50.- Miradas tortuosas

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- Estoy bien- consiguió murmurar Rose, encontrando la voz al fin en algún recóndito rincón de su garganta.

Pero sonó débil y temblorosa incluso a sus oídos. Carraspeó y volvió a intentarlo de nuevo.

- Estoy bien, de verdad.

Esta vez logró que su voz sonara fuerte y convincente.

Marcus la inspeccionó de arriba abajo, despacio, dolorosamente despacio. Después, satisfecho al parecer con no encontrar ningún mayor desperfecto, volvió su atención lentamente hacia el chico humano petrificado a su lado.

Rose sintió a Jun tensarse, al encontrarse con la tormentosa mirada del inmortal, pero mantuvo su postura. La muchacha en silencio lo admiró por no dar siquiera un paso atrás al verse atrapado por aquellos ojos muertos.

- Oh, umm, éste es Jun- lo presentó Rose a toda prisa- Mi novio.

La palabra "novio" rodó de su lengua con un sabor extraño, terriblemente fuera de lugar en sus labios y en el contexto de las circunstancias. ¿Pero qué era Jun para ella? Novio no parecía la palabra adecuada, parecía pequeño e insignificante en comparación con sus sentimientos, con lo mucho que habían vivido en lo poco que se conocían, pero ¿qué otra cosa podía llamarlo?

Esta vez fue el turno de Marcus para tensarse. Durante un pestañeo Rose contuvo el aliento aguardando su reacción, pero fue la voz de Jun, alta y clara, (quizás anormalmente alta) la que rompió el encantamiento.

- Mi nombre es Kim Min Jun. Estoy enamorado de su hija. Es un honor conocerlos.- exclamó, doblándose por la cintura en una inclinación tan acusada que uno hubiera creído que estaba saludando a los mismos reyes.

Rose lo contempló sobresaltada, aquella perfecta demostración de etiqueta oriental. Durante un instante nadie habló y Jun mantuvo su postura inclinada respetuosamente, sin osar levantar la mirada siquiera hasta que alguien le diera permiso o reconociera su esfuerzo.

La pequeña carcajada de Cecil estalló en el silencio de la enorme mansión. Rose y Marcus se volvieron hacia él incrédulos, Jun si limitó a erguirse con parsimonia.

- Lo siento, lo siento- se disculpó el vampiro rubio con una sonrisa- A veces se me olvida lo educados que son los orientales. Es un placer conocerte, Jun. Yo soy Cecil.

Extendió una mano pálida y delicada hacia el chico, que Jun estrechó tímidamente, con ambas manos, sin perder un segundo.

- Y este viejo cascarrabias de aquí es Marcus- completó Cecil las presentaciones, señalando inescrupulosamente a su compañero.

Marcus frunció el ceño ante el cumplido, pero siempre el perfecto caballero, ofreció su mano a Jun, no sin cierta reticencia. Esta vez el muchacho titubeó un segundo antes de aceptarla y añadió una pequeña reverencia al gesto, buscando impresionarlo.

- Encantado- se limitó a decir Marcus, tras un breve e incómodo apretón de manos. Pero la frialdad en su mirada parecía haber comenzado a disolverse.

Rose contempló todo el intercambio conteniendo el aliento, asombrada en secreto por la aparente normalidad que todos habían conseguido mantener pese a las circunstancias.

- Pero por favor, no nos quedemos de pie. Adelante Jun, toma asiento.- fue Cecil el que tomó una vez más la rienda de la situación, aparentemente cómodo en su papel de anfitrión.

Jun se dejó guiar hasta el sofá, sus rasgados ojos oscuros inadecuadamente desmesurados, y tomó asiento al borde, tratando de aparentar una calma que estaba muy lejos de sentir. Rose se dejó caer a su lado y le palmeó con cariño la rodilla, intentando infundirle valor y tranquilidad. El chico le dedicó una mirada de soslayo y le sonrió tímidamente.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now