19.- El nombre de la Diosa

2.4K 68 51
                                    

-¿¡Qué demonios está haciendo ELLA aquí abajo!?

La voz glacial a sus espaldas hizo especial hincapié en la palabra "ella". Con un escalofrío Rose se giró para encontrarse cara a cara con Senji, de pie con los brazos cruzados en el hueco de la escalera. No había ni rastro del repostero amable que la saludaba cada vez con una sonrisa desde la cocina. Se había quitado el gracioso delantal de colores que solía vestir y con él el único ápice de humanidad y tranquilidad que inspiraba. Alto y delgado, vestido siempre de negro, su figura imponía de por sí, pero sus ojos entrecerrados atravesándola con un odio gélido y la mueca torcida de sus labios no hacía sino magnificar la sensación. Era una imagen verdaderamente inquietante. Nadie hubiera dicho que de sus manos nacían mousses de fresa y mariposas de azúcar, en vez de un cucharón su mano parecía más apropiada para empuñar una ballesta. Rose agradeció en secreto que no fuera el caso o la flecha estaría dirigida directamente hacia su corazón. Al igual que aquella mirada. Si las miradas mataran...

-Oh, Senji, ¡has venido!- exclamó Carl alegremente a su lado como si no fuera consciente de la situación.

Rose se volvió a mirarlo boquiabierta. No podía ser que el risueño muchacho no fuera capaz de leer aquella atmósfera cargada de cuchillos. ¡Dios, si la tensión cortaba el aire! Incluso para ser risueño había un límite. 

Pero como si no se percatara de nada (¿acaso no veía el brillo asesino en los ojos de Senji? Rose había convivido con vampiros lo suficiente para reconocerlo) el pequeño camarero corrió con una sonrisa hasta su compañero a darle la bienvenida. Bueno más que correr pareció flotar, como si sus pies apenas tocaran el suelo al andar, como un niño que en su nube corre a dar la bienvenida a su mejor amigo. 

-Es perfecto, Senji- continuó el chico con una enorme sonrisa mientras se colgaba del brazo del cocinero- Llegas justo a tiempo para ayudarnos. Rose está buscando algo y seguro que tú puedes asesorarla mejor.

Rose sintió como se le caía el alma a los pies. ¿De veras era Carl tan inocente o es que pretendía que corriera la sangre en su sótano? Y si corría Rose tenía el ligero presentimiento de que sería la suya. 

Pero sus palabras sirvieron para que Senji apartara la mirada de ella un instante y la fijara en el pequeño camarero. La muchacha dejó escapar un disimulado suspiro de alivio. No se había percatado de que había estado reteniendo la respiración. 

 -Carl- comenzó a hablar Senji despacio, muy despacio, como quién habla a un niño pero sin poder ocultar su consternación- ¿Qué hace ELLA aquí abajo? ¿Por qué la has traído? 

Carl le sonrió de oreja a oreja con los ojos chispeantes.

-Porque está buscando algo y pensé que podría ayudarla. ¿No es apropiado ayudar a una amiga? Ah, y no es ELLA, se llama Rose.

Al pronunciar las últimas palabras el camarero hizo pucheros. Viéndolo allí de pie con aquellos inmensos ojos castaños brillantes y el labio inferior tembloroso Rose no pudo evitar acordarse del gato de Shrek. Por un instante estuvo a punto de dejar escapar una carcajada al tiempo que en su imaginación se interponían la imagen de Carl y el gato con botas, pero se contuvo. Aquel no era momento para bromas. No sabía en qué clase de lío se había metido ahora. ¿Cuándo aprendería a no seguir a extraños a sótanos? Siempre demasiado tarde al parecer.

Pero al parecer los pucheros de Carl tenían un efecto similar a los del famoso gato porque al instante la expresión de Senji se suavizó y dejó escapar un suspiro exasperado que claramente sonaba a ¿qué puedo hacer con él? 

-Carl- repitió de nuevo con suavidad- Sabes que no podemos traer a extraños aquí.

-Rose no es una extraña, Senji, es Rose- contestó el muchacho con voz cantarina.- Además, ¿no te preguntabas qué era? Ahora podemos estar seguros de que no es una humana corriente.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now