Capítulo Final: Permite que nuestro amor...

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I.

Le tomó un par de horas, pero todo parecía estar encaminado, la nave había fijado rumbo hacía la base estelar 495, en donde la nave USS Buran estaba en reparación y a punto de zarpar de nuevo; dios, como todos en esa nave, Jim ya sentía la necesidad de tomar un descanso, no físico, como las meditaciones que su primer oficial solía hacer, algo más parecido a aparcar la nave e ir a un bar y tomar algunas margaritas. Pero bueno, quizás en la base estelar 495 tendría la oportunidad de hacerlo, Scotty mostraba bastante mejoría, pero imaginaba que aún no tendría el alta médica para comenzar con las reparaciones de la nave cuando arribaran. En cualquier otro momento eso le molestaría, pero ahora, en esos instantes en lo único que podía pensar era en que quería un descanso de todo eso; descansaría de su propia mente si pudiera, pero no era una posibilidad, como hacía tiempo, pero con más intensidad después de todo lo que habían pasado en esa misión, en lo único que podía pensar el Capitán de la nave insignia de la flota estelar era en su primer oficial, el Comandante Spock.

Sabía que Spock estaba descansando en su camarote, habían acordado hablar más tarde; y lo era, cerca de las nueve de noche al menos en ese horario simulado, el vulcano casi nunca dormía asique no tenía miedo de interrumpir su descanso, además algunos detalles de la misión aún podían ser comunicados, no había razón para estar inquieto… Pero se encontraba en efecto algo nervioso, lo que fuera que Spock le dijera podía definir su amistad, su relación, no sólo hasta la próxima misión, sino tal vez de por vida.

Nada le indicaba que sería rechazado, tampoco había muchos indicios que hicieran suponer lo opuesto; Spock siempre iba a ser su misterio, su mayor enigma. Espías, hombres zombie, luciérnagas que hacían no sólo energía sino potenciales armamentos, una perra con cabello rojo y aires de despotismo tratando de hacerlos desaparecer del mapa; todo eso, al lado de los sentimientos de Spock no eran más que problemas rutinarios, escaramuzas, asuntos nimios a los que cualquier capitán de la flota se podía enfrentar.

Cuando entró al camarote del medio vulcano después de que este le diera autorización para hacerlo, pudo confirmarlo, el aire había abandonado sus pulmones, el aliento su cuerpo; la serenidad su mente, y de cualquier manera sonreía, como si obtuviera algún tipo de satisfacción paradójica de toda esa confusión, que no era sobre si mismo, él estaba muy seguro, de que sí Spock le dejara, le basaría una vez más hoy, y todos los mañanas, incluso si eso implicaba una separación después.

No, la confusión, la pregunta, era de Spock, él sólo se hacía cargo de los sentimientos por los dos, estaba ahí para decirle a Spock que estaba bien sentir, que podía permitírselo y si no podía, si era una empresa demasiado difícil, si era demasiado pasado, él podía llevar el peso por él, ese era el tipo de amor que Jim sentía por Spock… El tipo de amor que su comandante sentía por él, ese era el enigma, pero estaba dispuesto a pelear por ese amor, a poner de su parte para resolverlo.

—Hablé con el Capitán Lorca —dijo Jim, luego de aclarar su garganta—, confirmó la versión del Comandante Moore, oficialmente él esta de vacaciones, supongo que el planeta en que las tomara era su asunto, lo escoltaremos hasta la base estelar; ya mande el reporte a la flota, el planeta esta oficialmente clasificado como en cuarentena.
Después de dejar a los prisioneros en la base estelar más cercana no tenemos misión asignada.

—Un tecnicismo —dijo Spock entre sorprendido y complacido, por la formalidad por la que Moore había escapado de una sanción o investigación.

—Sabía que iba a gustarte… Spock, dijimos que íbamos a hablar —dijo Jim, mirando directamente a los ojos oscuros de Spock, dando unos pasos desde la puerta, donde se había quedado parado hasta ahora; manteniéndose más cerca a la cama donde Spock estaba sentado.

Las luces de la gruta de Auckland [Spirk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora