Capítulo 44: Brillo

764 77 24
                                    

No podía creer lo que estaba viendo, entre su delirio, su mano en el pecho de su querida madre con los ojos de Athan en la parte de atrás de ella mirándolo con terror y tristeza mezclada mientras sentía la mirada penetrante de furia y sorpresa de los demás dragones sobre él. Su madre le regaló una sonrisa, a pesar de la situación ella no le tenía rencor, ¿acaso sabía que no fue él? ¿Sabía que se salió de control un momento por la furia hacia su hermano?

No quería hacerle daño a ella, nunca, era su dulce madre, la persona más importante para él en todo el mundo. Sintió la mano de su madre en su mejilla que por inercia tomó mirándola culpable de haberla herido, de haberla matado.

—Madre... —su voz sonaba en un susurro doloroso mientras veía los ojos azules de su madre escaparse el brillo que poseía de la vida.

—No fue tu culpa... no fuiste tú... —le mostró una hermosa sonrisa, sin nada de rencor, sin enojo, nada, solamente pacífica. —Recuerda...

Como una sombra su madre desapareció de sus brazos casi haciéndolo caer, levantó su mirada aun con sus brazos alrededor de su pecho en donde había estado la silueta de su madre contemplando como los demás dragones iban desapareciendo dejando una cortina de humo detrás de ellos. El último en desaparecer fue Athan. Los ojos azules de su hermano llenos de tristeza junto con lágrimas acumuladas intentando salir lo miraban con tristeza, pero no pudo descifrar bien con que otro sentimiento lo veía.

Una mirada tan melancólica que escondía tantas cosas que no podía entender. Athan alzó su mano hacia él con intención de tocarlo, con algo de duda se fue acercando hacia él, pero cada vez lo sentía más lejos como si una fuerza lo alejara a cada paso que daba. Recordando todo lo que sintió al momento de la muerte de su hermano.

—No —susurró mientras intentaba con todas sus fuerzas alcanzar la mano de su hermano. —Athan... ¡Athan! —exclamó al momento de verlo caer al vacío. Se dejó caer de rodillas con fuerza tocando con sus manos ahora el suelo liso con la cabeza gacha sintiendo un dolor inmenso en el pecho que se propagaba como electricidad.

¿Esto fue lo que sintió Athan?

¿Así se siente el dolor de la pérdida?

Se tocó el pecho gimiendo de dolor sintiendo líquido escurrir de sus ojos.

—Athan, madre... —repetía una y otra vez mientras cerró los ojos con fuerza y seguía abrazándose a si mismo para aguantar la agonía que tenía. Era tan fuerte, tan asfixiante que solo atinó a apretar los ojos, dar un grito y volver a abrirlos.

Un techo fue lo que atinó a ver. Volteó a su alrededor inspeccionando la habitación en la que se encontraba. Un mueble a su lado con un recipiente de agua cristalina, al lado de ese se encontraba otro recipiente con vendas cubiertas de sangre. Frente a él un ropero de madera con bordados bastante familiares para él, en las esquinas de la habitación estaba la piedra más hermosa que haya visto en su vida con toques rojo-anaranjado que daba luz a dicha habitación. Sabía exactamente dónde estaba.

La puerta se abrió dejando entrar a Keira con unas vendas en sus manos y una jarra de agua. Slaven se le quedó viendo con curiosidad, no entendía muy bien la razón por la cual llegó ahí, lo más curioso era que ella lo estaba cuidando, aunque podría equivocarse, pero a juzgar por lo que traía en sus manos estaba en lo cierto.

—Despertaste —dijo Keira al momento de acercarse a la cama. Por inercia Slaven ladeo su cabeza desviando su mirada de ella a pesar que su voz había sonado calmada y sin una pizca de enojo.

—¿Cómo llegué aquí? —su voz sonaba seria como siempre, escondiendo la agonía que sentía por sus heridas.

—Estabas en el mar —le respondió jalando una silla de la esquina de la habitación sentándose a su lado dejando las cosas que llevaba en el buró. —El Qilin te encontró y te trajo con nosotros.

Dragon ChroniclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora