Capítulo 2: Encuentros

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Athan entró al pueblo mirando cada lugar con detenimiento. Era curioso... ese lugar. Se notaba que era nuevo en ese lugar, aparte de su mirada, su aspecto llamaba mucho la atención. Era raro que un chico con su atractivo se pasee por el lugar, no es que no hubiera chicos atractivos ahí pero no a tal grado de Athan.

Siguió caminando hasta encontrar un lugar que decía: "Motel".

  " ¿Qué es eso?" se preguntó con curiosidad viendo el letrero. Decidió entrar. Solamente al cruzar la puerta entendió que era un lugar para quedarse a dormir. Ya era tarde, su cambio de clima no evitó que anocheciera anticipadamente.

Se acercó a donde estaba la señorita, puso sus codos en la mesa recargándose esperando a que la chica se diera vuelta para atenderlo. Al hacerlo, la chica se sorprendió. Jamás había visto a un hombre con su rostro.

—¿Le puedo ayudar en algo?—dijo la chica con una sonrisa coqueta.

—¿Un lugar para dormir?—contestó Athan un poco frío pero firme. La chica casi se derrite al escuchar tal melodiosa y masculina voz.

—Si, claro. ¿Alguna habitación en particular?—sonrió coqueta. Apoyó los codos en el escritorio igual que él, se acercó para explotar su escote.

—No. No me importa.—no le llamaba la atención esa chica, ni ninguna por su linaje de dragón.—¿Cuánto?—dijo refiriéndose al costo. Era la primera vez que lo hacía pero tenía la idea de que se pagaba por dormir.

—Por ti lindo, es gratis.—le sonrió con picardía acariciando su mano dándole las llaves de su habitación.

—Gracias.—tomó las llaves y se fue dejando a la chica con la palabra en la boca.

Caminó hacia la habitación que indicaba la llave. La encontró. Habitación 8. Puso la llave en la cerradura, dio la vuelta y abrió entrando. Cerró la puerta tras él y admiró la habitación.

Sencilla. Paredes azules, una cama con sábanas de seda blanca, un mueble café en la esquina, unos sillones en el centro de la habitación y una ventana grande con cortinas blancas meneándose de un lado a otro a otro por el viento que se colaba en ese momento.

Miró la cama, se acercó y se sentó.

—Es blanda.

Sintió la seda bajo sus manos, era una agradable sensación. Se echó para atrás acostándose. Sintió muy cómoda la cama, como si estuviera en una nube y vaya que había estado en varias nubes.

—¡Qué cómoda!

Se puso de lado y sin avisar se quedó dormido.

Fue una larga noche pero tranquila. Abrió los ojos con lentitud acostumbrándose a la luz. Al abrirlos por completo se exaltó, se paró con rapidez viendo hacia todas partes. Soltó un suspiro, se había acordado lo que había hecho antes.

Se pasó una mano por el cabello y salió de la habitación sin rumbo alguno. Solamente iba a caminar por el pueblo observando la vida rutinaria de los humanos.

***

El viento jugaba con el cabello de la chica. Estaba sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta que su amiga había llegado corriendo hacia ella.

—¡Te estoy hablando Keira!—gritó su amiga en su cara.

—¡Ya te escuche!—contestó Keira parándose.—¡Diablos Jean, no me grites!

—Te grite porque no me hacías caso.

Jean era la mejor amiga de Keira. La típica chica popular y bonita del pueblo. Una chica de 1.65 cm de altura, pelo castaño rojizo, ojos verde aceituna, piel blanca, facciones delicadas y finas. Muy femenina a decir verdad. Todo lo contrario a Keira.

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