Capítulo 28 - Gracias

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— Yo creo que les va a encantar.

Finalizó Terin luciendo realmente convencida, yo, ya no lo estaba del todo.

Comimos en familia, y apenas terminamos de limpiar el jardín, todos nos fuimos a alistar para recibir el año nuevo; en esta temporada, la casa de mis padres se llenaba de vida: primos, sobrinos, tíos y nuevos miembros de la familia deambulaban por los pasillos y jardines de la casa. Había sido una antigua finca inglesa restaurada y adaptada a los gustos latinos de mis padres. Tenía un poco de ambas culturas, pero demasiado amor familiar.

La casa de ladrillo rojo estaba rodeada de jardines, flores y artesanías mexicanas. El comedor de la cocina había sido ampliado para albergar a una numerosa familia. Siempre amé aquella casa, ahí crecí, y cada vez que podía, regresaba a ella.

Cuando regresamos al comedor, los hombres del hogar se encontraban colocando las vajillas de barro y talavera con las que contábamos.

— ¿De dónde han salido estás? —señalé una que tenía algunos alebrijes dibujados en la superficie.

— Es de la tía Cony —aclaró Anton colocando algunas copas con los mismos decorados —. Mamá les pidió que le ayudarán con algunas vajillas, no quiere que nadie se quede sin plato.

Revisé la decoración de la mesa, una que se había ampliado al menos dos metros está noche, había colores y vida por todos lados, sonreí gustosa por la imagen que tenía enfrente. La mesa no solo era alegre, gritaba hogar por todos lados.

— Les ha quedado genial —ellos me sonrieron complacidos —, y todos se ven guapísimos.

Besé la mejilla de Anton y salí del comedor. Tomé profundas respiraciones intentando calmarme, me alisé la blusa, retiré pelusas inexistentes de los bordados Oaxaqueños y revisé que la trenza siguiera en su lugar.

— Te ves hermosa —esclareció mamá mientras se colocaba el mandil.

— Tú también te ves hermosa —mamá llevaba una blusa muy similar a la mía, pero la de ella era color negro, la mía era blanca.

— Si me lo preguntas —habló mientras se alisaba las inexistentes arrugas de su ropa—, yo creo que se le caerá la baba apenas te vea.

El corazón me dio una pirueta dentro del pecho, sin embargo, no pude decirle una sola palabra, pues faltando diez minutos a las nueve, el timbre de la casa sonó anunciando la llegada de la familia Kendrick; para mi asombro, mamá se movió igual de rápida que un guepardo.

Llegué justo en el momento en que ella abrió la puerta y los recibió con la sonrisa más resplandeciente que le hubiera visto en la vida.

— ¡Bienvenidos! —saludó mi madre entusiasmada. Los achuchó invitándoles a pasar, los Kendrick recibieron su entusiasmo con calidez y alegría.

— Muchas gracias. Tienes una casa hermosa —mi madre pestañeó desbordando alegría.

— ¡Oh basta! —se llevó las manos al corazón —. Siéntanse como en casa. Soy Maria Ruíz Morales, la madre de Samanta —me acerqué a ellos para recibirlos.

Se hicieron las presentaciones, entre abrazos y sonrisa los Kendrick fueron guiados por la casa, Nathan, por supuesto, recibió las atenciones especiales de mis tías, primas y sobrinas solteras; apenas pude, me acerqué a abu Gab, quien se encontraba usando su silla de ruedas eléctrica.

— Bienvenido, se ve muy guapo.

— ¿Pero qué dices? Yo siempre me veo guapo —ambos sonreímos —. Gracias por la invitación —besó mi mejilla —. Tienes un hogar hermoso.

Sam #PGP2021Where stories live. Discover now