022. ¿Hasta dónde llegará la estupidez de esta gente?

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—Esto es una broma, ¿cierto? —la pelirroja miraba a sus hermanos con algo de esperanza. Luther negó— Pensaba que ahora siendo adultos sabrían lo triste que suena lo que me dicen, ¿o no?

—Ocho, el mundo se acaba en tres días...

—No me digas Luther, no lo sabía —Ocho suspiró y retiró un mechón de cabello de su rostro—. Se suponía que ninguno estaba cómodo con nuestro padre, con la clase de persona que era, y también se suponía que no íbamos a ser igual que él, pero claro, repito, se suponía. Pero tú, Allison, no creo que sepas lo que es sentirse ignorado, excluido de su familia por años. Luego, cuando la persona que inició eso muriera y que aún así, el trato tan miserable siguiera. Miren, ustedes creo que han sido alabados casi toda su vida, justo por eso no pueden pretender que otros no merecen algo de apreciación. Cinco está en la comisión, intentando arreglar algo de esto, y ¿ustedes no pudieron tratar bien a Vanya al menos una vez?

Los hermanos salieron fuera de la pista de patinaje, el día estaba gris y la pelirroja estaba ya algo preocupada. Klaus la miraba de reojo de vez en cuando y Diego parecía tener prisa, y era más que evidente que ninguno de sus hermanos quería continuar con un plan que ni se había establecido. Todo estaba hecho trizas: Cinco en la comisión, quién sabe si logrando lo que quería; la familia casi que destruida y con todo menos con esperanza. 

La pelirroja sintió que debía buscar a Vanya, y que no podía dejarla sola, después de todo, si no podían detener el apocalipsis, ¿por qué no tener a la familia reunida, o al menos sin ningún triste problema? Exacto, no podía haber nada de malo, así que empezó a caminar hacia el departamento de Vanya. Sus hermanos la llamaban pero era claro que su caso era omiso, y tenía derecho (según ella). En la mente de Ocho se estaba creando el plan perfecto para convencer a Vanya de que todo estaría bien y que no había tiempo para pelear, hasta que sus pelos se pusieron de punta al sentir un aura de poder muy grande e ira. 

Aceleró el paso mirando hacia todas partes hasta que la vio, en la mitad de una cale con un hombre. Los postes de luz se estaban doblando y los automóviles estacionados se movían frenéticamente. El hombre con el que iba caminando la hizo caer en cuenta de todo lo que estaba haciendo, pero Ocho no pudo mover músculo alguno, y se quedó viendo como su hermana y su acompañante de alejaban cada vez más.




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—Pues que hayas vuelto, repito, me parece la mejor decisión que pudiste tomar —empezó a decir la encargada—. Y cabe recalcar que es muy posible que tú chica no pueda detener el apocalipsis por si sola, así que ya no hay peligro; pensándolo bien, debiste haberle dicho que viniera también, tiene talento.

Cinco la miraba atento ocultando el claro fastidio que le tenía a la mujer, siempre había tenido algo así como un problema con Ocho. Decía lo ineficiente que era, y luego decía que sería útil, siempre dudando de la pelirroja. Cinco sabía bien que Ocho no era lo mejor de lo mejor, la subjetividad era lo suyo, casi que literalmente, pero no podían decir que era ineficiente por eso, por más evidente que sea.

La pelirroja siempre fue decidida, y a Cinco le irritaba que hablaran así de ella, de su chica.

—Bueno, ella es muy diferente a la clase de personas que trabajan aquí, sabes, es más...

—¿Débil? Sí, lo sé, cariño —Cinco la miro con claro disgusto.

—No, es demasiado para trabajar aquí. Y aunque la llamara, ella no vendría.

—Y ambos sabemos por qué.

Cinco miró sus zapatos, y deseo con todo el amor que le tenía, que estuviera bien.

love hurts | five hargreevesWhere stories live. Discover now