Capítulo 22

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Scorpius lo guió por entre los locales, alejándose de la clientela, alumnos y cualquier edificación, rodeando Cabeza de Puerco: durante unos momentos, Albus dudó seriamente en regresar, convencido de que el chico le estaba jugando una broma, puest...

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Scorpius lo guió por entre los locales, alejándose de la clientela, alumnos y cualquier edificación, rodeando Cabeza de Puerco: durante unos momentos, Albus dudó seriamente en regresar, convencido de que el chico le estaba jugando una broma, puesto que no paraban de dar vueltas y caminar, pero pronto Scorpius se detuvo. 

Habían llegado a su destino. Albus se encontró a sí mismo mirando con embelesamiento, sin poder creerlo. Agua transparente, pinos, el sol reluciendo en la superficie; debía de tratarse de algún mundo ficticio paralelo, al que lograron entrar de pura casualidad, pues no había manera de que el mundo humano fuera tan hermoso. Incluso a pesar de haber visto los jardines de Hogwarts, siempre impecables, ya que aquel sitio tenía un aire distinto, más natural, aunque podría deberse, también, a la falta de personas.

Podía ser un bonito lugar, pero eso fue lo que más gustó a Albus; estarían toda la tarde solos, sin que nadie los interrumpiera ni les diera miradas de curiosidad. 

--Ven--Scorpius dijo, tomando su mano y tirando de él. 

Se sentaron bajo el sol, pues el frío aún les entumece las manos y pies, y Scorpius se apresuró a quitarse la capa de abrigo y sacar de su bolsillo pequeño una bolsa de cuentas. 

Albus la reconoció al instante.

--¡Por Merlín! Nos vas a meter en problemas.

El chico sacudió la cabeza, dándole una sonrisa que prometía problemas. 

--Técnicamente, no--respondió--. No fui yo quien hizo el hechizo, sino tu tía. Y ella es mayor de edad, así que...

--Increíble--Albus murmuró, mirándolo con curiosidad e impresión a la vez--, te las arreglaste para romper las reglas sin posibilidad de consecuencias. 

--Bueno, había que traer esto--de la bolsa, sacó una gran canasta, ante la cual, tan pronto Albus la vio, no pudo evitar reír un poco. Jamás había imaginado a Scorpius con esta imagen, en un campo precioso y una canasta en manos, como si fuera la mismísima caperucita roja, del cuento muggle.

Oh, ¿Y eso en qué lo convertía a él?, ¿La abuela? Dios, no.

"--Lo cual, antes de que puedas regañarme por mi falta de ética o algo así, contiene tu comida favorita. 

--Bien--Albus le dio una fingida mirada de seriedad--, quizá, solo quizá, no te acuse con McGonagall.

Se rindió al instante en que Scorpius se lanzó a hacerle cosquillas. Debería de considerarse una tortura. Y su mirada pronto se vio vuelta hacia el paisaje. Con Scorpius allí, frente a él, mejoraba diez veces más de aspecto.

--Es hermoso--dijo, observando cómo revolvía la canasta.

Scorpius alzó la vista momentáneamente, sonriendole con cariño.

--Igual que tú--contestó--, ahora, para ti.

Albus se inclinó con expectación. Tenía tantas comidas favoritas que no tenía ni la menor idea de cuál sacaría, por lo que se sorprendió gratamente al ver que eran sandwiches de mayonesa, lechuga y aquella salsa especial que solo podían preparar los elfos domésticos de Hogwarts. Merlín, probablemente era un raro por tener tal gusto, pero era culpa de su madre, en parte, por siempre permitirle prepararse para cenar lo que él deseara. Es decir, el pequeño Albus Potter experimentaría hasta conseguir su almuerzo ideal, a pesar de asqueroso.

Moהotoהía (SCORBUS)Where stories live. Discover now