Capitulo 1: El tamaño sí importa.

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.Yelehen Walsreet.

Vivir por cinco años en Ivy Soul, la metrópoli de los negocios empresariales, la había acostumbrado a tratar con herederos que no sabían manejar el imperio que sus padres construyeron.

O no querían.

También hacia cinco años que conocía a Noah York, el futuro heredero de Spark Enterprise, y aun no podía descifrar si él no sabía o no quería lidiar con todas las responsabilidades que eso conllevaba.

A veces parecía querer intentarlo, como cuando invirtió parte de su fondo en una prometedora empresa de software.

Otras, parecía que solo buscaba fundirse, como cuando no investigó lo suficiente dicha empresa, que ahora estaba siendo demandada por robar información personal de los usuarios, con el nombre de Noah apareciendo entre los primeros implicados.

Y en ese momento, el chico de diecinueve años estaba sentado frente a ella, en su oficina, con cara de cachorro avergonzado:

— ¿En que, por amor a todo lo santo, estabas pensando? —cuestionó, alarmada por todo el dinero que había invertido.

—Parecía un buen negocio... —se excusó, acojonado.

Bueno, en teoría, sí. Era un buen negocio. Pero lo conveniente sería que los dueños no robaran información de sus usuarios. O que los de ciberdelitos no se hubiesen dado cuenta. No iba a ponerse moralista a esta altura de la vida.

—Pero... —dejó de mirar en el ordenador los contratos que el chico había firmado, solo para observarlo.

¿Acaso no era consciente de que tenía, literalmente, toda una empresa que se encargaba de las cuentas de otras industrias a su disposición? ¿Qué con solo una llamada a cualquiera de los empleados de su padre, podría haberse asesorado bien de los pormenores de aquel negocio?

—Deja de mirarme así —espetó Noah—, como si fuese estúpido.

—Es que me lo estoy preguntando seriamente.

Cubrió su rostro, quejándose: —Yelehen tienes que ayudarme.

—No puedo solucionar esto, Noah. Tienes que decirle a tu padre —se echó hacia atrás en su asiento, jugando con la pluma dorada en sus manos—. No es como aquella vez que incendiaste un auto de su colección y te ayudé a cobrar el seguro... Y comprar otro. Dilapidaste casi la mitad de tu fondo, todas tus cuentas están a punto de ser congeladas.

Noah comenzó a agitarse, podía verlo, no era conocido por su buen temperamento:

—Si me ayudas en esto, me encargaré de que seas la directora ejecutiva.

Otra vez, lo miró. Sostuvo la mirada de aquel crío, curiosa por como la desesperación y la seriedad podían convivir en esos ojos. Luego soltó una larga carcajada, todo era demasiado divertido.

Noah no se rio, lo que solo hizo las cosas aún más graciosas, porque él en verdad creía que tenía ese poder sobre la empresa.

Futuro heredero o no, Hanns Yorks estaba lejos de morirse, e incluso si no, Yelehen nunca pondría su futuro en manos de aquel chico.

— ¡Deja de burlarte de mí! ¡Puedo hacer que te despidan! —Gritó Noah, acabando con su risa—. Como tú lo dijiste, me ayudaste con lo del auto ¿Cómo crees que se tomara papá eso? ¿Qué la posible ejecutiva de su empresa se lo ocultara? ¿Eh?

De nuevo, aquello era chistoso, pero esta vez ella no se rio. El hecho de que Noah creyera que tenía poder para decidir un puesto era una cosa, pero que creyera que gozaba con el privilegio de amenazarla y controlarla era... Inaceptable.

Dobles intencionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora