Capítulo 07

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Me acosté boca abajo con el punto de buscar más comodidad

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Me acosté boca abajo con el punto de buscar más comodidad. Agh, qué duro era este sofá. Coloqué mis brazos a ambos costados y por encima de mi cabeza. Extendí mis piernas un poco quedando en posición de caída libre.

Nop, no funcionaba.

No sabía si era la tela antigua del sofá, o si era su tamaño o simplemente era por el hecho de que me encontraba durmiendo sobre un tonto sofá y no en una cama. El punto es, que no encajaba.

Intentaba girar de nuevo mi cuerpo boca arriba, pero me llevé una gran sorpresa al no tener mi espalda apoyada sobre la superficie del sofá, sino que acabé cayendo al suelo bruscamente.

—Ay —Gemí de dolor—. Cuando dije que no encajaba en el sofá, no me refería a esto. Últimamente todo lo que pienso se está volviendo muy literal.

—¿Hablar sola por las mañanas es costumbre en Nueva York, princesita? —Su molesto y amargo timbre me sorprendió por detrás.

—¿Qué no tienes que ir a cosechar en tu tractor? —le respondí poniéndome de pie.

—¿Qué no tenías que despertar en el sofá y no en el suelo?

—Oh, ¿hablas de esa cama de clavos?  —Le señalé con disgusto el sofá.

—Lo siento, princesita, pero no todos tenemos la oportunidad de tener muebles victorianos en nuestros hogares. Como sea, no tengo tiempo para tus caprichos. Mamá te preparó el desayuno.

Se agachó un poco y puso un plato de huevos fritos con tocino y una taza de café. Mi mente me reclamaba en ese momento que ni pensara en hincarle el diente a eso por la cantidad de grasa que debía contener, pero mi estómago rugía como dinosaurio y olía muy bien.

—Gracias.

E inexpresivo como siempre, sólo se limitó a asentir. Justo cuando se dio la vuelta para marcharse, lo detuve.

—Oye —Se dio vuelta—. ¿Dónde está el baño?

—A mitad del pasillo a la derecha.

—¿Y dónde voy a dejar toda mi ropa y mis cosméticos? Necesito mantener mis acondicionadores en un lugar templado —le advertí con seriedad. Ya se arruinó mi atuendo de ayer, no permitiría que se echara a perder lo demás.

—Bueno, vas a tener que acostumbrarte a las cosas pequeñas porque lo que no quepa en un estante y en un cajón, se irá a la basura —habló sin rechistar, abrí la boca totalmente sorprendida.

—¡¿Pero cómo es posible?! ¡No puedes hacer eso! ¡Tú...! —Me dio la espalda para irse sin dejar a que terminara de hablar.

Miré a todos lados tratando de mantener la calma cuando me llevé otra gran sorpresa al no encontrar mis valijas. ¡Se robó mis valijas!¡Ladrón! ¡Ladrón! ¡Ladrón!

—¡¿Dónde rayos están mis valijas?! ¿Te las robaste? —lo acusé histéricamente.

—¿En serio? —Sonrió con ironía—. Para tu información, princesita, yo no robo, trabajo; es lo que las personas normales hacemos para sobrevivir y conseguir las cosas. Tal vez tú no sepas de eso. —Me juzgó clavando sus irises azules sobre mí haciendo que retrocediera, ¿cómo rayos lograba intimidarme?—. Ah, y tus maletas están en el cuarto del fondo. Sólo podrás cambiarte en ese lugar, y que a tu diminuto cerebro no se le ocurra tocar o husmear las cosas que están ahí. Recuerda las reglas que acordamos.

Reescríbeme ©Where stories live. Discover now