39.- Entrevista con el Destino

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No había lugar a dudas, era uno de ellos.

Todos los agentes estaban cortados por un mismo patrón, como si hubieran sido producidos en masa por una multinacional china. Sus rasgos eran idénticos hasta el punto de que era imposible distinguir uno de otro y bien podía ser que todos fueran en realidad el mismo. Y aquel hombre al que Alicia tan cariñosamente había llamado Jack era un calco de todos y cada uno de ellos.

 La misma constitución alta y esbelta, la misma palidez antinatural en su piel, la misma falta de vello en cada parte visible de su cuerpo, el mismo rostro afilado de facciones severas, la misma nariz aguileña y los mismos insondable ojos negros. Tenían el aspecto de un ser humano y sin embargo había una cualidad en ellos que los distinguía, que hacía imposible que terminaran de encajar, como copias muy logradas pero inexactas de la humanidad. El resultado era inquietante.

Y pese a todo, había algo radicalmente distinto en aquel Jack, fuera de lugar con su  aspecto y lo que Rose sabía sobre los de su clase. Tal vez fuera que no vestía su reglamentario traje negro ni su sombrero de bombín, sino deportivas, vaqueros y la holgada camiseta del equipo de fútbol local. Pero no, había algo más... Era su aura-comprendió Rose concentrándose en él- no emanaba magia, el tiempo y el espacio no parecían doblegarse ante él...  parecía... era.... casi humano. No, casi no, era humano. Completa, absoluta e irrefutablemente humano.

El descubrimiento dejó a Rose aturdida. Lo contempló de hito en hito mientras se acercaba a Alicia con una expresión en el rostro rayando en la preocupación. Una emoción tan humana que no tenía cabida en aquellas facciones y que sin embargo le venía de forma natural. Estaba honestamente preocupado por ella, era una realidad que Rose no podía negar. No cuando alguien la había desempaquetado sin ceremonia ante de sus ojos.

-Oh, Jack, estoy bien. No tienes de qué preocuparte- protestó Alicia débilmente, entre divertida y avergonzada por el escándalo de preocupación del que estaba haciendo alarde su prometido- Estos chiscos han sido un encanto y me han ayudado. Les debo la vida, especialmente a Rose.

Fue entonces cuando el hombre se fijó por primera vez en ellos. O más concretamente en ella. Rose no supo cómo explicarlo más tarde, pero una sombra de reconocimiento nubló sus facciones y en un instante todo rastro de humanidad se esfumó, como quien descubre un velo para revelar lo que oculta debajo. La atmósfera cambió, fue un cambio sutil, como si se replegara sobre si misma y después se volviera a desplegar, solo que en una forma diferente, y Rose se sorprendió sujetándose al borde de la mesa con tanta fuerza que los nudillos se le quedaron blancos.  

- ¿Qué haces tú aquí?

La voz del agente pareció llegar de muy lejos, como un eco a través del tiempo pese a que lo tenía enfrente, a un metro escaso.

Rose buscó frenéticamente a Senji con la mirada, su apoyo, su ayuda. Y la sorpresa la dejó helada. Porque el tiempo había dejado de correr, el mundo se había detenido, las manecillas del reloj ya no giraban en su incesante tic-tac en el interior de Lil' Madelaine. Senji de brazos cruzados, inmóvil como una estatua, apoyado contra la puerta de la cocina; Carl suspendido del aire sorprendido en el acto de dar un paso hacia él; una mujer en la mesa del fondo congelada mientras se llevaba una galleta a la boca y un hombre dos mesas más allá detenido en su intento de levantarse. Jun junto a ella con la boca entreabierta a punto de comenzar una frase y Alicia helada para siempre en el amago de una sonrisa. Y desde su lado el agente del Destino la contemplaba con sus ojos empañados por la sombra de los secretos.

-¿Qué has hecho?- se oyó decir Rose, su voz estrangulada por una nota de histeria- ¿Has detenido el tiempo?

Entonces el agente hizo algo insólito, algo que nunca hubiera imaginado. Echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar una carcajada que resonó como un ladrido.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now