Capitulo 1: El tamaño sí importa.

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Sin embargo, le concedió una sonrisa mientras se levantaba y rodeaba el escritorio hasta quedar de su lado, apoyándose contra el borde del mueble en silencio. Esperó, por si se atrevía a decir algo más, pero como era de esperarse, su mirada fue suficiente para dejarlo callado.

—Noah, este año cumplo seis años en esta empresa... ¿Lo sabías? —Comenzó en tono dulce, ni siquiera esperó su respuesta, no le interesaba— hice muchas horas extras, me llevé trabajo a casa, el año pasado ni siquiera tomé vacaciones —sonrió—. Conseguí cuentas valiosas... —recordó admirando los nuevos cuadros que había adquirido en una subasta—, tengo tantos contactos en esta ciudad, y tú, un pequeño mocoso del lado oeste, que probablemente vaya a rehabilitación antes de cumplir los veinte... ¿En serio crees que puedes intimidarme con tu patético lloriqueo?

—Yelehen...

Lo calló golpeando la palma de su mano sobre el escritorio, el chico se sobresaltó: — ¿De verdad crees que arriesgaría la confianza de mi jefe para cubrir una de tus tonterías? —Rio— Noah, tu padre se enteró de inmediato en cuanto decidí ayudarte. Lo convencí de no tomar represalias, a cambio de conseguir que fueras a la academia y te graduaras. Y el pobre buen hombre, fue lo suficiente decente para pensar que el futuro de su hijo valía más que uno de sus autos...

Tragó, nervioso: —Me dijiste que si iba a la academia te encargarías de que mi padre no se enterara... —Recordó— que era tu única condición porque te preocupabas por mi futuro.

Soltó una pequeña risa: — ¿Yo? ¿Preocuparme por tu futuro? Mentí, Noah. En eso se basa este negocio —Hizo un gesto enseñando la oficina, en especial hacia los ventanales de la derecha, que daban una espectacular vista panorámica de la ciudad—. Solo que algunos lo hacemos con elegancia, y otros con completa vulgaridad —señaló los contratos que él había traído—. Aprende eso la próxima vez que intentes amenazarme, niño —se inclinó acercándose—. Ahora, desarrolla un par de testículos y ve a decirle a tu padre lo que has hecho.

A esa distancia, podía ver las pequeñas líneas rojas en los ojos de Noah. Quizás se había fumado uno antes de ir a la empresa, para juntar valor, o tal vez solo eran los nervios. Pero ni por asomo, ella creía que iba a llorar, incluso cuando pestañeó varias veces y sus ojos se cristalizaron.

Tras unos momentos de tenso silencio, Noah bajó la mirada y salió de la habitación. Yelehen lo observó con los brazos cruzados. Recordando aquella vez, hacía tres años atrás, que lo ayudó.

O al menos eso intentó antes de que los aplausos, provenientes de su baño privado, la interrumpieran. Sobresaltada, volteó hacia la puerta del fondo, donde un hombre de cabello castaño le sonreía:

—Bravo. Moría por ver a Yelehen Walsreet en acción, no creí que fuera para escarmentar a un crío pero francamente, yo también hubiera agachado la cabeza en su lugar —Sus ojos marrones chispearon—, y eso que tengo varios años más que él.

— ¿Quién eres y por qué estás en mi baño?

El tipo se acercó, era alto y llevaba un traje azul marino a medida, un reloj caro se llegaba a ver en su muñeca. Cuando estuvo a pocos pasos, estiró su mano, Yelehen se la estrechó con desconfianza.

—Soy Harlen Brooks, el nuevo ejecutivo. Hanns me dijo que te esperara aquí para conocernos.

.Harlen Brooks.

No planeaba conocerla así. Se suponía que ambos iban a trabajar juntos durante los seis meses que había prometido estar ahí, por lo que quería mantener una relación cordial con sus compañeros.

Hanns solo le había dado un breve recorrido por la empresa, presentándole al otro ejecutivo, Adam Somalí y a la secretaria general, Bethany. Y solo faltaba conocer a la mítica Yelehen Walsreet, pero se encontraba en una junta. Aunque, en realidad, ellos la habían observado a través del cristal. Seguro no era una reunión importante, porque nadie se molestó en cerrar las persianas.

Dobles intencionesWhere stories live. Discover now