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En el Palacio de Buckingham los trabajadores caminan de aquí para allá, apurados para tener todos los preparativos listos a tiempo. Los pasillos se encuentran llenos de movimiento. Las mucamas se pasean por las decenas de habitaciones y los mayordomos se trasladan de la gran cocina hacia el comedor central, llevando a la mesa las delicadas vajillas de la familia real junto con sus cubiertos de plata.

Hoy es un día especial para la realeza inglesa. Hoy llegará el presidente de los Estados Unidos junto con su equipo político y se instalará en el palacio. Él y el rey discutirán algunos asuntos de tratados internacionales entre sus respectivos países. Los siete continentes estarán atentos a aquel encuentro, expectantes de lo que puede pasar y como va a repercutir en el mundo entero.

En las lujosas habitaciones del hogar real, los nervios y ansias por el gran día que espera se sienten en cada rincón. En la gran habitación matrimonial del ala oeste se encuentra un apuesto hombre de cabellos rubios, barba prolijamente crecida, patillas largas, y ojos celestes, arreglando su moño con paciencia frente al espejo. El rey Eduard cuida que cada detalle de este evento esté perfectamente pensado, incluyendo el ángulo del moño decorando su cuello. Nada puede salir mal en el día del encuentro más esperado por las poblaciones anglohablantes. Millones de personas estarán sentadas junto a sus radios durante todo el día, escuchando cada detalle de lo sucedido y él no quiere que el momento se arruine.

Mientras tanto, dentro de uno de los grandes y lujosos cambiadores del palacio, la reina de esta nación acomoda sus cabellos perfectamente peinados mientras su ayudante, Margot, ajusta su corset con un gran tirón, hasta lograr que la cintura de la reina Lauren se vea tan diminuta como sea posible.

En la entrada de la estructura de Buckingham, músicos, soldados y militares se alinean prolijamente para finalmente ejecutar el número de entrada practicado durante los pasados meses. Centenares de personas se agrupan tras las rejas para observar el gran momento que se aproxima. La milicia desplaza al público de forma ordenada hacia los extremos de la calle para que la gran limosina blindada pueda ingresar.

El presidente Benjamin observa a través del vidrio polarizado a las multitudes alentando su llegada. Su esposa, la primera dama de los Estado Unidos de America, sonríe con emoción al ver la antigua construcción inglesa en donde residirán por los siguientes días.

Las puertas del palacio se desplazan hacia afuera lentamente, abriendo paso a la pareja real. Los gritos de la gente se intensifican, provocando sonrisas en el rey y la reina. La limosina se detiene frente a la gran entrada y dos militares se apuran para abrir las puertas de la pareja americana. Benjamin, hombre de pelos castaños y ojos negros, sale del vehículo por el lado izquierdo y espera a su esposa, la cual desciende por el lado contrario. Ambos caminan rodeados de un equipo de seguridad y suben las escaleras en dirección al encuentro con los líderes ingleses.

El rey Eduard se para de forma derecha, con la cabeza en alto y una expresión de cortesía. Sus manos se entrelazan sobre su vientre mientras observa a sus invitados acercarse desde lejos. La reina Lauren se dedica a saludar a su pueblo, levantando la mano derecha en alto para que todos puedan verlo. La gente responde con emoción y alegría.

La presidencia americana finalmente termina su recorrido. El rey Eduard aclara su garganta, mostrando un leve nerviosismo. La reina Lauren ahora pone su atención en los dos líderes políticos frente a ella, y traga en seco, sintiéndose algo incomoda.

Las miradas de todos los seres vivos presentes yacen sobre los cuatro líderes políticos. A lo lejos se escuchan silbatos, cantos, abucheos, risas, gritos de aliento. La melodía de trompetas, tambores, trombones, y demás instrumentos, acompañan la presentación del gran evento. Soldados marchan prolijamente a los alrededores del palacio, vestidos en trajes de colores ingleses.

Eduard: hemos estado esperando este momento por mucho tiempo. Finalmente podremos hablar acerca de todos los acuerdos pendientes de una manera más íntima y amistosa. - sonríe amigablemente. - espero puedan sentirse a gusto en nuestro hogar. Nuestros empleados han estado haciendo arreglos durante los últimos 5 días para que puedan sentirse en total comodidad. - añade y observa a su esposa, pero la encuentra un poco tensa. - ¿no es así querida? - le pregunta.

Lauren: c-claro - contesta con nerviosismo.

Benjamin: les agradecemos mucho el gesto. Es muy amable de su parte permitirnos el alojamiento en su bello palacio. De seguro podremos hablar muy a gusto y pasar un buen rato para conocernos mejor. - contesta el presidente. - es un gusto al fin conocernos. - el castaño extiende su mano y el rubio la toma con honor. - un placer conocerla, señorita. Mi nombre es Benjamin - en dirección a la reina ojiverde, la cual extiende su mano, dejándose besar.

Lauren: igualmente, mi nombre es Lauren. - contesta de forma rígida.

Eduard: disculpe mi descortesía, madam. Un gusto. - apenado por no haberla saludado antes, toma la mano de la primera dama americana y la besa.

Lauren: un placer. - extiende su mano mientras suelta un gran suspiro de nerviosismo.

Camila: el placer es todo mío. - sonríe con la cabeza en alto y toma la mano de la reina. La ojiverde sonríe de lado al notar la simpatía de la americana.

Una chispa de energía recorre el cuerpo de las dos mujeres al tocarse. Con extrañeza, ambas retiran la mano. Camila rápidamente desvía su vista y continúa la charla junto con los hombres, pero Lauren la observa por algún rato. Se pregunta qué ha sido aquello, a qué se debe, y por qué ahora le cuesta tanto dejar de admirar la belleza de la primera dama americana.

Segundos después, Camila vuelve su vista hacia la reina inglesa, dedicándole una media sonrisa algo insinuante. Lauren frunce el ceño, extrañada por aquel gesto, y siente un escalofrío recorrer su espina dorsal. La americana baja la vista de forma lenta y luego vuelve a poner atención en la charla grupal. Sin embargo, la británica encuentra dificultad para prestar atención en otra cosa que no sean los movimientos de la primera dama.

Eduard: querida? - la ojiverde sacude su cabeza, despertando del trance hipnótico en el que se encontraba.

Lauren: si? Me hablaste? Perdona. - responde, algo apenada.

Eduard: decía que de seguro tú y Camila van a llevarse de maravilla. Estoy seguro que entablarán una buena amistad. - los chocolatosos ojos de la americana se posan nuevamente en Lauren, causando notables taquicardias en ella.

Lauren: seguro que si. - contesta con una amplia sonrisa, disimulando el confuso sentimiento presente en su pecho.

Camila: seguro que si. - repite después de observar a la reina de pies a cabeza con una ceja enarcada. 

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Hola lectores!! Volví!! Esta vez les traigo algo un poco diferente. La reina y la primera dama... Un escenario bastante complicado. Se que les gusta el drama, sufrir con cada capítulo, igual que a mi. Por eso prepárense para el drama, mis queridos. Que emoción!!!
Me gustaría saber si hay algún lector/a que ya halla leído alguna de mis historias anteriores. Háganmelo saber en los comentarios. Y bienvenidos a los nuevos!!
Quiero aclarar antes que nada que muchas de las posturas que se muestran en esta historia no son mis posturas personales, sino que corresponden a la época en la que esta está ambientada.
En fin, aquí empieza otra bella aventura. Acompáñenme a averiguar qué sucederá. Los veo en el próximo capitulo.

Silver.

Políticamente Correcto |camren|Where stories live. Discover now