021. Patinar es mejor que desgastarme por él

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Ocho suspiró pesadamente y cerró los ojos por unos segundos, luego miro los ojos de mil colores de su hermano y empezó a hablar.

—Con Cinco, todo era... diferente, si sabes, no es el chico que ves todos los días en la calle, no piensa de una manera tan común, no ha tenido una vida normal. Ninguno de nosotros la ha tenido —se miró las manos—. Y justo por eso fue que su manera de relacionarse con los demás me hizo sentirme diferente, cómo si fuera especial. Él me trató cómo nadie nunca, y aunque todos fueran amables conmigo él siempre me quiso de manera diferente. Nunca dudó en que podía dar lo mejor de mi o algo parecido, pero, Dolores podía ser una buena y mala influencia a la vez. No la odio porque quiera a veces pasarse de lista con él, sino porque a veces es como si no quisiera que avanzara en su camino personal.

—¿Tú también hablas con ese maniquí? —la pelirroja lo miro con una sonrisa pequeña.

—Cállate, el fin del mundo no se toma a la ligera —ambos se sonrieron.

—¿Se besaron en la primera semana o que? —el ojiazul la miró divertido y ella solo negó.

—Fue un proceso de unos dos años, en el que teníamos que sobrevivir y ver cómo volver, la esperanza de volver cada vez era más nula, hasta que simplemente tuvimos que vernos a los ojos y decir que éramos lo único que nos quedaba. Con el tiempo, Cinco empezó a ponerse más paranoico, y con lo poco que encontrábamos en libros, podíamos aprender más y más sobre cómo volver. No éramos normales, y si teníamos poderes para ir al fin del mundo, teníamos el poder de escapar de el. Eso durante un tiempo nos distanció, pero aún así teníamos algo grande.

—Entiendo, pero ¿cuándo fue que aparecieron esas mariposas? —él la miró con una mirada pícara y ella solo sonrió levemente mientras bajaba la cabeza.

—Por qué te lo diría.

—Porque soy tu hermano, y quiero saber.

—Sabes lo importante, solo fue que, aunque no lo parezca, su encanto mata a cualquiera.

—Tienes gustos muy raros, pelirroja.

—Cállate, pueden ser gustos raros y todo lo que quieras, pero ha sido una relación muy larga, y muy real.

Se levantó de la cama y se miró en el espejo de su habitación, el sol podía entrar por su gran ventana y le podía pegar en medio rostro.

—No sabes lo que siento al verme en un espejo, volver a ver esté triste rostro. En el futuro el color de estos ojos va a oscurecer, este cabello dejará de ser un bonito atardecer, y se convertirá en un triste día lluvioso. Esta no soy yo, solo es una parte de mi, una parte inocente y cruda de todo lo que soy.

La pelirroja miró a su hermano, quién tenía una expresión de tristeza, de arrepentimiento. Él la miró y sus ojos se oscurecieron notablemente, Ocho hizo una leve mueca y se acercó.

—No puedo leerte la mente, pero si quieres, vamos a esa pista de hielo. Te puedo enseñar muchas cosas, y tal vez puedas sentirte mejor que cuando pruebas cada día una droga diferente.

 .•*:。

—Por favor no me vayas a dejar caer, pelirroja —dijo Klaus mientras tomaba fuertemente del brazo a Ocho.

—Descuida, yo tampoco tengo la seguridad de que no caeré.

—No digas eso, Ocho, ¿esto como se hace? —el ojiazul tenía la mirada llena de nervios.

Ocho le enseñó a mantener el equilibrio al igual que su madre lo había hecho con ella, con paciencia y con perseverancia. Al final Klaus se calmó y ella continuó patinando, intentando agarrar el ritmo después de tantos años. Su hermano la miraba y sonreía de vez en cuando, veía como ella sonreía al ver como algún truco le salía con toda naturalidad. Descansaron por unos minutos y Klaus le ofreció un cigarro, ella lo acepto y se quedaron en silencio unos minutos. Cuando casi acabó su cigarro se levantó y tiró el cigarro al suelo.

 Cuando casi acabó su cigarro se levantó y tiró el cigarro al suelo

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La pelirroja patinó hasta la esquina de la pista e intentó recordar en la medida de lo posible alguna rutina que había aprendido de niña con su madre.

Trató de recordarla, eran pedazos de una memoria lejana, pero aún así patinó con una elegancia abismal. Sus pies casi ni podía sentirlos, sus dedos helados bailaban dulcemente sobre el aire y su cabello era un destaque en medio de los tonos fríos. Sin saberlo, sus hermanos uno a uno empezaron a entrar a la pista, Luther, Allison y Diego, los cuatro. Klaus había dejado una nota diciendo a dónde se dirigían él y Ocho. Solo que la pelirroja no notó ese detalle a la hora de salir de la mansión.

Sus hermanos la observaron y algo en el corazón de cada uno se ablandó. Cuando la pelirroja acabó, todos le aplaudieron con fuerza, mientras ella se apresuraba a abrazarlos, aun con los patines puestos. El abrazo se rompió y Allison se tomó la tarea de decirle lo que había pasado con Vanya y su sonrisa, desapareció lentamente.

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