54.- La historia de una noche de tormenta

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Cecil los aguardaba, elegantemente recostado en su sillón. Lucía una deliciosa camisa de seda añil sobre unos pantalones de traje oscuros y se levantó nada más verlos entrar, con una sonrisa cálida en los labios. Al contrario que el recibimiento protocolario de Marcus, Cecil estrechó informalmente la mano del joven vampiro.

Todos tomaron asiento. Por un acuerdo tácito e indeleble cediendo el sillón a la cabecera a su honorable invitado. Rose y Jun se acomodaron juntos en el sofá, la muchacha recostándose sobre el hombro del joven, buscando instintivamente su calidez y silencioso apoyo. No se le escapó la mirada furtiva que les echó Marcus mientras se sentaba muy erguido en la butaca junto a Cecil, pero ninguno dijo nada y Rose instintivamente se volvió hacia su invitado.

El príncipe inmortal carraspeó, un gesto que a Rose se le antojó muy humano. Por el intervalo de un instante nadie dijo nada y pareció que nadie sabía muy bien que decir, pero entonces Cristian se inclinó hacia delante, entrelazó las manos sobre el regazo y la miró fijamente. Ojos castaños contra ojos castaños, a cual más misterioso e insondable.

Su mirada no la incomodó, no la inquietó, pero se sorprendió conteniendo el aliento sedienta casi de sus próximas palabras.

- Imagino que debes de tener muchas preguntas, Rose.- pronunció su nombre con proximidad, casi con cariño. Sonó como una caricia.- Me temo que poseo muy pocas respuestas. Por eso antes que me acribilles a ellas- aquí sonrió divertido, como dueño de un chiste interno, y Rose aventuró una mirada incriminatoria a sus dos guardianes que la esquivaron con pericia- permíteme que relate la historia tal y como la recuerdo. Con ayuda de Marcus y Cecil, por supuesto, allí presentes el día que llegaste por sorpresa (gran sorpresa si cabe matizar) a nuestras dilatadas existencias.

- Cómo sabrás, pequeña rosa, es harto difícil sorprender a un vampiro- matizó Cecil con una sonrisa entre divertida y cariñosa- pero tú no has dejado de hacerlo en 18 años.

Marcus lo amonestó con una mirada que el atractivo rubio ignoró.

- Todo comenzó una lejana noche de tormenta...

- Cecil- protestó Marcus.

Cristian los miró divertido.

- Todo comenzó una lejana noche de tormenta- inició el relato imitando el tono dramático de Cecil- Una de esas noches desapacibles en que los mortales buscan el abrigo de sus hogares, con muy buen criterio debo añadir. Las tormentas contienen energías poderosas y primigenias, la furia misma de la naturaleza. Aquella noche los rayos restrellaban sobre un cielo de mercurio líquido, los truenos hacían temblar los mismos cimientos del mundo y el viento vibraba contra los cristales de las ventanas cerradas, aullando como una jauría de can cerberos.

Quiso el destino, o quizás la coincidencia, quién sabe; aunque me decanto más por el destino... Quiso el destino que nos halláramos aquella noche en mi humilde palacio cuatro vampiros. Yo mismo, en mi función de anfitrión, y tres invitados a los que creo debes de conocer. Cecil y Marcus aquí presentes y, el traidor, Amaury.

Rose no pudo contener el escalofrío que recorrió su espalda al escuchar el nombre del secuaz de Inanna. Jun apretó su mano con delicadeza y Cristian continuó su relato ignorando deliberadamente su muestra de humanidad.

- Qué hacíamos allí, te preguntarás. Cuatro vampiros bajo un mismo techo es un acontecimiento verdaderamente insólito. Como bien sabes somos criaturas solitarias por naturaleza. Yo también me lo pregunto. Marcus y Cecil son viejos amigos de la familia y mis tutores a petición de mi querida madre, la Emperatriz, cada ciertos años tienen a bien visitarme. Y Amaury se hallaba allí como emisario del Consejo en algún asunto oficial que creo nunca llegamos a concretar. ¿Quiso el destino o la coincidencia que así fuera? Me temo que probablemente nunca lo sabremos. Pero de lo que estoy seguro es de que no hubo un ápice de casualidad en que aparecieras en la puerta de mi casa aquella noche.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now