023. El día perfecto no existe

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Ocho estaba sentada en una de las tantas bancas de un parque desierto, miraba a las personas pasar y de alguna forma, se sintió un poco normal. Su cabeza parecía querer estallar, y sus ojos le dolían casi que excesivamente, y pensaba cada vez más en que no había estado tan estresada y ansiosa en su vida. 

No sabía que debía de hacer, si ir por Vanya, o por sus hermanos, si irse a buscar a Cinco, o esperarlo, si irse de allí y no volver, o quedarse. Sin tener razones de Cinco solo podía pensar en que tal vez ya no se podía evitar el apocalipsis, pero solo era una suposición y entonces se dio cuenta de que no sabía nada.

Sus hermanos tal vez ya se habían rendido, y tal vez estarían buscando la forma de aprovechar el tiempo que les quedaba, todo parecía estar asegurado, todo parecía ser claro, y a la vez no.

Se levantó de la banca en la que estaba sentada y se teletransportó a su habitación en la academia. Se acercó a su ventana y recordó aquella noche de hace años; todo le parecía tan difícil incluso a esa edad, todo parecía tan confuso, tan irreal.

Quiso volver a esa noche para estar con el ojiverde, quiso que el chico le diera un abrazo, que le dijera que todo estaría bien, quiso poder tocarlo, poder verlo. Pensó en que tal vez no lo volvería a ver, pensó que tal vez incluso ya estaba muerto, que no iba a volver.

Se dirigió a su cama y se recostó en la misma, miró el techo y cerró los ojos. Cuándo empezó a soñar sintió un gran vacío en su interior, vio todo su día pasar frente a sus ojos, sentía que perdía el aire de sus pulmones, y veía como si todo lo que hubiera pasado aquel día desapareciera.

Entonces abrió los ojos nuevamente.

[ miércoles • 8:00]
otra vez

No respiraba bien y sentía el sudor por su frente, se levantó de su cama con toda seguridad de que todo lo que pasó fue un sueño, o que todo lo había inventado solo para no preocuparse más. Lavó su rostro en el baño y decidió tomar aire, la pelirroja salió de la academia a paso acelerado y se dirigió al mismo parque de siempre.  Algunas personas ya estaban fuera de casa y esperaban en la parada del autobús cada vez impacientándose más y más. 

Una ola de preocupación un tanto conocida se apareció por las fosas nasales de la pelirroja y se puso alerta. Se sintió observada y estaba más que preparada para irse lo más rápido posible si sentía a alguien acercarse. Estaba temblando sin razón alguna y miró a su alrededor. Se levantó de la banca en la que estaba sentada y justo cuando iba a empezar a caminar el olor se hizo más fuerte y Cinco se apareció frente a ella, lo que hizo que inconscientemente la pelirroja azotara un golpe hacia la cara del ojiverde.

Cinco se toco su nariz, que sentía iba a empezar a sangrar. Ocho lo miró preocupada y aliviada al mismo tiempo.

—¡Casi me matas del susto! —reclamo la pelirroja— ¿Estás bien?

Ella tomo el rostro de él entre sus manos y pequeñas descargas eléctricas pasaron por los cuerpos de ambos. Los ojos oceánicos de ella estaban mirándolo con detenimiento y pronto una sonrisa salió de sus labios.

—Supongo que podría estar mejor, no lo sé —respondió él sarcástico y ella rodó los ojos para luego abrazarlo.

—¿Dónde estuviste? —preguntó Ocho mientras rompía el abrazo, tratando de no sentirse culpable al ver como la nariz de Cinco empezaba a sangrar.

—En la comisión, creo que ya tengo la respuesta a todo: a quién le pertenece el ojo y quién causa el apocalipsis. El tipo es Harold Jenkins, el tema ahora es encontrarlo.

—Está bien —la pelirroja asintió—. Estaba preocupada, no podía parar de pensar en dónde estabas o si estabas bien, o si debía buscarte o irme y no volver.

Ella miró el suelo y respiró hondo, pero se sintió más tranquila, después de todo Cinco ya estaba con ella en aquel momento. Él con su mano la hizo mirarlo y le sonrió dulcemente, de esa forma que solo él podía hacer y ella sintió un poco de calor en sus mejillas.

—No me atrevería a dejarte sola con esto, igual ya estoy aquí, no tienes que temer Rae.

Hace muchos años ella no escuchaba ese apodo por el cual él solamente la llamaba, ella asintió y el ojiverde le plantó un corto beso en los labios. La pelirroja sonrió casi al instante y se pasó un mechón de su cabello tras su oreja.

—Vamos a casa, debemos a hablar con el resto —Ocho asintió y empezaron a caminar a la academia.

love hurts | five hargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora