La mejor cura o un sueño imposible

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[ Notas del autor: ¿Les gusta la nueva portada?, creo que queda mejor con la historia; el fan art es de Gj-Fangirls, si se pasan por su Tumblr verán que tiene cosas Spirk muy bonitas.

Y ahora sin más que decir, les dejo con el capítulo... ]

Un hombre que no estaba vivo o muerto, ese fantástico escenario era el que Christine les había planteado a través del comunicador, esa sentencia parecía no tener lógica, parecía un absurdo, un chiste; pero la enferma Chapel era una persona seria, y McCoy se jugaba el pellejo a que la misma no le jugaría una broma estando el señor Spock delicado, después de todo tenía sus sospechas de que la admiración que está le tenía no era simplemente admiración, sino afecto, aprecio, uno que no era correspondido, se preocuparía por ello si no fuera una constante que Spock no correspondiera a los sentimientos de los demás. Al menos ahora podía asegurar, (porque lo había experimentado de primera mano), que éste guardaba sentimientos muy profundos por su mejor amigo, aun así, no se esperanzaba en que estos fueran a resolver sus conflictos emocionales pronto.

Y no era como si pudiera culpar a Spock por todo el asunto —aunque le gustaría y mucho—, Jim también llevaba algo de responsabilidad en eso, por mucho tiempo se había puesto en el lugar de su mejor amigo solo con tal de estar cerca de él, lo que su capitán consideraba un privilegio, él lo veía como algún tipo de tortura arcaica. La formalidad con que se trataban, lo difícil que se le hacía comunicarse con él de temas personales, ambos tenían problemas expresando sus sentimientos, tan bravos como eran enfrentándose a lo inexplorado, ellos temían, actuaban con cautela y se movían por terreno seguro, Jim para no abrumar a Spock y por su temor a no ser correspondido, y Spock… bueno, para hacer un examen exhaustivo de su psique tendría que estar en su mente o viceversa, que Dios lo amparara si algo así llegaba a suceder de nuevo, a resumidas cuentas, a Spock le asustaba sentir, porque tener sentimientos le haría más humano.

Para ser una raza que amaba y defendía cada pequeña criatura, cuantos reparos tenían con la humanidad, en el fondo porque los tenían, profundos y tumultuosos sentimientos que agobiarian e intimidarian a cualquier humano; o por lo menos esa era su hipótesis sobre los Vulcanos.

—Voy en camino —dijo McCoy ni bien pudo salir de su estado de estupefacción—, no lo muevan.

—Lo esperamos, —dijo la enfermera, notablemente más tranquila.

—Que nadie abandone la sala de teletransporte, mantendremos al grupo en cuarentena bajo observación, —Añadió antes de dar por finalizada la conversación.

—¿Cree que ese hombre tenga lo mismo que Spock?, —Preguntó Jim, esperanzado en que la nueva información pudiera servir para diagnosticar el mal que aquejaba a su primer oficial, a la vez que mortificado porque el cuadro de Spock pudiera avanzar de la misma manera.

—No lo sé, lo encontraron flotando en esa caverna, es posible, ¿De dónde habrá salido ese hombre?, creía que en ese planeta no había ningún organismo de esa complejidad.

—La federación cedió la exploración del planeta a un consorcio minero, —dijo Spock, atento la conversación a pesar de que sus compañeros debatían cómo si él no se hallara presente.

—Debe tratarse de un obrero, lo que no entiendo, es que no hayan reportado ninguna desaparición o inconveniente a la flota, —dijo Jim pensativo, la idea de que esos trabajadores les estaban ocultando información hizo aparición en su mente, y sus sospechas respecto a esa concesión aumentaron.

—Debo irme, —dijo McCoy.

—Déjeme acompañarlo, —dijo Spock tratando de ponerse en pie.

—De ninguna manera, duende —lo retó Bones—, su estado es crítico, cualquier patógeno podría matarlo en este momento, no se expondrá a lo que sea que tiene ese sujeto.





McCoy no tardo mucho más en salir, fue rumbo a la sala de teletransporte, y al llegar encontró al escuadrón de exploración aún con sus trajes de batalla aislantes; recostado en el suelo estaba el cuerpo de un hombre de unos cincuenta años, rubio canoso, piel rosácea y pecosa, de alrededor de un metro setenta de altura, de cuerpo robusto y cubierto con un mono de trabajo color gris totalmente empapado. A pesar de su estado rígido y de que su respiración era imperceptible a simple vista, el color en su cuerpo no era el de un cadáver. Lo analizó con su tricorder médico y efectivamente estaba vivo, las señales de vida eran débiles, aunque sorprendentemente estables, su metabolismo había descendido drásticamente al igual que su temperatura corporal, el primero solo funcionaba al treinta por ciento.

—Este hombre… Parece que está sumido en una especie de letargo —dijo masticando las palabras, le hubiera gustado tener un diagnóstico más preciso; pero en ese momento solo podía limitarse a exponer los síntomas, ya luego podría especular—, hay que transportarlo a la enfermería de inmediato, en la sala contigua a la de Spcok, los demás tomen una ducha descontaminante en la bahía médica y luego reportense para un examen.

—Doctor, —Lo llamó Sulu.

—¿Alguna duda Sulu?, —Preguntó, impaciente por irse.

—Cuando bajamos, no hayamos ni una sola libélula, —En ese momento Marcus le mostró las muestras que habían recogido; agua y luciérnagas, ni un rastro de las libélulas.

—Ellas estaban por todas partes, esto no tiene sentido.














—Hubiera deseado ayudar al Doctor en su investigación, —dijo Spock, aún con la sensación de que presenciar el estado de ese paciente le hubiera dado una revelación, una idea sobre su estado; sí su vida estaba en peligro él debería ser capaz de ayudar, de sumar esfuerzos con la tripulación… Y no lo iba a negar, la curiosidad le motivaba, incluso aunque se sintiera demasiado agotado para demostrarlo.

—Bones tiene razón, ya podrá saciar su curiosidad científica cuando mejore, ahora debería descansar. —dijo suavizando el tono.

—Lo intentaré Capitán.

Finalmente Spock se dispuso a descansar, realmente se sentía cansado; su respiración aunque no había mejorado, se había estabilizado en un ritmo lento, podía hablar con relativa eficiencia, pero lo único que deseaba en ese momento era dormir. Se recostó en la camilla, y cerró los ojos, nunca había sido tan consciente de su doble párpado como en ese momento, en el que ambos se sentían igual de pesados, apoyó sus manos sobre su pecho, flexionando los dedos meñique y anular de ambas manos, mientras que juntaba los dedos medios e índices, para entrar en un estado de concentración vulcana, pero tan sólo unos segundos después sus manos cayeron por su propio peso, se había visto sumido en un sueño profundo.

—“Un buen sueño lo cura todo Spock” —dijo el capitán, citando la línea de un libro para niños, un clásico de la literatura terrana—; no tienes que preocuparte por nada, sólo en concentrate en ponerte mejor.

Después de decir aquello, peino con sus dedos el flequillo de Spock hacia un lado.

—Si amarlo fuera sencillo, Spock, todos lo harían, cualquiera se arriesgaría a hacerlo, yo no creo en los escenarios sin salida, y nadie puede convencerme de no perseguir mis metas, mis sueños, ni siquiera usted —exclamó suspirando—, así que, si tienes que irte a vulcano y casarte en un futuro… Lo entiendo, pero no vas a convencerme de renunciar al hoy, por miedo al mañana, porque tengo el hoy y el futuro es el más inexplorado escenario, y si algo va a matarme, bueno, deja que nuestro amor sea mi Kobayashi Maru.

[ PD: ¿Alguien ve Star Trek Discovery?, mi fangirleo por Lorca va a llevarme a la muerte.]

Las luces de la gruta de Auckland [Spirk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora