mojar su cabello.

— Genial, lo que faltaba. —murmuró la castaña, levantando la mirada hacia las nubes de tormenta.

Sin decir nada, Mycroft abrió su paraguas cubriéndolos a ambos de la lluvia y siguieron su camino

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Sin decir nada, Mycroft abrió su paraguas cubriéndolos a ambos de la lluvia y siguieron su camino.

— Deberías acostumbrarte a llevar uno contigo, Anabeth. —señalando el objeto sobre sus cabezas—. Sabes tan bien como yo lo impredecible que es el clima de Londres.

— Lo sé. Siempre me olvido.

— Suena difícil de creer. Aún más viniendo de tu persona.

— Okey... —rodó los ojos con fastidio—. Me da pereza llevar un paraguas encima. Para mí representa un estorbo que debo cargar y uno más chico tan solo ocuparía espacio en mi mochila. —explicó.

— En lo que a mí respecta, esa sigue siendo una pésima excusa.

— Velo como quieras. Además... —sonrió con malicia—. Ahora que me acompañas todos los días a casa, ¿para qué necesito llevar paraguas cuando te tengo a ti?

Mycroft apretó los labios en una fina línea y la observó con aburrimiento.

— ¿Así que ahora soy tu sirviente?

— Si no te agrada, con gusto puedes volver a tu rutina diaria. —dijo en tono inocente.

El joven entrecerró los ojos con suspicacia.

— Buen intento. 

Anabeth chasqueó la lengua.

— No tenía nada que perder.

Mycroft rodó los ojos, ignorando el comentario de la chica.

"Tengo que encontrar la forma de que subas a ese autobús. Pero para llegar a eso, primero debo vencer tu terquedad... Y creo que ya sé cómo hacerlo."

Siguieron avanzando en línea recta. Durante el trayecto, ninguno volvió a pronunciar palabra.

***

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now