Epílogo

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Sutter's POV
Apretaba el manubrio de mi moto a la vez que el panorama verde se hacía más y más vasto frente a mis ojos. Desde que dejé atrás a la civilización, algo se me apretaba en el pecho; un presentimiento. Siempre fui alguien muy intuitivo, que se guiaba de sus instintos pues estos jamás me fallaban. En el primer segundo en que escuché la voz de aquella mujer por teléfono, supe que algo andaba mal y no debía hacerle caso.

Pero no tenía opción, porque ella sabía todo.

FLASHBACK

El negocio de las drogas es una reliquia que ha estado en tu familia por generaciones. Me pregunto cuánto más durará si le envío estos informes de irregularidades bancarias a la policía...

El cuerpo se me entumeció, pero no permití que mi voz lo diera a demostrar.

—¿Usted de qué me está hablando?

¿O qué tal si le muestro informes de personas que trabajaron para tu padre y luego desaparecieron muy misteriosamente?

—No sé...

¿Qué tal el caso de Nicholas Smith? Nunca llegaron a procesar a los culpables de su asesinato...

Mierda, ¡sabe sobre el padre de Ed!

—¡Bien, ya cierre la maldita boca y diga qué es lo que quiere! —Apreté la mandíbula junto con el teléfono sintiendo mi sangre ebulliendo hacia mi cabeza. Soltó una risa amarga.

Apunta la dirección que te daré y ahí hablaremos —acordó.

Antes de que pudiera pensar en nada, añadió:

Y cuidadito si piensas en asesinarme. Que si algo llega a pasarme, ten por seguro que todo el mundo sabrá sobre los crímenes de tu familia.

Pasé saliva aún con la rabia dentro de mis cavilaciones.

—De acuerdo.

FIN DEL FLASHBACK

Una pequeña y rústica cabaña se asomó en el paisaje verde. Fui deteniendo la moto para aparcarla, no había absolutamente nada ni nadie más alrededor, ni siquiera se podían vislumbrar animales silvestres. Era como si aquella vivienda hubiera sido construida sólo para estar ahí.

Me desmonté y me quité el casco, el aire de aquella nada me corrió por todo el rostro, parte de él subliminalmente susurrándome que no debía entrar ahí, que tomara mi moto y conduciera de vuelta a la ciudad. No obstante, le iba a dar la cara, no solamente porque ella tenía información, sino también porque no quería que pensara que podía intimidarme. Las personas me temían a mí, no al revés.

Caminé hacia la entrada de la cabaña, un modesto pórtico cercaba la puerta del resto del terreno. Rápidamente me aventuré hacia allí. No había ni una sola ventana así que no tenía ni idea de cómo lucía el interior.

Toqué la puerta tres veces luego de dar un largo suspiro. Mientras aguardaba, palpé la navaja de emergencia que tenía escondida bajo mi camiseta; la peligrosa energía que sentía a mi alrededor de pronto se tornó más pesada.

De repente la puerta se abrió ante mis ojos tomándome totalmente desprevenido, ya que ni siquiera había escuchado pasos acercarse a ella. Una mujer de tez clara y penetrantes ojos marrones me recibió con la sonrisa más diabólica que hubiera presenciado jamás. Ni siquiera la conocía bien, pero yo sabía de maldad, y ella..., ella tenía mucha.

Se pasó una mano por su corto cabello rojizo y habló:

—Veo que eres un hombre de palabra. —Me quedé mudo—. Pasa.

Reescríbeme ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora