Capítulo 50 [Epílogo]

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Unas cuantas semanas después de aquel momento, tal y como esperaba, llegaron dos militares a decirme que mi madre y mis amigas habían fallecido. Más que fallecido, las habían asesinado. No pude evitar derrumbarme ante aquellos dos hombres que me miraban sin saber qué hacer, tal vez acostumbrados a dar malas noticias de estas.

Harry llegó en cuestión de segundos y me levantó del suelo, no sin antes despedirse de esos dos militares. Me rodeaba con fuerza, en silencio, sabiendo que nada de lo que pudiera decirme me aliviaría lo más mínimo el dolor. La barriga, que ya estaba bastante crecida, era lo que evitaba que me estrechara más en sus brazos, pero también era un recordatorio de que no todo sería miseria en nuestras vidas.

Tras unos cuantos minutos, pude tranquilizarme, sintiendo que no podía llorar más y el dolor de cabeza me lo impedía, así que me quedé allí en silencio, temblando entre los brazos de Harry, agarrándole su camisa en los puños de mis manos, sabiendo que le estaba arruinando el perfecto planchado que Margareth le hacía a su ropa de madrugada con aquella pesada plancha de hierro.

Él no me soltaba, al contrario, me levantó en sus brazos con cuidado, llevándome hasta nuestra habitación y dejándome allí tumbada con cuidado. Se tumbó conmigo, poniéndonos frente a frente mientras me limpiaba la cara de lágrimas. Yo sólo lo miraba, sin sentir nada más que dolor. Nos puso todo lo físicamente posible cerca que pudo, dejando mi barriga prominente en medio, acariciándola suavemente con su mano derecha después de haberme limpiado las lágrimas.

—Entiendo tu dolor, Sienne —susurró, sin dejar de acariciarme—. Yo también perdí a mis padres y no lo supe hasta mucho tiempo después. Siempre me tendrás aquí a tu lado para compartir tu dolor conmigo.

El calor y el cariño con el que pronunció esas palabras me recorrió entera, dejándome una sensación muy agradable que me aliviaba todo el dolor y la pena que sentía desde hace tiempo. Le sonreí y le di las gracias, acercando mi cara a su cuello para acurrucarme ahí debajo. Él era mi refugio seguro. De eso no tenía dudas.

Nos quedamos así por lo que parecieron horas, hasta que un movimiento por parte del bebé le hizo levantar la cabeza y sonreír de oreja a oreja. Yo ya estaba acostumbrada a sentir sus pataditas y movimientos que a veces me causaban dolor, pero el dolor también formaba parte de sentir la vida. Le brillaron los ojos y yo no podía apartar la mirada de su rostro, que ahora estaba concentrado en mi vientre esperando otro movimiento.

Paseaba la mano por toda la piel, tal vez esperando que de un momento a otro volviera a moverse.

—A estas horas se suele poner revoltoso —le dije viendo que ya no sonreía—, así que se moverá durante un rato, ya verás —me miraba fijamente mientras le confiaba ese pequeño secreto. 

También había que añadir que la ropa pesada hacía que se sintiera mucho menos el movimiento, así que le pedí que me ayudara a levantarme de la cama, ya que entre el vestido y el vientre me costaba cada vez más moverme.

Se quedó allí de pie sujetándome la mano, como no queriendo dejarme ir, mientras yo con la otra mano me tiraba del largo vestido para que pudiera tener acceso más fácilmente. Después, me volvió a tumbar y, en poco tiempo, estábamos en la misma posición de antes. Solo que esta vez, podía notar más constante el movimiento del bebé y él parecía estar encantado. Gracias a él me había podido olvidar temporalmente de la pérdida de las personas con las que había crecido.

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Me desperté sin saber siquiera que me había quedado dormida. Harry seguía aún dormido a mi lado; podía entender que él pasaba muchas noches sin dormir bien por todo el trabajo que tenía que hacer y, cuando no dormía, se pasaba las horas cuidando de mí.

Little Beauty [h.s.] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora