16.-Preguntas, respuestas y más preguntas

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Rose despertó sobresaltada con un grito de angustia que le surgió de la profundidad de la conciencia. Se llevó la mano a la garganta, allí donde una mano muerta había dejado su marca, y luchó por respirar. 

Al instante dos hermosos rostros consternados se cerraron sobre ella. Rose vio la preocupación reflejada en los ojos de Cecil y Marcus y se supo a salvo. Pero no se tranquilizó porque aunque eran los rostros conocidos con los que había crecido desde la más tierna infancia era como si los viera por primera vez. ¿Había tenido Marcus siempre aquella diminuta cicatriz en forma de media luna, apenas del tamaño de una uña, sobre la ceja derecha? ¿Desde cuándo resplandecía suavemente la piel marmórea de Cecil y el pálido oro de sus cabellos? ¿Había habido antes motas doradas en sus iris azules? Era como ver lo conocido, lo cotidiano, con nuevos ojos, con una nueva lente de mejor resolución. El mínimo detalle cobraba vida y un nuevo significado. 

Alzó la vista confusa de aquellas caras conocidas y a la vez extrañas y echó un vistazo alrededor. De algún modo se encontraba de vuelta en su dormitorio, a salvo en su propia cama, protegida en el abrazo del conocido peso de sus sábanas, con el aroma habitual a libros, polvo y rosas. ¿Rosas? ¿Desde cuándo la fragancia de las rosas del jardín trepaba por su ventana? Si se concentraba podía oler también la tierra húmeda... alguien había regado... la madera recién cortada... el jardinero debía de haber podado el seto... e incluso la tormenta en la distancia. Era una sensación extraña pero estaba convencida de que iba a llover.

La habitación estaba sumida en la semipenumbra con las persianas fuertemente cerradas pero Rose era capaz de distinguir cada detalle en aquella opresiva oscuridad. Sin forzar la vista, sin dificultad, tan claro como si fuera de día o incluso mejor. La huella de un dedo en el espejo, el imperceptible balanceo de la lámpara, una mota de polvo atrapada en el aire, la cuenta de un collar que había rodado tras el escritorio... 

Tomó una larga bocanada de aire.

-Tranquila, Rose, tranquila. Estás a salvo, estás en casa, aquí nadie te hará daño- habló Marcus con delicadeza confundiendo sin duda su estado de agitación con  miedo y desorientación.

Rose lo oyó pero no le prestó atención porque oía... también oía... el runruneo de un coche en la calzada, el maullido de un gato en el tejado vecino, el ulular de un búho en el bosque, el llanto de un niño en la mansión de enfrente...

Y veía las motas de polvo suspendidas en la oscuridad.

Y olía que se avecinaba la tormenta.

Y entonces el trueno retumbó en la distancia pero con tanta fuerza que pareció retumbar en su propio tímpano.

Con un gesto de dolor y sorpresa la muchacha se llevó las manos a las orejas y gritó.

-¡Rose!- la voz de Cecil le llegó alarmada y cercana- ¿Qué ocurre? ¿Te duele algo? ¿Dónde? ¿Qué?

Rose abrió los ojos y lo miró, solo entonces fue consciente de que los había cerrado con fuerza. Pero aún así no necesitó acostumbrarse de nuevo a la oscuridad, era casi como si le perteneciera. Vio el miedo atrapado en la mirada azul del vampiro.

-Te... te veo- susurró la joven con voz ronca.

Cecil parpadeó sorprendido y compartió una mirada preocupada con Marcus. 

-Bueno, bien, me alegro de que me veas pequeña rosa. No estás ciega-contestó el rubio con suavidad forzando una sonrisa. Pero Rose lo vio, la preocupación en sus ojos. No la había entendido. ¿Se estaba preguntando si se había vuelto loca?

Espera... ¿Tal vez se había vuelto loca?

Sacudió la cabeza y centró la vista en ambos vampiros.

El Hilo RojoМесто, где живут истории. Откройте их для себя