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11:30 PM.

Mycroft contemplaba las calles de Londres desde la ventana del auto. Sus dedos tamborileaban sobre el asiento trasero, en un intento por liberar parte de su ansiedad. ¿O era estrés? Ya no estaba muy seguro.

A sus padres se les había ocurrido la brillante idea de asistir a una cena de gala, en la cual se requería la asistencia de toda la familia. Los hermanos se mostraron en desacuerdo por diversas razones, pero ninguna de ellas les bastó para salvarse del evento.

El pelirrojo suspiró con cansancio. Recordó la cena con los colegas de su padre. Fue sumamente aburrida y tediosa. Cada minuto parecía una hora ahí adentro. Recordó la expresión molesta de Sherlock. Él odiaba usar esmoquin, sin mencionar que su incapacidad para hacer algo relativamente entretenido, por temor de ocasionarle un disgusto a madre, solo contribuyeron a empeorar su mal humor. Mycroft, si bien logró disimular mejor su descontento, no se quedó atrás. Por primera vez en mucho tiempo, los hermanos habían estado de acuerdo en algo.

Cuando finalmente la cena terminó y los Holmes regresaron a casa, el joven tuvo que correr escaleras arriba a por una nueva muda de ropa. No podía llegar a la fiesta de Anabeth usando esmoquin. Sería el hazmerreír del lugar. Así que buscó un conjunto más informal y se apresuró a salir. Ni siquiera se atrevió a mirar el reloj. Sabía que era terriblemente tarde.

Ahora se encontraba de camino a la fiesta. Larry había sido sumamente considerado al traerlo, aun sabiendo que pasaba de su horario de trabajo regular.

El joven tragó saliva nerviosamente. Había planeado ir temprano con el único propósito de retirarse en cuanto el ambiente ya estuviese demasiado animado e insoportable para él. Pero sus planes se fueron al garete con aquella gala. Ahora llegaría tres horas tarde, justo en el clímax de la fiesta. 

El momento que quería evitar a toda costa.

"Claramente hoy el universo se ha puesto en mi contra."

El vehículo frenó a un costado de la calle, sacando al joven de sus pensamientos. Había llegado a su destino.

— Diviértase, joven Holmes. —lo animó el chofer.

Mycroft le dio las gracias y se apeó del vehículo.

"Creo que la palabra correcta es <<sobrevive>>." Se dijo a sí mismo, viendo como el auto se alejaba por la carretera.

Regresó su vista al frente. Jamás había estado en ese barrio, pero hasta un tonto podía darse cuenta cuál era la casa correcta. Solo una propiedad tenía luces de colores y música saliendo del interior.

El joven sabía a lo que iba a enfrentarse: la música ensordecedora, el calor de la multitud, el ruido, las risas, las conversaciones triviales, la gente. No estaba seguro de por cuanto tiempo pudiera resistirlo. Ni siquiera los exámenes finales lo habían puesto tan nervioso como lo estaba en esos momentos.

Respiró hondo, reuniendo valor.

Se acercó a la entrada y tocó timbre. Al cabo de unos treinta segundos, una señora de mediana edad con algo de sobrepeso y lentes abrió la puerta. Mycroft observó con atención las facciones de la mujer. La forma de la mandíbula y el color miel en sus ojos delataron al instante que se trataba de una Smith.

La mujer lo observó de arriba abajo. Mycroft no sabía exactamente como iniciar la oración, pero ella le ahorró ese trabajo.

— ¿Uno de los amigos de Annie? 

— Sí, señora.

— Ay, querido. Lo hubieras dicho antes. Ven, pasa, pasa. Te congelarás ahí afuera. —abrió la puerta de par a par y lo invitó a entrar—. Soy la tía de Annie. Me llamo Ludmila, pero todos me dicen Lulú. Tú también puedes llamarme así. —había una extraña familiaridad en su voz. Hablaba como si lo conociera de toda la vida.

La Clase del 89' (Mycroft y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora