— ¡Cumpleañera! Te requieren en la pista de baile. —anunció Clara ingresando a la cocina, seguida de cerca por Erika.

Mycroft apretó un poco los labios con disgusto. Esperaba poder hablar unos minutos más con Anabeth. Le desagradaba la idea de volver a tener que interactuar con peces dorados.

— Iré en un minuto.

— ¡Okey! —la rubia rápidamente reparó en la púa plateada—. ¿Y ese collar? No te lo había visto antes.

Clara se acercó a la castaña para escudriñar más de cerca la joya que colgaba de su cuello. Anabeth tomó la pequeña púa y se la enseñó de buena gana. Todo bajo la atenta mirada del pelirrojo.

— Es lindo. ¿De dónde...?

— Regalo de cumpleaños. —se adelantó a decir.

Anabeth y Mycroft cruzaron miradas por un instante. Clara, quien seguía examinando el objeto, no se dio cuenta de ello. Solo Erika, manteniéndose a la distancia, logró percatarse del gesto. No le fue difícil sumar dos más dos. Aun así, prefirió guardar silencio.

— Pues me gusta. —dijo Clara separándose de su amiga—. Bueno, te esperamos.

Ambas se alejaron. Solo entonces, los ojos de Anabeth volvieron hacia los del pelirrojo.

— El deber llama... —suspiró—. ¿Quieres bailar?

Mycroft elevó ambas cejas con sorpresa.

— No, gracias. Preferiría ahorrarme la humillación.

— ¿Seguro? —intentó una vez más, sonriendo un poco en el proceso.

— Completamente.

— Está bien. —se encogió de hombros. No iba a obligarlo a bailar si no quería. Ya daba gracias que Mycroft asistiera al evento. No iba a pedirle más—. Ve y come algo. Te recomiendo los arrolladitos primavera. Los hizo mi tía y te aseguro que son la gloria.

"Eso es algo que sí puedo hacer." Se dijo el joven para sus adentros.

A lo lejos se escucharon las voces de los invitados llamando a la cumpleañera a la pista de baile.

— Me retiro. Si cambias de opinión, ya sabes dónde encontrarme. —señaló la sala con su pulgar.

Anabeth giró sobre sus talones y salió de la cocina. El joven notó que habían subido la música y que los invitados comenzaban a bailar con más ímpetu, amontonándose unos con otros sin un orden en específico.

Decidió mantenerse al margen de ese espectáculo, optando por obedecer las recomendaciones de su amiga. Sin duda alguna el buffet resultaría una compañía mucho más fructífera y placentera que la mayoría de los invitados.

El joven se dirigió a la mesa, la cual se encontraba a solo unos dos metros de la pista de baile. Comió un par de bocadillos. Su amiga no mentía al decir que los arrolladitos eran buenos. El pelirrojo se vio tentado a tomar un segundo e incluso un tercero, sin importar que hubiera cenado un par de horas atrás.

Por suerte, nadie se le había acercado. Eso le agradó. Le ahorraría el martirio de tener que entablar una conversación trivial con alguien.

Se limpió los dedos con una servilleta y se colocó a un lado de la mesa, recargando su espalda contra la pared. Desde ese lugar, podía observar su entorno sin representar una molestia para nadie.

Dejó que sus ojos se movieran perezosamente por la sala, deduciendo a los invitados. Era un ejercicio mental que realizaba de vez en cuando, como una forma de matar el tiempo.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Where stories live. Discover now