Capítulo 21

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El tiempo de espera a que hablara parecía de nunca acabar

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El tiempo de espera a que hablara parecía de nunca acabar. Nos encontrábamos en la sala de estar del departamento de Dakota con Ed perdiendo su mirada en la montaña de notas de papel y yo perdiendo la mía en la suya. Este tenía tanto tiempo observando esas hojas que en un punto me extrañó que no las hubiera agujereado. Sus gestos corporales eran mínimos, pero causaban miles de cosas en mi interior. Cuando se tallaba el mentón al pensar, cuando inclinaba la cabeza para estudiarlas mejor, hasta cuando separaba sus labios para suspirar. Lucían simples, pero eran especialmente únicos para mí.

Me despabilé y reacomodé cuando lo vi enfocarme antes de hablar. Hice todo lo posible por lucir neutral y relajada, no quería que se percatara de que había estado babeando por él mientras él estaba tan concentrado.

—Tal vez está tratando de comunicarte algo —expresó, dejándome a millas de distancia de entender pues no era por juzgar ni prejuzguar, pero su argumento era algo bastante obvio.

—¿Cómo así?

—Al menos eso es lo que creo. Según dice esta nota, ella "no quiere hacerte daño". —Marcó las comillas con sus dedos—.  Si en realidad es así, entonces sería bueno que le hicieras caso. Por el otro lado, si en verdad es una farsa y sólo quiere asustarte o burlarse de ti, lo mejor entonces sería que olvidaras todo esto y siguieras con tu vida. De todas formas, ninguna opción es certera.

—¿Y qué crees que debo hacer? —Le pregunté casi en una súplica, mi mente ya se estaba quedando vacía de soluciones y pensamientos. Cada segundo que pasaba era uno más sin saber de Lidia y de su bienestar.

—No lo sé, pero... —Agarró una de las notas, exactamente la que he estado estudiando estos días— algo me dice que ella sabe algo que tú no y está tratando de decírtelo para que estés bien.

Aquello aceleró mi corazón. No obstante, tuve que admitir que tenía mucha lógica y razón lo que me estaba diciendo, pero, ¿qué podría saber esa mujer de mí? Nunca nos hemos visto cara a cara, apenas tuvimos esa pequeña conversación el día de ayer —si a eso se le puede llamar conversación—, pero el enigma con ella persiste. Y lamentablemente, sólo hay una manera de acabar con él.

Tengo que hacer algo al respecto, pero no puedo hacerlo sola.

—¿Crees que sería bueno volver a la biblioteca?

—No —dije rápido—, las notas siempre me las envía ahí. De seguro es porque hay mucha gente y por ende no quiere ser vista.

—Buen punto.

Volvió a fijar su vista en las notas, lo imité. Acerqué, soltando un suspiro, mi mano hacia el montón, entresacando exactamente la primera que había recibido y la última. De nuevo me sentía confundida, como si todo mi sistema estuviera en medio de una gigante humareda. Estaba varada ahí, contemplando cada una de ellas, porque aunque ambas se veían idénticas, sabía que debía haber algo que la hiciera resaltar. Y ahí fue cuando mi mente se aclaró despejando el enorme manto de confusión.

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