Capítulo 28

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Me tomó más tiempo que a todos salir del estado de completo asombro

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Me tomó más tiempo que a todos salir del estado de completo asombro. Paula Hawkins, la que trataba a Valerie como su esclava, la que se paseaba por el campus con su vestimenta y actitud impecablemente radiantes, la que sentía asco por mí por trabajar en un local de comida. Quién diría que una imagen así podría esconder detrás tantos repugnantes secretos.

De nuevo me tocaba ver cómo se desvanecía todo un imperio.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Valerie mordiéndose las uñas por los nervios.

—Seguir con la última fase —dije, las siluetas de los tórtolos se iban alejando hacia la puerta de recepción del motel—: la extorsión. Vamos, Julie.

Sin mucho titubeo, la ojimiel se cargó de su teléfono y nos bajamos juntas del auto. El motel no era de gran tamaño, tampoco tenía una muy atrayente fachada, además de las luces cegadoras que parecían exclamar desesperación por clientela. Nos apresuramos a llegar hasta la puerta de recepción, y justo a mitad de la acera, los pillamos riéndose en plena entrada.

—Pero qué hermosa pareja —habló Julie en voz alta.

Ambos se dieron vuelta a una velocidad fugaz. Se quedaron petrificados cuando nos vieron, como dos ladrones al ser atrapados in fraganti por la policía.

—¿Q-qué hacen ustedes aquí? —preguntó Paula titubeante. Desde aquí podía ver cómo estaba temblando del miedo, a lo que no pude reprimir una risilla.

—No mucho, sólo queríamos ver qué tanto hacía la asombrosa Paula Hawkins los domingos a las cuatro de la madrugada —contesté con sarcasmo. Les di una mirada de arriba a abajo a los dos, ella se pegó a su acompañante intimidada—. Interesante.

—¡Te lo dije, Charles! ¡Nos estaban siguiendo! —le reclamó la pelinegra al hombre, cuyo rostro no podía opacar toda la vergüenza que sentía en este momento.

—Pensé que los habíamos perdido en la carretera, ni siquiera tenía las luces delanteras encendidas —dijo él pasándose la mano por el cabello, desesperado.

—¿Y qué? ¿Ahora qué piensan hacer? ¿Ir y decírselo a todos en la universidad? —Paula caminó hacia el frente para retarnos—. Nadie les va a creer a ustedes. Son sólo unas estúpidas lagartijas becadas.

Sonrió con maliciosidad cuando dijo aquello con la expectativa de que iba a ofendernos, sin embargo, Julie y yo nos miramos mutuamente. Ya era momento.

—Tienes razón, jamás nos creerían a nosotras —Me encogí de hombros. Julie sacó el celular de su chamarra negra y me lo pasó—, pero tal vez sí a esto.

Deslicé mi dedo por la pantalla para mostrar todas las fotos que mi amiga había tomado de los dos besuqueándose —y cabe mencionar que eran muchas—. Los ojos de Paula casi estallaron fuera de su cara cuando vio su rostro en cada una de las fotos. Su enamorado, en vez de tranquilizarla, lo que hizo fue perder el control.

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