001. El misterio de las palabras que nunca se dijeron

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Pasados tres años desde la llegada de Ocho y todos ya se llevaban bien con ella. Les parecía que era una niña tierna y dulce aunque misteriosa. No hablaba de lo que había vivido anteriormente, no revelaba ni un pequeño detalle, por lo que sus hermanos se llegaban a sentir algo preocupados. Más que todo Diego, Cinco y Vanya, quienes eran con los que más solía hablar.

Reginald le habló de el asunto de Vanya, a lo cual la pelirroja pensó que era más que aceptable pasar tiempo con ella; incluso intento aprender a tocar el violín, pero no le salió como esperaba.

Un día en las altas horas de la noche, Ocho estaba viendo el cielo estrellado a través de su ventana. Las estrellas tenían un brillo diferente aquella noche, el frío ni se sentía y el silencio era acogedor. Una sonrisa invisible se posó en sus labios al sentir la presencia de él en su habitación.

—Deberías dormir. —dijo él.

—Tener sueño nunca ha sido una opción. —respondió con una sonrisa pequeña que él correspondió mientras se sentaba a su costado derecho.

—¿No te parece dulce ver las estrellas? Me refiero, ver como brillan para ellas mismas, quien sabe si desean irse a otra parte o si quieres ser tan grandes como el sol —ella lo miró y Cinco le correspondió la mirada.

La poca luz de la luna hacia que sus facciones se marcaran de una forma nueva. Solo tenían once años, ninguno veía muchos rostros al día, no tenían una familia habitual, se preparaban para algo de otro mundo, tal vez para morir. Pero en aquel momento solo estaba ella para él y él para ella. 

—Eres muy... —empezó Cinco con duda nacida de un impulso que se arrepintió. 

—¿Muy...? —repitió Ocho frunciendo los labios, no por nervios, sino por curiosidad. Ocho podía sentir emociones gracias al olor, lo cual le parecía muy extraño, sin embargo si tocaba a Cinco o a alguna otra persona, sus respectivas emociones se transmitirían de una manera más fuerte. Pero con el olor a ansiedad, era suficiente.

—Única.

Su voz sonó temblorosa y ambos se sintieron incómodos. Eran niños, no sabían mucho de relaciones interpersonales. Pero la pelirroja si sabía que esperaba algo más y que él no había dicho nada comparado con lo que impulso quiso.

—Hueles a ansiedad. Si me dijeras lo que de verdad querías decirme, estarías tranquilo, y no lo estás, se te nota.

Él chico suspiro y miro sus manos.

—No tienes que decirlo si no estas seguro —le dijo Ocho—. Sé que algún día me lo dirás, así que no tienes que apresurarte, está bien.

Cinco sonrió y la miró.

—No sé si algún día te lo diré, y si nunca lo hago... solo quiero decirte que lo siento —volvió a bajar la mirada.

Ella puso su mano en él mentón de Cinco para que la mirara. Éste se sonrojó, y para que la chica no se diera cuenta, se teletransportó a su habitación. Dejando a la pelirroja con la mano en el aire, confundida, incómoda y con algo de remordimiento.

love hurts | five hargreevesOnde histórias criam vida. Descubra agora