Capítulo 10

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Tomé el paño y el spray limpiador a la vez que acomodé mi teléfono entre mi oreja y mi hombro

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Tomé el paño y el spray limpiador a la vez que acomodé mi teléfono entre mi oreja y mi hombro.

¿De qué es el local? —cuestionó curiosa Lidia al otro lado del teléfono. Luego de que había escuchado su mensaje de voz, no dudé en contactarla.

—Es un mercado y una licorería. Puedes comprar comida de todo tipo a la vez que te embriagas —describí y la oí reír suavemente.

Le había contado la mayoría de las cosas. Desde el alocado plan de papá hasta la aún más loca forma en la que acabé viviendo aquí. Cada vez que hablaba no dejaba de asombrarse. En algunos momentos se mostró extremendamente preocupada, más cuando supo que no contaba con el dinero de la cuenta y que corría el riesgo de no entrar a la universidad. Pero en otras, sólo estaba agradecida por el hecho de que Ed y Hellen aparecieran para darme refugio.

¿Y cómo le va trabajando ahí?¿Es fácil?

Desvié mi atención de la llamada hacia el sordo estruendo de un vaso de cerveza que se volteó y derramó sobre una de las mesas que estaban en medio del local. El chico que cometió el accidente parecía estar ebrio, así que en lugar de hacer algo, sólo se dedicó a reírse como cerdo desbocado. Solté un profundo resoplido de fastidio.

—Lo es, pero a veces sólo quieres aventarle té caliente en la cara a los clientes. Te llamo luego, Lidia.

Colgué la llamada para dirigirme a donde se encontraba el rey de los chimpancés. Llegué hasta su mesa y comencé a limpiar todo su desastre.

—Yo estaba durmiendo —relató—, y de repente vino un tierramoto.

—Un terremoto —le corregí su estupidez tratando de terminar rápido e irme para dejarlo solo. Ya entendía por qué Ed a veces no tenía mucho contacto con los clientes, eran más fastidiosos que la urticaria.

—Eso mismooo, y luego la mesa se comenzó a mover así: tucutucutucutucu —agitó la mesa a la vez que hacía esos molestos sonidos. Varias botellas procedieron a caerse.

Pasé mi mano por mi frente mientras bufaba tan fuerte que varios mechones de cabello que caían sobre mi rostro se levantaron por mi exhalación. Hellen divisó la escena de lejos, a lo que esta puso cara apenada antes de acercarse.

—Es todo un fastidio —comentó observando la risa del ebrio individuo—. Le advertimos con vetarlo cada vez que viene y hace este tipo de desórdenes. Pero siempre pide más de una botella y termina totalmente inconsciente de sus alrededores. Yo me encargo, linda. Ve a llevar aquel pedido.

Hice caso y me acerqué al mostrador. Tomé la bolsa, mi corazón dio un vuelco al ver la dirección.

—¿A dónde es? —preguntó Ed haciendo que me desconectara.

—¿A dónde crees? —Le miré sarcástica, echó la cabeza hacia atrás al caer en mi insinuación.

—Tienes peor suerte de la que creí.

Reescríbeme ©Where stories live. Discover now