— ¿De qué hablas?

— El martes pasado, luego del primer recreo. Llegaste tarde a clase.

— ¿Y desde cuándo tú controlas mis horarios?

— No es control. Es solo que si Mycroft Holmes llega tarde una clase, es porque algo grave pasó.

El pelirrojo rodó los ojos. Aun así, ella tenía un punto. Siempre era el primero en llegar al aula, sin excepciones. No era de extrañar que su pequeño retraso llamara su atención.

— Solo hablé con una profesora. Nada de qué preocuparse.

Anabeth lo observó, expectante. Mycroft supo que no dejaría el asunto de lado así nada más.

Suspiró con cansancio.

— Si te cuento, ¿prometes no reírte?

— Haré lo que pueda.

— Anabeth... —advirtió.

— ¿Qué? Solo soy realista.

Mycroft rodó los ojos.

— Qué remedio. El asunto es que... ¿¡No dije nada y ya te estás riendo!? —exclamó indignado, al ver la sonrisa insipiente en sus labios—. No. De ninguna manera hablaré.

— ¡Ay, vamos! Lo siento. Prometo tomármelo en serio. —al ver su reticencia, agregó—. Si me rio, te doy permiso para tirarme hojas en el pelo. —su rostro volvió a adoptar un semblante serio.

Mycroft elevó una ceja con interés. Era un acuerdo justo.

— De acuerdo. —cerró su libro y lo acomodó sobre su regazo—. Como sabrás las universidades, además del rendimiento académico, también prestan especial atención a las actividades realizadas fuera del salón de clases.

Anabeth asiente con la cabeza. Toda su atención se centró en el genio.

— A raíz de ello, mi madre me ha insistido en que tomara alguna clase extracurricular, además de las clases de debate.

— ¿Por qué? ¿Con qué necesidad?

— Un capricho. —se encogió de hombros, sin molestarse en ocultar su fastidio—. Ella fue profesora. No es de extrañar que se vuelva algo quisquillosa con estos temas... En fin. Platiqué con la profesora Evans con la intención de unirme a su clase. He ahí el motivo de mi tardanza.

— Evans... ¿Amelia Evans? Es la profesora de...

— Teatro. —completó la frase por ella—. Correcto.

Anabeth ladeo la cabeza, mirándolo con curiosidad.

— No sabía que te interesara la actuación.

— No me interesa. —remarca—. Era eso o hacer algún deporte. La decisión fue obvia.

— Oh, entiendo. Lástima que no te unieras al equipo de vóley. El grupo de los chicos comparte los entrenamientos con nosotras. Pudimos haber jugado juntos. Piénsalo para la próxima.

— Si... Temo que eso no va a suceder. Antes muerto que hacer ejercicio.

— Te haré una pregunta seria. ¿Qué diablos hacías en las clases de educación física?

Mycroft desvió la mirada hacia un costado, recordando con repulsión sus primeros años de secundaria.

— Sufrir. —dijo, luego de una larga pausa—. Sufrir miserablemente. Tan sencillo como eso.

Anabeth pellizcó el puente de su nariz mientras negaba con la cabeza.

— Okey... Volviendo al tema principal. Clases de teatro, ¿eh? ¿Por qué pensaste que me burlaría? Es una actividad como cualquier otra. —lo miró, regalándole una sonrisa tranquilizadora—. ¡Es más! Considerando mi pánico escénico, creo que soy la persona menos indicada para burlarse. Ya quisiera yo poder pararme arriba de un escenario.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now