— Lo siento, profesora. No volverá a suceder. —habló adoptando su tono formal, así como su postura recta. Ahora era Anabeth quien hacía el esfuerzo por contener la carcajada.

Crane asintió satisfecha y reanudó su tarea, haciendo algunas anotaciones en la pizarra.

Mycroft, avergonzado por la reprimenda, volteó a ver a su compañera.

Anabeth solo se encogió de hombros con diversión y susurró la palabra <<Karma>>, deleitándose con la mirada envenenada que le dirigió el pelirrojo.

Crane reparó en ellos. No pudo evitar sentirse extrañada ante el comportamiento de sus estudiantes. Recordaba que el año pasado había enviado a Smith al frente de la clase, donde su incesante parloteo pudiera ser cesado de manera definitiva. Su decisión había sido acertada, puesto que la conducta de su alumna había mejorado considerablemente durante el transcurso del ciclo escolar.

Sin embargo, ahora que daba comienzo al nuevo año estudiantil, había sido una sorpresa para ella encontrar a la castaña al frente de la clase por voluntad propia. Le desconcertó aún más verla congeniar con el señor Holmes.

Apretó los labios con amargura. Solo rezó internamente porque las malas influencias de la ojimiel no pusieran en peligro la conducta intachable de su alumno estrella.

Otra parte de ella, sin embargo, se mostró complacida al saber que Smith no representaría un dolor de cabeza ese año.

— Abran el manual en la página 10. —indicó, comenzando así la lección del día.

Todas las miradas se dirigieron hacia ella. La clase continuó sin interrupciones.

***

La joven se tumbó en el césped y respiró profundamente, inhalando el aroma de la vegetación. Algunos rayos de luz se filtraban entre las hojas del roble, entibiando su piel.

— Admito que voy a extrañar este lugar. —soltó al aire luego de una larga pausa.

Mycroft, quien se hallaba sentado con la espalda recargada contra el tronco, desvió la mirada de su libro y contempló a su compañera.

— Apenas ha iniciado el año, Anabeth. No es momento de ponerte sentimentalista.

— Lo sé, pero me es difícil asumir que este ya sea nuestro último año. Luego vendrá la graduación, la universidad... Siento que pasó todo muy rápido. —hincó los codos en el césped e irguió su postura para poder ver a su amigo.

— Cada persona tiene una percepción distinta del tiempo. —dijo con desinterés—. En lo que a mí respecta, este año será tan aburrido y lento como los anteriores. Con la ligera variación de los contenidos vistos en clase, claro está.

Anabeth rodó los ojos.

— Eso ya lo sé, genio. A lo que me refiero es que ya no volveremos a pisar este instituto, lo cual es maravilloso, ¿pero no te genera algo de...? No lo sé. ¿Nostalgia?

Mycroft elevó una ceja y contestó con simpleza.

— No. —se encogió de hombros manteniendo su expresión indiferente.

— ¡Ay, vamos! No hagas esa miradita de niño insensible. Algo deberás extrañar de este lugar.

— ¿Por qué debería? En realidad, me complace saber que dejaré de compartir el mismo espacio físico con esa tribu de humanos subdesarrollados que me veo obligado a llamar compañeros de clase.

Anabeth soltó una pequeña risilla. Se podía sentir el desprecio detrás de esas palabras.

— Bueno, sí. —concedió, ladeando un poco la cabeza—. Reconozco que también me alegrará no volver a ver algunas caras...

— Lo que demuestra que me das la razón. —agregó, sonriendo con suficiencia.

— ...Empezando por la tuya. —completó la oración en un tono burlón, tan solo para molestarlo.

La sonrisa de Mycroft se borró, al tiempo que entrecerró los ojos y apretó los labios en una fina línea.

— ¿Y luego dices que yo soy el insensible? —le siguió el juego, arrancándole otra sonrisa a la ojimiel—. Patético, Smith.

La joven soltó una carcajada. Antes podía decir que Mycroft era el insensible del dúo. Ahora ya no estaba tan segura. Con el paso del tiempo había aceptado que, en determinadas ocasiones, ambos podían llegar a ser igual de fríos y racionales o, por el contrario, emocionales e inmaduros.

Volteó a ver al pelirrojo. Él aún seguía pretendiendo que la conversación no le interesaba en lo más mínimo. 

— Admítelo, Mycroft. Muy en el fondo vas a extrañar esto. —afirmó con seguridad.

— Claro, porque echaré de menos que me molestes todo el día con tus bromas absurdas. Es obvio. —habló con notorio sarcasmo.

— Ah-ah. —negó con el dedo—. En eso te equivocas. Yo solo te molesto en el turno de la mañana. El turno tarde le corresponde a Sherlock.

Mycroft rodó los ojos con fastidio. Sin pensarlo demasiado, agarró un puñado de hojas secas que se encontraban a su costado y se las arrojó a modo de reproche. Sonrió complacido mientras Anabeth soltaba maldiciones hacia su persona. Ella había logrado cubrirse el rostro, pero ahora tenía trozos de hojas por todo su cabello que tardaría mucho tiempo en quitar.

— Sí, creo que tienes razón. Voy a extrañar esto. —dijo, regodeándose en su pequeña venganza mientras veía a la chica acomodar su pelo—. Pero como he dicho anteriormente, aún queda un año por delante.

— Síp, lo que se traduce en más oportunidades para seguirte molestando. 

El chico levantó su mano, en señal de que se detuviera.

— Solo... Dame un segundo.

El joven con tranquilidad y parsimonia pasó su mano por el césped recogiendo el resto de hojas que se hallaban a su alcance. Con mucho cuidado las agrupó en un pequeño montículo a su lado. Todo esto bajo la atenta mirada de la castaña.

— Lo siento. Por favor, continúa. —dijo con condescendencia e hizo un ademán con la mano para que prosiguiera.

— Eh... —la joven observó el montoncito de hojas y luego al chico. La mirada peligrosa que transmitían esos ojos azules era una clara advertencia de lo que sucedería si no cuidaba sus palabras—. Lo que quise decir, es que se traducirá en más oportunidades para hacer equipo y mejorar nuestro rendimiento académico. —terminando su monólogo con una sonrisa falsa.

Mycroft sonrió satisfecho.

— Sensato. —concedió, alejando su mano de la pila de hojas—. Sé que lo que acabas de decir es una vil mentira. Aun así, con gusto volveré a trabajar contigo. —sentenció, dando por finalizada la conversación.

Los jóvenes regresaron a sus asuntos. Anabeth permaneció tumbada en el césped boca arriba. Colocó su mochila bajo su cabeza, usándola como almohada y cerró los ojos, dejando que su respiración poco a poco se relajara. No siempre conseguía quedarse dormida, pero al menos podría dormitar por un par de minutos.

Mycroft retomó su lectura. De tanto en tanto, sus ojos se desplazaban desde las hojas del libro hasta su compañera, en un intento por sonsacar alguna nueva deducción de su persona. Era algo habitual que hacía cuando ella no lo estaba observando. Pero por desgracia, casi siempre resultaba en vano. 

Una pequeña sonrisa tiró de su labio al reparar en su propio comportamiento. Sin poder evitarlo recordó su conversación anterior con la castaña.

"Supongo que tienes razón. Creo que sí voy a extrañar este lugar." Se dijo a sí mismo. Pero eso jamás lo reconocería en voz alta.

Observó a su alrededor, memorizando la posición de cada árbol, cada rama, cada hoja, incluso a su amiga tendida en el prado. No quería perderse ningún detalle de su entorno. Se aseguró de guardar aquella imagen dentro de su palacio mental antes de retomar su lectura.

Ninguno de los dos anticipó que esos primeros días de septiembre pasarían volando.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now