31.- La voz de un desconocido

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El restaurante se encontraba en una de las callejuelas estrechas perpendiculares a la avenida. De pie frente a él Rose se preguntó por qué nunca lo había visto. Saltaba a la vista en todos sus sentidos. Una fachada forrada en imitación de piedra y unos amplios ventanales con marcos de madera que se abrían como escaparates a su interior. Dentro uno parecía viajar al exótico oriente con mesas al ras del suelo donde los comensales se sentaban en cojines y comían con palillos de madera, todo rodeado de biombos y plantas verdes, con paredes empapeladas de garzas y motivos florales. 

Sobre la puerta un rótulo rezaba "La Casa de la Felicidad" en madera lacada en rojo.

Rose lo contempló con la boca entreabierta. Se volvió hacia Joshua sin poder ocultar su asombro.

-¿Es un restaurante nuevo?- preguntó.

Su amigo sonrió, aparentemente satisfecho con el impacto que había causado, y sacudió la cabeza.

-En absoluto. Según mi padre lleva muchos años en la ciudad, pero recientemente ha recibido un cambio de cara.

Rose se volvió hacia el edificio una vez más.

-¿Entonces cómo es que no lo conocía?- se preguntó en voz alta.

Josh se encogió de hombros.

-Yo tampoco lo conocía- intercedió Sophie- ¿Qué se supone que es? ¿Un restaurante chino? Creía que tenía cubiertos todos los restaurantes chinos de la ciudad- Sophie era una experta en comida china, su familia pedía a menudo entregas a domicilio.

Joshua sacudió la cabeza de nuevo, un mechón de cabello rebelde le cayó sobre el ojo.

-Coreano aparentemente- repuso.

-¿Coreano?- repitió Rose sorprendida- No sabía que hubiera un restaurante coreano en la ciudad. 

-Nunca he comido comida coreana- añadió Sophie.

Josh casi sonrió.

-Yo tampoco- admitió- pero mi padre dice que está muy bien y suele tener razón en estas cosas.

Rose se volvió de nuevo hacia el restaurante. Podía sentir un leve cosquilleo en la boca del estómago, no era magia propiamente dicha sino la huella que la vida y los años dejaban en ciertos lugares. Rose podía sentirlo, aquel era un lugar con historia.

-¿Bueno, entráis o qué?- la apresuró la voz impaciente de Joshua.

Rose alzó la vista, inconsciente de que la había dejado vagar dios sabía por cuánto tiempo. Josh ya estaba en la puerta, sosteniéndola abierta para que pasaran con una ceja enarcada a medio camino entre una burla y una pregunta. Sophie a su lado se apresuró junto a él. Rose la siguió.

El tintineo de una campanilla les dio la bienvenida. El interior olía a comida e incienso, tenía cierto toque a especias que Rose no reconoció. Al instante una camarera les dio la bienvenida. Era una muchacha joven, menuda y delgada, que vestía lo que parecía un uniforme de camisa blanca, pantalones negros y delantal a juego. Todo impecable, aunque Rose se sintió ligeramente decepcionada. En cierto modo había esperado cruzarse  con un traje típico que combinara con el decorado.

-¿Mesa para tres?- preguntó la camarera con un ligerísimo acento que Rose no logró identificar.

Se preguntó si sería verdaderamente coreana. En su experiencia la mayoría de los restaurantes "asiáticos" eran regentados por chinos. ¿Sería aquel una excepción?

-Sí, por favor- contestó Josh haciendo gala de sus buenos modales (esos que solo reservaba para los extraños, desconocidos y profesores) y su sonrisa más deslumbrante. El problema de aquella sonrisa es que a menudo parecía falsa, aunque podía imaginar que habría mujeres que la considerarían atractiva.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now