009. Olor a café y un labio partido

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Cuando Cinco y Ocho estuvieron en el fin del mundo, encontraron una prótesis de ojo; el cual estaba en manos de Luther, lo que los llevó a la conclusión de que el ojo pertenecía al causante del fin del mudo.  Tras la misma prótesis estaba el nombre del lugar en el que fue fabricado, y eso era la único que necesitaban para intentar averiguar a quién pertenecía.

Al día siguiente de que hablaron con Vanya, Cinco y Ocho fueron a el hospital donde fabricaron la prótesis. No consiguieron nada, pero, Cinco volvió a ver a Ocho con su lado cínico y loco; eso lo puso algo nostálgico y hasta le hizo pensar que las cosas con Ocho no serían iguales al pasado, pero al menos, su chica seguía pareciendo una loca cuando no conseguía lo que quería.




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Vanya se dirigió a su antiguo hogar, solo para buscar a sus queridos hermanos, que al parecer se habían ido en la mañana. Después de lo que le habían dicho, no podía dejar de pensar en lo que estarían haciendo, si descubrieron algo y si están a salvo. Se dirigió a la antigua habitación de Cinco y se encontró con su hermano mirando por la ventana.

—¿Cinco?

—Vanya.

Mantuvieron una conversación por unos cortos minutos; la cual terminó con que Cinco iba a descansar. Lo que fue suficiente para que Vanya viera que todo estaba bien y se fuera. Cinco suspiró y miró a Ocho, quien que estaba durmiendo en su antigua cama. El ruido que causó Klaus saliendo de un armario, hizo que Cinco apartara la mirada de ella.

—Cállate, Vanya puede volver —dijo Cinco dirigiéndose a la puerta, viendo que Vanya no estuviera cerca—; además, despertaste a Ocho.

Ocho se sentó en la cama con los ojos aún cerrados y sonrió levemente.

—Te dije que te pusieras algo profesional, Klaus —reprochó Cinco.

—Es los más profesional que tengo —respondió Klaus.

—¿Es lo más profesional que tienes? ¿En serio? —preguntó Ocho, restregando sus ojos con sus manos.

—Podemos ver el armario de papá —dijo Cinco a lo que Ocho asintió, él se acercó a ella y le tomo las manos—; duerme un poco más si quieres.

—Dios, mis hermanitos son tan tiernos —dijo Klaus, juntando sus manos y haciendo un puchero.

—Tenemos la misma edad, Klaus  —recalcó Ocho, por fin mirándolo a los ojos.

—No arruines el momento —hizo una pausa—. Son tiernos y ya.

Ocho sonrió.

—Me cambiaré mientras ustedes buscan ropa "profesional" —dijo Ocho haciendo comillas con sus dedos—. Me llaman cuando nos vayamos.



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Cuando llegaron al hospital, Ocho se quedó en la recepción comprando un café para Cinco; mientras los otros dos subían a la oficina del doctor.

—Ya les dije que no les daré ningún archivo —dijo el doctor al ver al Cinco entrar. 

—Pero vine con mi padre —dijo indiferente, metiendo sus manos en sus bolsillos.

—No me importa, puedes irse ahora.

Klaus se sentó.

—Por favor, mi hijo solo quiere saber y nada más, no le cuesta nada.

—No voy a darles nada, entiendan.

—Esta bien, no quisiste por las buenas, ahora será por las malas —Klaus se puso de pie—. ¡Alguien ayúdeme, el doctor le rompió el labio a mi hijo!

El doctor lo miró confundido y Klaus golpeó a Cinco.

—¡Señor, pare!

Ocho venía y vio aquel espectáculo, no iba a hacer nada hasta que Klaus se estalló algo en la cabeza, ella no pudo identificar que fue, así que entró la dio el café a Cinco sin mirar su labio y dio la vuelta al escritorio para acercarse al doctor.

—Ahora ya no hay nada que me detenga —susurró Ocho, cerrando sus ojos. Klaus y Cinco vieron como por la venas del cuello del doctor, se conducía un líquido grisáceo. Los ojos del doctor se volvieron del mismo tono grisáceo y Ocho abrió sus ojos, ambos tenían los ojos del mismo color. Solo que  los ojos del doctor volvieron a la normalidad.

—¿Ahora nos va a ayudar? —preguntó Ocho.

—Síganme.

love hurts | five hargreevesWhere stories live. Discover now