Capítulo 32: Desesperación.

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Athan estaba aún más frustrado que antes. Habían pasado días en los que no había rastros del paradero de Keira. Por más que buscaban y buscaban, en cada rincón de los lugares que ellos controlaban, no encontraban ninguna pista sobre ella.

Tanta era su desesperación que empezó a aventar todo a su paso en el cuarto que poseía en el hogar de Andrew. Los ruidos no se hicieron esperar en la planta baja, tanto que alertaron a los demás, Bastiaan y Deo subieron de inmediato, ni siquiera le dieron tiempo a Andrew o Karsten de reaccionar y acompañarlos. Entraron a la habitación encontrando a Athan casi destrozándola, fueron hacia él agarrándolo cada uno de un brazo.

—Está bien, ya cálmate. —le dijo Bastiaan para calmarlo. Deo lo sujetó un poco más fuerte mientras su superior respiraba con dificultad mirando a todas partes.

— ¿Ya se calmó? —se escuchó la voz de Karsten desde la puerta, Athan frunció los labios y cerró los puños, sabía perfectamente que Karsten nunca doblaba sus sentimientos aunque viera que uno de ellos esté débil, ni siquiera por algo tan simple como la desaparición de Keira, o al menos eso pensaba.

Athan se relajó, sus compañeros lo soltaron. Seguía con la mirada perdida mostrando una clara frustración en sus ojos. No dijo absolutamente nada, solamente salió de la habitación saliendo un momento de la cueva sentándose en la arena.

Se sentía desesperado, ¿por qué no podía encontrarla? ¿Qué le faltaba?

Se acomodó recargando su codo en su rodilla izquierda llevando una mano a sus labios, esa posición lo ayudaba a pensar más detenidamente que era lo que necesitaba en ese preciso momento.

Lo que le desconcertaba era ese chico, no sabía nada de su existencia y de la nada se aparece irrumpiendo el hogar de Karsten para llevarse a Keira en medio de la noche sin dejar rastro y sin ninguna oportunidad de perseguirlos o saber a dónde se habían ido. Lo peor de todo, era que no podía comunicarse con Keira, algo lo bloqueaba y solamente los infernales tenían esa habilidad.

En ese momento tuvo una revelación. ¡Era cierto! Tenía que ser obra de ellos, y que mejor que comprobarlo yendo a hablar con el único que sabían de su ubicación.

Entró de nuevo a la cueva yendo hacia los demás.

— ¿Ya te sientes mejor? —preguntó Andrew yendo hacia él.

—Sí, ¿por qué la pregunta?

—Porque casi destruyes mi hogar y por la mirada que traes en este momento, algo descubriste ¿verdad?

—Sí, llama a los demás, es algo que deben saber todos.

Andrew hizo lo que le ordenó su superior y fue a llamar a los demás dragones. El primero en llegar fue Karsten.

—Veo que tienes una idea. —dijo el dorado acercándose a su compañero.

—Tengo que tratar, no me daré por vencido. —le dio la espalda para ver por la cueva donde podía ver claramente su siguiente destino aunque estuviera a kilómetros de distancia.

—Sé que no lo harás. —se acercó a él quedando a su lado. —Y cómo te dije antes, te voy a ayudar, no importa que ¿entendiste?

Athan lo volteó a ver, sintió que sus palabras habían sido sinceras al igual que aquella vez que las dijo cuándo se llevaron a Keira. Él era el único que podía inspirar miedo incluso a los dragones infernales, era lo que más necesitaba en este momento y no simplemente dejarse llevar por sus instintos que ahorita estaban a flor de piel, debía controlarse por el bien de todos.

Los demás llegaron, ambos se dieron la vuelta para encararlos.

—Bien, aquí estamos ¿qué nos quieres decir? —comentó Andrew una vez que los reunió a todos.

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