Capítulo 38: Cofre.

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El eco de las gotas se escuchaban en la cueva, una silueta sentada enfrente de lo que sería un lago completamente rojo tenía la mirada perdida en aquel líquido como si fuera lo más interesante del mundo. No sintió cuando alguien había tomado asiento a un lado de él.

— ¿Tan interesante es ese lago? —la voz lo distrajo haciendo que lo volteara a ver.

—Lo que es interesante para mí no tiene que importante, Obelix.

—Pues si lo hace un poco, no eres de los que se queda viendo algo con tanta fijación.

— ¿No eres tú el más alejado de todo esto, el que prefiere estar en las sombras porque todo le resulta fastidioso? —volvió su mirada al lago. —Es algo sorprendente que de repente te preocupe lo que me ocurra.

—Si es cierto que todo lo que pasa se me hace un completo fastidio, sobre todo por la obsesión que Laertes tiene con encontrar ese cofre. —soltó un suspiro poniendo su mano en su barbilla. —Pero tú eres sorprendente, desde que te nos uniste es la primera vez que te he visto distraído y debo admitir que eso me resulta fascinante.

—Nunca pensé que algo te llegara a resultar fascinante. —soltó una pequeña risa. — ¿Debería sentirme alagado?

—Cómo te sientas solamente tú lo decides, ¿yo que tengo que decirte cómo?

—Para ser alguien que puede manipular a quien quiera no se te ve entusiasmado, ¿a dónde se fue esa pasión?

—No lo sé, ahora lo hago más por obligación que por pasión como le llamas. Manipular los sentimientos ya está dejando de ser de mi agrado. —volvió a ver al dragón negro. —Pero tú... eres interesante, no es necesario manipularte para saber lo que estás sintiendo.

—Espero que estés gozando del espectáculo. —se paró bajando la mirada para verlo. —Porque no se volverá a repetir. —se dio la vuelta empezando a caminar con la clara intención de irse.

—Ese rencor, ¿es por tu hermano o tu padre?

No recibió respuesta, solamente el eco de sus pasos. Obelix sonrió de medio lado mirando de nuevo al lago y luego a su muñeca a esa marca de espiral alrededor de toda su mano y antebrazo soltando una risa baja.

Slaven siguió caminando, había encontrado las palabras de Obelix una tontería, solamente una manera de intentar sacar información de él, de una probable debilidad en su ser. No debía de extrañarse, era común en él entablar conversaciones de ese tipo con ese tono tan neutral que no dejaba ver nada de emoción en su ser, solamente para entretenerlo.

—Mecancton. —se dio la vuelta al escuchar su ahora nombre encontrándose con Laertes.

—Dime.

—Ya es hora de irnos, tú llevas a esa chica y Urian llevará al chico.

—Entendido. —caminó pasando de largo al rojo, pudo percibir una sonrisa ladina de su parte. Decidió no darle importancia y continuó su camino hacia los calabozos.

El rechinido de la puerta de metal dio aviso de su llegada alertando a ambos sacerdotes de su presencia. Tomó las llaves que estaban colgadas en la pared.

—Llegas tarde. —le habló al recién llegado que cruzaba la puerta en ese mismo instante.

—Llegar después de ti no es tarde.

—Para mí, sí.

—Dramático.

Ambos dragones se encaminaron hacia las celdas, Slaven enfrente de la cual se encontraba Keira y Urian enfrente de la de Kellan.

Dragon ChroniclesWhere stories live. Discover now