13.- Sangre, muerte y vida.

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Rose gritó.

Un grito animal, un chillido histérico de puro terror. 

Una mano fría y dura como una garra se cerró en torno a su garganta, muerta y huesuda como la de un esqueleto apenas recubierta por un guante de piel humana. Se sintió asqueada al recordar que hacía apenas un segundo había considerado hermosa a aquella mujer, ahora comprendía cuán antigua era, cuán poderosa, cuán inmortal... Su poder le cosquilleaba la piel del cuello casi de forma dolorosa, como una lengua de fuego helado allí donde tocaban sus dedos.

Apenas hacía presión pero Rose sintió que le faltaba el aliento. Como viniendo de muy lejos escuchó la exclamación entrecortada de Amaury, como un gorjeo de pura debilidad, pero la muchacha no fue capaz de comprender una palabra. De pronto todo había dejado de importar. El vampiro, el sabor a hierro y óxido de su boca, la penumbra de aquella húmeda e inhumana cripta... Todo lo que existía era ella y la mano que apretaba su garganta y aquellos inmensos ojos de esmeralda que se cerraban sobre ella, cerca... cada vez más cerca... unos ojos sin vida, unos ojos muertos que la embebían, unos ojos que amenazaban con tragarse el mundo entero.

Y de pronto la vampiresa estaba de pie frente a ella, alta, esbelta y terroríficamente bella. La fina tela de la túnica blanca que vestía apenas si cubría pudorosamente su desnudez. La mujer dio un paso hacia Rose aún con su mano cerrada sobre la garganta de la muchacha y la chica retrocedió aterrorizada. Un nuevo paso y volvió a retroceder. El rostro de la inmortal era completamente inexpresivo, carente de la mínima emoción. Rose retrocedió un poco más y sintió la fría y húmeda pared de piedra contra su espalda. Entró en pánico al saberse sin escapatoria. No es que importara mucho ya que si aquel par de vampiros querían acabar con ella les costaría lo que a un humano matar una mosca, solo que menos molesta. Pero no podía pensar de zona racional. Le costaba respirar, le quemaba la piel allí donde los dedos de la mujer tocaban y el miedo se agarraba como una serpiente venenosa en torno a sus sentidos. El sudor frío comenzó a recubrir su cuerpo y abrió la boca intentando desesperadamente inspirar una larga bocanada de aire fresco, pero solo consiguió marearse con el olor a cerrado y humedad de la cripta y sentir un pinchazo de dolor en la herida del labio que volvió a romper a sangrar.

La vampiresa, erguida cuan larga ella frente a ella a apenas un palmo de distancia, siguió con la mirada el hilo de sangre y se inclinó sobre ella. Lentamente, con una lentitud casi agónica, alzó la mano que le quedaba libre y con el dedo índice acarició el labio inferior de la muchacha hasta limpiar la sangre. Con ojos imperturbables contempló en silencio el rastro carmesí sobre su dedo pero en vez de llevárselo a la boca lo limpió sobre su túnica blanca dibujando una línea discontínua y escarlata.

Rose dejó escapar una bocanada de aire y fue por primera vez consciente de que había estado conteniendo la respiración. La vampiresa alertada por aquel débil sonido volvió a centrar su atención en ella. Se inclinó hasta que sus narices casi pudieron rozarse y la observó con la cabeza ladeada. Si hubiera sido un mortal Rose hubiera podido oler su aliento pero no había vida en aquel cuerpo, ni el menor rastro de aroma humano. Olía  a humedad y polvo al igual que las piedras de la cripta, olía a tierra y tiempo como olería una estatua particularmente antigua. 

Amaury volvió a balbucear algo en el trasfondo, Rose no sabía donde estaba, todo lo que entraba en su campo de visión era el rostro inhumano de la mujer; pero esta vez comprendió las palabras.

El Hilo RojoWhere stories live. Discover now